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‘Porvenir’: tú solo no vas a salir de esta

La serie de Movistar+ destaca por su forma colectiva de abordar la crisis climática. Sus protagonistas, los del documental y los del segmento de ficción, encuentran un camino a la esperanza desde el grupo, no desde el yo heroico.
Alfonso Cortés-Cavanillas (a la izquierda), director de ‘Porvenir’, da instrucciones a Stephanie Gil y Víctor Clavijo durante el rodaje de la serie. MOVISTAR+ Foto: Porvenir

Te importa el medioambiente. Te preocupa su degradación. Te defines como ecologista. Tu cabeza está llena de negros augurios y de proyectos de recuperación de la naturaleza. Ahora mira tus manos. ¿Qué puedes hacer con ellas? ¿Y cómo? Esa es la cuestión.

El tiempo de las soluciones individuales ha terminado. Ha vivido 40 años de éxito arrollador. Arrollador en sentido estricto. Arrolló la solidaridad entre trabajadores, las políticas públicas y el medioambiente. Pero quizás su mayor triunfo haya sido la imposición de un marco cultural en el que el individuo y sus deseos lo son todo y “lo colectivo”, un concepto trasnochado.

Porvenir, la serie de Movistar+ sobre cambio climático, es una mezcla de documental (conducido por Iñaki Gabilondo) y ficción que destaca por el análisis de la situación medioambiental en España y también, sobre todo, por el modo en el que sus protagonistas, los reales y los dramatizados, enfocan esta crisis. Todos encuentran un camino a la esperanza desde el grupo, nunca desde el yo heroico.

La práctica del storytelling, desde que los griegos sentaran sus cimientos hace 4.000 años, ha privilegiado el relato del héroe. Esta fijación se ha extendido a todos los ámbitos, no está presente solo en productos culturales de ficción. La política y el mundo empresarial se narran a sí mismas adoptando idénticos parámetros. En cuanto a los documentales, también abundan aquellos que narran una historia de superación personal. Puede ser la de un deportista o un músico en su camino hacia el éxito o la de alguien que se sobrepone a grandes lesiones o hándicaps físicos hasta poder llevar una vida normal. Son historias ejemplares que tratan de enseñarnos los valores del esfuerzo y la perseverancia. Siempre desde lo individual. ¿Cuándo empezaremos a consumir historias ejemplares desde lo colectivo, lo comunitario, lo asociativo?

Una de las muchas enseñanzas que arroja Porvenir es que la crisis climática no puede afrontarse de otra manera. Lo que hagamos cada uno de nosotros por separado tendrá un impacto marginal en la atenuación del problema. Esto acaba entendiéndolo la familia protagonista, compuesta por tres hermanos a la gresca (Roberto Álamo, Marian Álvarez y Víctor Clavijo). Sus problemas vitales, económicos y de comunicación no podrán solucionarse unilateralmente. De igual forma, todos los participantes en el segmento documental hablan del futuro conjugando los verbos en plural. Debaten, reflexionan, analizan y divulgan desde lo inclusivo y lo colectivo. Y lo hacen, además, rebajando nuestra importancia, moderando la excepcionalidad humana respecto a otras especies.

“La humanidad tiene una relación tóxica con la naturaleza”, declara en el documental Pedro Jordano, ecólogo de la Estación Biológica de Doñana y premio nacional de Investigación en 2018. “Siempre demandamos cosas de ella, nunca nos paramos a pensar qué podemos aportar nosotros a la naturaleza”, añade. “Durante los últimos siglos nos hemos considerado como un agente externo a la naturaleza”, tercia María José Sanz, bióloga y directora científica del BC3, el Centro Vasco del Cambio Climático. “Tenemos que volver a considerarnos parte de ese sistema de seres vivos que conviven en un mismo espacio físico”, asegura. “Siempre me han sorprendido esos economistas que trabajan pensando en unos recursos ilimitados”, afirma, por su parte, Fernando Valladares, director del grupo de Ecología y Cambio Global del Museo Nacional de Ciencias Naturales. “Hasta los niños, en el colegio, estudian que la naturaleza tiene unos tiempos de regeneración. Y no puedes sobrepasarlos porque entonces el sistema es insostenible”.

Los tres, Jordano, Sanz y Valladares, protagonizan un fecundo debate sobre el cambio climático, ajeno a la dinámica de contrarios, tan querida por los programadores televisivos. Su conversación aglutina y construye, crea comunidad en torno a la conservación de los ecosistemas y al peligro evidente (e inevitable) al que nos enfrentamos. Su debate no nos enfrenta. Esa es una etapa ya superada. Por eso es valioso, en el sentido del que hablaba, en un reciente artículo, Andreu Escrivà: “¿Debates sobre soluciones técnicas, económicas, ambientales y sociales? Los que haga falta. Es más: tenemos un déficit enorme de debate sobre cómo vamos a afrontar esto. ¿Pero sobre si el agua moja? No, ya no”.

El debate, así entendido, contribuye a afianzar la noción de conocimiento como elemento agregador y compartido, no privado e individual, lo que nos remite al célebre adagio atribuido a Bernard de Chartres: “Somos como enanos a hombros de gigantes”. Podemos ver más lejos porque estamos encaramados a ellos, aprovechándonos de siglos y siglos de investigaciones científicas.

¿Cómo solucionaría una típica narración heroica una crisis como la actual? Pues adornaría al protagonista con cualidades sobrehumanas. Por ejemplo, con una memoria formidable y una intuición milagrosa. Nos lo mostraría trabajando a solas en su laboratorio, esforzándose hasta la extenuación, probablemente descuidando a su familia (esto es un clásico) para, en el desenlace, hallar un remedio tecnológico gracias a un golpe de inspiración genial, como los que tenía el doctor House al final de cada episodio. Hoy podemos estar seguros de que esto no ocurrirá, y menos aún por parte de un salvador abnegado y solitario. La ciencia trabaja en equipo y la sociedad debe empezar a hacerlo también.

Largo plazo y lazos sociales

No existe la sociedad, decía Margaret Thatcher, solo los individuos. Como sabemos, la suma sacerdotisa del neoliberalismo logró imponer su visión turbocapitalista de la economía. Layla Martínez explica en su último ensayo, Utopía no es una isla (Episkaia, 2020), que “el proyecto neoliberal buscaba conformar sujetos diferentes, con unos valores, unos deseos, unas prácticas y unas formas de relacionarse distintas a las que [antes] había promovido el capitalismo”.

Todo adquiría valor de cambio. Cada persona se convertía en una empresa en sí misma, ya fuera en el entorno laboral o en el social, y hasta en el sentimental. ¿Qué me aportas tú? ¿Por qué desperdiciar mi tiempo contigo? “Los individuos —explica Martínez— debían comportarse en todos los ámbitos de su vida como empresas que buscasen maximizar sus beneficios”.

Esta perspectiva neoliberal funciona aniquilando el largo plazo. Así es absolutamente imposible trabajar para las generaciones futuras, que es precisamente el ritmo lento, firme y paciente que se necesita para la regeneración del planeta.

En uno de los pasajes más hermosos de Porvenir se muestra el trabajo realizado por varios investigadores de la naturaleza en una finca de La Junquera, en Murcia. El terreno, tras estar sometido durante décadas a los métodos de la agricultura industrial, se había empobrecido enormemente y estaba empezando a desertizarse. Su propietario, Alfonso Chico Guzmán, se propuso trabajar de otra manera y apostar por la agricultura regenerativa. Empezó solo, pero hoy son diez personas las que trabajan estudiando el suelo, el agua y la biodiversidad para encontrar la mejor forma de sanar esa parcela de campo.

Cavaron charcas y largas zanjas de infiltración para albergar agua de lluvia. Esa agua atrajo especies que se habían marchado de allí hace mucho tiempo, como lombrices, insectos acuáticos o anfibios. Analizaron también la pendiente del terreno para optimizar las lluvias y la dirección de los cultivos. Removieron la tierra, compactada y endurecida en su parte superior, y consiguieron así oxigenarla y enriquecerla en sus componentes químicos. Así mejoró su fertilidad y se frenó su erosión. Alternaron los árboles frutales con arbustos aromáticos, lo que sirvió de llamada a los insectos que iban a polinizar más y mejor esos árboles. Fueron avanzando en la curación de una tierra enferma por el método científico del ensayo-error. El resultado de este trabajo de laboratorio al aire libre puede calificarse de éxito, ya que las cosechas están empezando a ser bastante buenas, lo que contradice el argumento de que la agricultura industrial es más productiva.

Alfonso no podría haber hecho todo esto solo. Fue un trabajo comunitario. Y, por supuesto, a largo plazo. Silvia Quarta Fumarola, una de las participantes en este proyecto de recuperación, lo explica de forma rotunda y conmovedora: “Quizás yo no viva lo suficiente para ver los resultados de este trabajo. Se trata de dar sin esperar nada a cambio. Y creo que eso es muy bonito”.

Esta especie de cooperativa científico-agraria-ecológica representa, por utilizar el lenguaje de Layla Martínez, una “ideología contrahegemónica” frente al neoliberalismo dominante. Aquí no se compite, se colabora. Y cualquier otra pauta de comportamiento, tal y como están las cosas, supondrá una grave crisis para la supervivencia de la especie humana en la Tierra.

Pablo Servigne, autor junto a Raphaël Stevens del superventas Colapsología (Arpa, 2020), dedica su último libro L’entraide: l’autre loi de la jungle (El apoyo mutuo: la otra ley de la jungla, aún no traducido al castellano) a desmontar el mito liberal de la competición y de esa supuesta guerra virtuosa de todos contra todos. En un contexto hostil, como el que se avecina a causa del cambio climático, no sobrevive el más fuerte sino los grupos que cooperan eficazmente. Es un principio de la evolución.

Así pues, no podrás salvar el planeta tú solo. Ni por supuesto podrás salvarte tú, ni siquiera disponiendo de un lujoso búnker en el que refugiarte. Además, es que el objetivo no es salvarte sino salvarnos. Por eso Servigne apuesta por recuperar conceptos (contrahegemónicos también, y obviamente inspirados en Kropotkin) como “altruismo”, “cooperación”, “solidaridad” o “bondad”. Así lo explicaba en una entrevista en Le Média: “Los científicos ya han estudiado lo que ocurre después de una catástrofe. De un ciclón, un tsunami o un terremoto, por ejemplo. El edificio, efectivamente, se cae, pero los lazos sociales permiten un resurgimiento. No lo que entendemos por redes sociales, desde un punto de vista virtual, sino los lazos humanos reales que crean una comunidad. Eso es lo que hace falta cultivar”.

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COMENTARIOS

  1. #SalvemosLasLagunasdeAmbroz.
    “Ante la tendencia mundial en naturalizar las grandes ciudades no podemos prescindir de una de las pocas zonas húmedas que tenemos en la ciudad de Madrid. Las ciudades verdes son más saludables para las personas que viven en ellas, y hay que poner por delante el interés social a otros intereses”.
    Nuestros jóvenes nos han pedido salvar un espacio convertido en refugio para las aves de un proyecto minero.
    Con motivo del Día Mundial de los Humedales (2 de febrero) que se celebra a lo largo de toda la semana bajo el lema ‘Restaurar Humedales’, reivindicamos la conservación y la restauración de la laguna de Ambroz, situada en Madrid.
    https://seo.org/2021/01/29/los-jovenes-de-seobirdlife-piden-la-proteccion-de-la-laguna-de-ambroz-frente-a-un-proyecto-minero/?utm_source=mailpoet&utm_medium=email&utm_campaign=nos-vemos-en-el-museo-de-ciencias-naturales_581

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