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La retroalimentación del carbono del permafrost amenaza los objetivos climáticos globales

Un nuevo estudio científico señala que las actuales políticas y presupuestos de carbono no tienen en cuenta los peligrosos bucles de retroalimentación climática que desencadenará la pérdida de permafrost.
Permafrost ártico. Foto: Brandt Meixell, USGS

Hace más de cinco años que se firmó el Acuerdo de París, pero los países están “muy lejos” de cumplir con lo pactado, como recordó hace unos meses la ONU. Y no es el único problema: el presupuesto de carbono en el que se basan esos compromisos alcanzados no tiene en cuenta la ciencia más reciente sobre los peligrosos bucles de retroalimentación climática que desencadenará la pérdida de permafrost (suelo permanentemente congelado). Así lo alerta un nuevo estudio del Centro Woodwell para la Investigación Climática publicado esta semana en la revista científica Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).

El permafrost ártico, que lleva miles de años acumulando y almacenando carbono, contiene aproximadamente el doble de la cantidad de carbono del que hay actualmente en la atmósfera terrestre, y está liberando ese carbono a la atmósfera a medida que se descongela. Esas emisiones exacerban el calentamiento, lo que desencadena un mayor deshielo, lo que puede llevar a un aumento exponencial de las emisiones y del calentamiento en los próximos años. “Esto significa que la cantidad de carbono que el ser humano puede emitir para mantenerse dentro de los objetivos de temperatura acordados a nivel mundial es menor de lo que creemos”, explica a Climática la doctora Sue Natali, autora principal y directora del Programa Ártico del Centro Woodwell.

Como recordaba recientemente el informe sobre el estado del clima en 2020 de la Organización Meteorológica Mundial, las temperaturas del aire en la superficie en el Ártico se han elevado desde mediados de los años ochenta, al menos, dos veces más rápido que la media global. Un problema que no afecta solo a los ecosistemas de este lugar sino al clima de todo el planeta debido a diversos circuitos de retroalimentación, como el provocado por las emisiones de metano a la atmósfera causadas por el deshielo del permafrost. 

“El calentamiento del Ártico supone uno de los mayores riesgos para nuestro clima y, sin embargo, no se ha incorporado adecuadamente a las proyecciones y políticas climáticas existentes”, sostiene Natali. “Para elaborar una política eficaz que aborde la crisis climática es esencial que reconozcamos todo el alcance del problema”, insiste.

Olas de calor siberianas que baten récords, incendios forestales que liberan grandes cantidades de CO2 a la atmósfera, pérdida de hielo marino, aceleración del deshielo del permafrost… Estos son algunos de los ejemplos que muestran que la crisis climática en el Ártico es una realidad que, además, no se queda en el Ártico. “A menos que nuestros modelos tengan en cuenta estos efectos previstos, nos faltará una pieza importante del rompecabezas del carbono”, apunta Rachael Treharne, investigadora de Woodwell y coautora del artículo.

Para mantener la temperatura de la Tierra por debajo de 1,5 ° o 2 °C al que apela el pacto climático sellado en la capital francesa, el estudio recomienda a los responsables de la toma de decisiones que incorporen los últimos datos científicos sobre las emisiones de carbono del Ártico a los modelos climáticos y a los presupuestos de carbono utilizados para fundamentar las políticas. Asimismo, instan a que se actualicen sus evaluaciones de riesgo para determinar la rapidez con la que se deben reducir las emisiones para cumplir los objetivos climáticos.

Permafrost, el gigante (que debe seguir) dormido

Este estudio se publica unos meses después de que una investigación recogida en Nature Communications calculara que la cantidad de carbono almacenado que se une al hierro y se convierte en CO2 cuando se libera es entre dos y cinco veces la cantidad de carbono que se libera anualmente a través de las emisiones antropogénicas de combustibles fósiles. Además, el estudio concluía que el ritmo de derretimiento registrado entre 2003 y 2016 ha sido hasta un 240% más rápido que los valores medios registrados en el último cuarto del siglo pasado

“Se trata de un problema enorme y complejo que requiere una ciencia a gran escala, integrada y orientada a una misión. Aunque la comunidad investigadora del Ártico lleva décadas realizando una gran labor científica, es necesario un esfuerzo internacional para abordar este problema a escala panártica”, cuenta la doctora Natali.

“La ciencia por sí sola no es suficiente”, señala Philip Duffy, presidente y director ejecutivo del Centro Woodwell para la Investigación Climática y coautor del artículo. “Necesitamos urgentemente que haya comunicación entre las comunidades científica y política para asegurarnos de que nuestras políticas climáticas sean eficaces a la hora de abordar la escala y el alcance de la crisis climática”, insiste. Una respuesta similar a la de Sue Natali, quien ve necesario que “los resultados se sitúen en un marco político relevante para que la ciencia pueda ser utilizada por los responsables de la toma de decisiones”.

Concretando sobre qué se debe hacer a la luz de estos resultados, Sue Natali da unos apuntes. Antes de nada, dice, “los países, la industria y los individuos deben aumentar la ambición de reducir los combustibles fósiles”. Y da una razón (más) de peso: “Es importante tener en cuenta que las emisiones del permafrost se reducirán en gran medida conforme vayamos reduciendo las emisiones en otras partes del planeta».

La investigadora también pone énfasis en las próximas evaluaciones internacionales (por ejemplo, el inventario mundial quinquenal del Acuerdo de París y el séptimo informe de evaluación del IPCC), las cuales “deben incluir todo el alcance de las emisiones de carbono del permafrost”. Por último, y de forma más general, “la ciencia del permafrost debe integrarse en la política nacional e internacional para concienciar sobre el impacto que su deshielo tiene en los habitantes del Ártico y en el clima mundial», concluye.

Los efectos del calentamiento global en el Ártico

En 2020, el Ártico alcanzó su segunda extensión mínima de hielo marino, con 3,74 millones de kilómetros cuadrados el 15 de septiembre. Esa cifra solo ha sido superada por la registrada en septiembre de 2012, cuando se bajó hasta los 3,41 millones de kilómetros cuadrados. 

Las temperaturas máximas récords que se registraron al norte del círculo polar ártico en Siberia, con hasta 38 ºC en la localidad de Verkhoyansk, provocaron una aceleración del derretimiento del hielo marino en el mar de Siberia oriental y el mar de Laptev, en los que se produjo una ola de calor marina prolongada. El retroceso del hielo marino durante el verano boreal de 2020 en el mar de Laptev fue el más temprano observado en la era satelital, según apuntan desde la OMM.

Tampoco se libra de los efectos del calentamiento global Groenlandia, que continúa perdiendo masa a un ritmo sin precedentes. Entre septiembre de 2019 y agosto de 2020, se perdieron aproximadamente 152 gigatones (152.000 millones de toneladas) de hielo de su capa.

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COMENTARIOS

  1. El gigante petrolero Total pretende destruir el Artico.
    Envía un tuit ahora para decirle a Emmanuel Macron, ¡que el mundo no quiere que financie la destrucción de nuestro planeta!
    Petición: ¡Proteja el Ártico de la perforación de gas fósil!
    https://twitter.com/intent/tweet?text=%40EmmanuelMacron%20%26%20%40BrunoLeMaire,%20are%20you%20really%20going%20to%20finance%20%40Total%27s%20destruction%20of%20the%20Arctic?%20With%20your%20people%E2%80%99s%20taxes?%20This%20is%20unacceptable.%20%23StopTotalArctic%20NOW.%20pic.twitter.com/6CG3gQNDdk

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