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La OMS sabe cómo reducir un 80% las muertes por la mala calidad del aire

La Organización Mundial de la Salud (OMS) publica una actualización de las directrices sobre la calidad del aire por primera vez desde 2005.
El humo cubre la ciudad de Ulan Bator (Mongolia), una de las capitales más contaminadas del mundo. Foto: EINAR FREDRIKSEN / FLICKR

Ya no hay dudas de que la calidad del aire influye en la salud humana. Han pasado 16 años desde que la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicase las últimas directrices mundiales sobre este asunto. Desde 2005, la evidencia científica sobre la repercusión sanitaria de la contaminación del aire es más abundante y está más actualizada, lo que ha llevado a este organismo a revisar sus propios estándares. El resultado: ha ajustado a la baja casi todos ellos y advierte de que superar los nuevos niveles tendrá riesgos significativos para la salud.

Algunos de los principales contaminantes del aire también contribuyen al cambio climático y ambas amenazas para la salud se retroalimentan: la mejora de la calidad del aire puede potenciar los esfuerzos de mitigación del cambio climático mientras que, al mismo tiempo, la reducción de las emisiones puede mejorar la calidad del aire.

Así como no cumplir con las nuevas directrices puede entrañar graves consecuencias, su cumplimiento, dice la OMS, reduciría las muertes asociadas a la contaminación del aire. Se calcula que cada año este es el motivo de 7 millones de fallecimientos prematuros.

No solo eso, la mala calidad del aire también provoca la pérdida de otros tantos millones de años de vida saludable. En niños y niñas, los efectos afectan a su crecimiento y su función pulmonar con infecciones respiratorias y empeoramiento del asma. Las personas adultas sufren cardiopatía isquémica y accidentes cardiovasculares –las causas más comunes de muerte prematura por la contaminación del aire– y están apareciendo pruebas sobre otros efectos, como diabetes y enfermedades neurodegenerativas.

El papel de los combustibles fósiles

Las nuevas directrices de la OMS recomiendan niveles de calidad del aire sobre seis contaminantes: las partículas en suspensión (PM) –de diámetro igual o inferior a 10 y 2,5 micras–, el ozono (O₃), el dióxido de nitrógeno (NO₂), el dióxido de azufre (SO₂) y el monóxido de carbono (CO). Al actuar sobre ellos, también se incide sobre otros contaminantes perjudiciales. En todos los casos –menos en el del ozono–, los niveles recomendados por la OMS son ahora más bajos que los que establecieron en 2005.

Se trata de una actualización que quienes investigan en este ámbito consideran necesaria. “Los últimos datos científicos demuestran que la contaminación por PM₂,₅ y NO₂ es muy perjudicial para la salud”, explica Lauri Myllyvirta, analista principal del Centro de Investigación sobre Energía y Aire Limpio (CREA), y apunta a que las directrices de 2005 no servían para “proteger a los 4 millones de niños que se calcula que desarrollan asma al año por la exposición al NO₂”.

Las partículas en suspensión, según su diámetro, pueden penetrar en los pulmones o llegar incluso al torrente sanguíneo, lo que afecta al sistema cardiovascular y respiratorio. Su generación se produce por la quema de combustibles fósiles por parte de diferentes sectores: el de la energía o el transporte, la industria o la agricultura, pero también los hogares. La combustión ineficiente de combustibles fósiles y de biomasa destinada a producir energía es la mayor fuente de contaminación del aire.

En 2013, la contaminación del aire exterior y las partículas en suspensión fueron clasificadas como carcinógenas por el Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer (CIIC) de la OMS.

En 2019, más del 90% de la población mundial vivía en zonas en las que las concentraciones superaban los niveles de referencia que la OMS fijó en 2005 sobre la exposición prolongada a las PM₂,₅, según el propio organismo. Por eso, alcanzar las nuevas directrices podría reducir las muertes relacionadas con estos contaminantes en casi un 80% en todo el mundo. También bajaría la carga de morbilidad, especialmente en aquellos países con altas concentraciones de PM₂,₅ y grandes poblaciones.

Un estudio de la Universidad de Harvard cuantificaba, a principios de este año, las muertes asociadas a la contaminación por la quema de combustibles fósiles como el carbón o el diésel: más de 8 millones de personas en 2018 en todo el mundo, lo que supone que 1 de cada 5 muertes se deben a este motivo. En España, 44.603 personas mayores de 14 años mueren cada año como consecuencia de la contaminación atmosférica causada por las PM₂,₅.

El aire limpio: un derecho fundamental pero desigual

La exposición a la contaminación del aire se da de forma desigual en el mundo y la OMS advierte de que este fenómeno se está agravando, ya que los países de ingresos bajos y medios están experimentando niveles crecientes de contaminación del aire por la urbanización a gran escala y el desarrollo económico, que depende en gran medida de la quema de combustibles fósiles. Es en esas áreas donde se registra el 91% de las muertes por contaminación del aire, según un informe publicado el año pasado en The Lancet.

La actualización de la OMS sobre sus directrices también pone el foco en la pandemia de COVID-19. Como apuntan algunas investigaciones, la exposición a una mala calidad del aire aumenta las muertes por COVID-19 en un 15% a nivel mundial.

Para Hans Henri P. Kluge, director regional de la OMS para Europa, “el aire limpio debería ser un derecho humano fundamental y una condición necesaria para que las sociedades estén sanas”. Sin embargo, “a pesar de algunas mejoras en la calidad del aire en los últimos tres decenios, millones de personas siguen muriendo prematuramente, lo que a menudo afecta a las poblaciones más vulnerables y marginadas», continúa. Pero, como ocurre con el cambio climático, la ciencia disponible conoce la magnitud del problema y sabe cómo resolverlo. De nuevo, la responsabilidad cae sobre los gobiernos encargados de formular las políticas que reduzcan la mortalidad asociada a la contaminación del aire y mejoren la salud pública, reduciendo también los efectos del cambio climático.

“Es esencial que los gobiernos adapten sus normativas nacionales de calidad del aire a las nuevas directrices y pongan en marcha planes para cumplirlas; esto exigirá una revolución en el sector energético”, dice Lauri Myllyvirta. “Habrá que endurecer las normas de emisiones de las centrales eléctricas, las industrias y los vehículos y eliminar gran parte de la quema de combustibles fósiles y de biomasa”, añade.

Las directrices de calidad del aire de la OMS no son jurídicamente vinculantes, solo una herramienta para que los países puedan orientar sus acciones legislativas y políticas. Para esta actualización se han utilizado más de 500 artículos. El objetivo es que todos los países alcancen los niveles recomendados, aunque no se establece cuándo. Para aquellos países con una mayor contaminación del aire, el organismo establece algunas metas intermedias.

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COMENTARIOS

  1. DEJAR LOS MINERALES EN EL SUELO.
    La minería es una de las industrias más contaminantes del mundo y una de las principales responsables del cambio climático.
    La producción de siete metales –hierro, aluminio, cobre, zinc, plomo, níquel y manganeso– es responsable del 7 % del total de las emisiones de gases de efecto invernadero y una de las principales causas de violaciones de los derechos humanos, inestabilidad política y desplazamientos forzados en el Sur global.
    El Informe «El fin de la minería» invita a imaginar un mundo sin minería (o al menos con mucha menos, en lugar de ir a más) en un momento el que están surgiendo centenares de nuevos proyectos mineros en el Estado español.
    El informe, lejos de la ciencia ficción, presenta una nueva narrativa del futuro construida sobre las evidencias científicas disponibles. Para ello, analiza las alternativas existentes y emergentes como el fin de la obsolescencia programada y el aumento de la reparación, reutilización y refabricación de bienes, el cambio hacia los sistemas de energía distribuida y comunidades energéticas, o los sistemas de movilidad menos dependientes del coche particular. Estas y muchas otras transformaciones serán fundamentales en una transformación hacia sociedades que se alejen del mito del crecimiento y que estén basadas en el bienestar y las necesidades reales.
    Entre otros ejemplos, el informe presenta los avances en campos como la fitominería –la extracción de metales en suelos contaminados mediante plantas y hongos hiperacumuladores– o la investigación sobre baterías de proteínas sin metales que haría innecesaria la minería para baterías.
    Pero más allá de estas soluciones técnicas, El fin de la minería muestra cómo se está minando en los sitios equivocados. Solo en la UE hay más de 500 millones de teléfonos acaparados en cajones, con un valor de 1.300 millones de euros en oro, plata, platino, paladio y cobre recuperables….
    https://www.ecologistasenaccion.org/179003/lanzan-un-informe-para-avanzar-hacia-un-mundo-sin-mineria/

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