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¿Y los mercados de carbono?

La negociación sobre el artículo 6 puede romper o hacer posible el Acuerdo de Paris en la COP26. Alfons Pérez y Nicola Scherer analizan las claves.
En los últimos 50 años, la temperatura media global ha subido cerca de un grado Celsius. Foto: REUTERS/Yves Herman

Ha llegado la COP26 de Glasgow y todo el mundo habla de ambición climática, neutralidad, deforestación, metano, carbón… ¿y los mercados de carbono? Pues, nos guste o no, son uno de los temas centrales de la cumbre del clima, y para algunas partes negociadoras un elemento disruptivo: pueden romper o hacer posible el Acuerdo de Paris

Hecho el apunte sobre la importancia, es comprensible su ausencia del debate público. Entender cómo se compra y vende un componente del aire no es algo trivial, ni para la cabeza ni para el bolsillo. De ahí que el presente texto pretenda hacer de rompehielos en un tema tan complejo para, ¡ojalá!, interpretar mejor qué pasa en la COP26 con los mercados. Al final y al cabo, y dadas las urgencias, solo queremos saber si sirven para la lucha contra la crisis climática (spoiler: no sirven).

Un paso atrás para llegar a Glasgow

La idea inicial del comercio de emisiones surgió de la factoría neoliberal por excelencia, la Universidad de Chicago, en la década de los 70, pero se llevó a la práctica en 1997 con el Protocolo de Kioto. La base de la propuesta era generar incentivos de mercado para abaratar costos en la reducción de emisiones aprovechando que da igual donde se produzcan o reduzcan las emisiones porque acaban distribuyéndose por igual en la atmósfera. 

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Bajo Kioto, ciertos sectores intensivos en CO2 estaban obligados a reducir sus emisiones. Los Estados les otorgaron unos permisos de emisión que equivalían a una tonelada de CO2 por permiso, en relación con sus techos máximos de emisión.Si una empresa hacía muy bien las cosas y reducía más de lo que le tocaba, podía ir al mercado y vender los permisos que le sobraban. Si, en cambio, no lograba su cometido, debía comprar en el mercado.

También tenía la posibilidad de conseguir créditos a través de los mecanismos de desarrollo limpio (MDL) y los de Implementación Conjunta (IC). Es decir, podía hacer proyectos a menor coste que demostraran que reducían las emisiones en países no industrializados (MDL) o del antiguo bloque soviético (IC) y descontárselos de sus obligaciones.

Precisamente, una parte del debate de Glasgow es ver cómo se mejoran los ‘fallos del sistema‘ y cómo se pueden ajustar. Los mercados se convirtieron en especulativos, los precios de la tonelada de CO2 en Europa rozaron el cero en 2007 y se produjeron numerosas denuncias de violaciones de derechos humanos por los MDL. La mano invisible del mercado no pudo con tanto trabajo.

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Los debates en la COP26

Repasando publicaciones del año 2019 de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y el World Resources Institute sobre las negociaciones, salta a la vista que en los dos últimos años no se ha avanzado prácticamente nada en el artículo 6, el que contiene los mercados.

Quizás por este motivo, el presidente de la COP26, Alok Sharma, animó a los ministros negociadores a viajar a Escocia con un espíritu constructivo y con la flexibilidad necesaria para cerrar dicho epígrafe, el último y resistente fleco del libro de reglas del Acuerdo de Paris. Vaya, sería como un 'vamos a llevarnos bien o va a haber hondonadas de hostias”, pero en el lenguaje diplomático de las Naciones Unidas.

Hay una presión más que evidente para concluir el trabajo del artículo 6 en Glasgow, pero el tema no está nada fácil y algunas posiciones siguen muy enrocadas. Para las que no estéis familiarizadas con los debates en las COP, estos se dirimen en una especie de test de estrés del control de cambios del procesador de texto. Los comentarios de los diferentes países son recogidos en el documento de negociación. El nivel del debate era tal, que en junio de 2019 el artículo sobre los mercados llegó a los 672 comentarios y el texto final no debería ocupar más de una página. Aunque, sinceramente, las repercusiones de cada palabra tienen tal alcance que no es de extrañar.

Sería bonito pensar que cada una de ellas encapsula una parte de la esperanza de la humanidad para salir de esta. La realidad es bastante más cruda, más cutre y también más desesperada: el texto refleja la pugna de poder de las hegemonías globales en medio del grito de socorro por la supervivencia de algunos territorios.

Después de los preliminares, vayamos a la parte más técnica porque, al final, gran parte del embolado se limita a dos párrafos del artículo 6 de libro de reglas del Acuerdo de Paris: el 6.2 y el 6.4

Artículo 6.2 del Acuerdo de París

La idea aquí es cerrar un mecanismo que permita a un país que supera sus compromisos climáticos vender el excedente. Este artículo incluye la reducción de emisiones pero también la capacidad renovable, la expansión forestal u otros compromisos. A esta transferencia se le llama “resultados de mitigación transferidos internacionalmente”. La dificultad en este punto reside en que, a diferencia de Kioto, donde el propio Protocolo asignaba las cuotas de emisión, en el Acuerdo de Paris son los países que determinan sus propios objetivos nacionales (conocidos como Contribuciones Nacionalmente Determinadas, NDC en inglés).

¿Quién podrá asegurar entonces que no se especulará en los objetivos nacionales? ¿Cómo se asegurará que las NDC no se verán debilitados por un afán de vender más excedentes? 

Por otro lado, este nuevo diseño de mercado quiere superar Kioto, que en muchos casos suponía un juego de suma cero: yo emito aquí pero compenso allá. Ahora mismo, la posición de algunos países como la Alianza de Pequeños Estados Insulares (AOSIS por sus siglas en inglés) o el grupo de Países Menos Desarrollados (LDC) es exigir que se incluya en este artículo un objetivo general de reducción de emisiones. La UE y Estados Unidos., en cambio, se oponen bajo la idea de no poner puertas al campo (léase, mercado). 

Artículo 6.4 del Acuerdo de París

En el caso de este apartado, el mecanismo crearía un mercado internacional de carbono gobernado por las Naciones Unidas. A diferencia del 6.2, que trata del comercio entre países, aquí los proyectos pueden ser promovidos por el sector público o privado. Es el único punto en el Acuerdo de París donde se menciona al sector privado

En la práctica, sería la sustitución de los MDL de Kioto, de ahí que se le denomine Mecanismo de Desarrollo Sostenible (SDM). Ahora bien, en Kioto había 37 países con obligaciones de reducción. En el Acuerdo de Paris estamos hablando de casi 200 Partes (países) con obligaciones, aunque sean autoimpuestas. Es decir, el engendro financiero toma dimensiones planetarias. 

Algunos países como el grupo de insulares proponen que haya una cancelación automática de parte de los permisos de emisión que se mercadean, una especie de contribución al bien común bajo la idea del Objetivo General de las Emisiones Globales. Otro gran debate es si se tienen que pasar los créditos de la era Kioto -con todos sus problemas asociados- a este nuevo mercado.

Brasil e India son fervientes defensores de esta idea porque tienen decenas de proyectos en curso. La UE, EE. UU. y especialmente países africanos e insulares se oponen frontalmente. Por último, también hay un debate sobre la doble contabilidad que solamente Brasil está bloqueando bajo el argumento de que el país que compra créditos y luego los quiere vender no puede hacerlo sin un ajuste a la baja en sus cuentas nacionales de emisiones.

¿Los mercados de carbono son la solución o el problema?

Market is the problem, not the solution! (¡El mercado es el problema, no la solución!). Ese fue el grito que espetaron activistas climáticos en 2009 en Barcelona. La acción de denuncia se realizó en las reuniones oficiales previas a la COP19 de Copenhague. Fueron interceptados y expulsados inmediatamente, pero sus palabras siguen resonando.

La COP26 de Glasgow relanza con mucha fuerza la idea de los mercados que, al fin y al cabo, actúan como esquemas voluntarios y diluyen las propias responsabilidades. Y más importante aún: imprimen una lógica financiera que nada tiene que ver con la justicia climática.

En este juego, el esfuerzo de los anfitriones es más que claro. Tanto Boris Johnson como el Príncipe Charles hablaron en sus discursos de apertura de la cumbre de los incentivos, de capturar el interés del privado y de la necesidad imperiosa de poner valor al carbono. Además, el presidente de la COP26, Alok Sharma, empezó su carrera profesional en Coopers & Lybrand Deloitte y luego trabajo 16 años en el sector bancario, acumulando algún tachón en el expediente bastante común en las elites del sector.

El único brillo de esperanza entre tanta parafernalia financiera es el artículo 6.8, un marco de referencia para la cooperación fuera de los enfoques de mercado y sin comercio de emisiones apoyado principalmente por Bolivia. Cabe decir que está sin desarrollar y así lleva casi dos años.

Pues esto es todo, que no es poco. Esperamos ser capaces de escribir algo más sobre mercados cuando acabe la cumbre de Glasgow. El fetiche de los objetivos, porcentajes y escenarios de temperatura eclipsa aspectos cualitativos importantes. El cómo también cuenta. Y como decían las compañeras en Barcelona, el mercado es el problema, no la solución. 

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COMENTARIOS

  1. Informe de Oxfam “Desigualdad de carbono en 2030” donde denuncian la desigualdad existente entre la huella de carbono que genera una pequeña élite rica mundial en relación a la huella generada por la población más pobre del planeta. Solo las emisiones de CO2 del 10% más rico podrían hacer que superásemos el límite fijado de 1,5ªC en los próximos nueve años.
    La huella de carbono del 50 % más pobre se mantendrá muy por debajo de este nivel.
    https://www.oxfamintermon.org/es/nota-de-prensa/emisiones-superricos-amenazan-objetivo-calentamiento-global?utm_source=sap&utm_campaign=litigioclimatico&utm_content=mani24s&utm_medium=email&utm_term=emlgcop

  2. ¿Son los coches impulsados por hidrógeno tan buenos como parecen?
    Toyota Mirai, Hyundai Nexo… Sí, para ir hacia cero emisiones de carbono, las compañías automotriz han lanzado vehículos de hidrógeno en los últimos años. También conocidos como vehículos eléctricos de pila de combustible (FCEV), muchos de nosotros podemos confundir fácilmente los vehículos impulsados por hidrógeno como una solución ecológica definitiva. Pero, ¿es ese realmente el caso?
    A partir de 2019, el 98% del hidrógeno se produce utilizando el reformado de metano a vapor, que emite dióxido de carbono. En Corea del Sur, mi país, aún no tenemos suficientes fuentes de energía renovable. Así que desafortunadamente la solución de hidrógeno que tenemos es lo que se llama el “hidrógeno gris”. Al igual que cómo suena el color, esto significa que todavía necesitamos usar combustibles fósiles para generar hidrógeno.
    Para no dejarse engañar por las falsas soluciones de la corporación, el “hidrógeno verde” teóricamente producido por el exceso de energía renovable y agua aún no está disponible y es caro. Los FCEV también son significativamente menos eficientes energéticamente que los vehículos eléctricos. No tenemos tiempo que perder y debemos centrarnos en las soluciones adecuadas para hacer frente al cambio climático.
    Los vehículos eléctricos son el camino a seguir. Eso sí, con fuentes de energía renovables para cargar las baterías. Comparando los vehículos eléctricos y los FCEV en términos de eficiencia energética, el FCEV es solo la mitad de eficiente que los vehículos eléctricos. Debido a la cantidad de energía necesaria en los procesos de pilas de combustible.
    https://twitter.com/GreenpeaceEAsia/status/1435506716200747010

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