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Lograr lo impensable: más allá de las medidas de ahorro energético del Gobierno

"La emergencia aprieta, pero lo impensable quizá vaya tornándose poco a poco tangible, real, y las medidas del gobierno, si bien insuficientes y tardías, parecen orientarse en la dirección correcta", señala la autora.
La vicepresidente Teresa Ribera ha sido la encargada de liderar las negociaciones sobre energía en la UE. Foto: IMAGO/Florian Gaertner.

Afirma Luis González Reyes que “la concepción social e institucional de que vivimos un estado de emergencia es lo que podrá hacer concebible lo impensable”. Este ecologista y doctor en Ciencias Químicas explica cómo, durante la II Guerra Mundial, en Europa y en Estados Unidos la ciudadanía redujo voluntariamente el consumo, surgieron huertos urbanos y se apostó por energías alternativas precisamente por causa de esa percepción de que la situación era extraordinaria y requería grandes esfuerzos colectivos.

No es casualidad que Teresa Ribera, la vicepresidenta y ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, pusiera este conflicto como ejemplo durante el consejo celebrado el pasado lunes para explicar las medidas de ahorro energético que va a adoptar el Gobierno como respuesta a la emergencia derivada de otra guerra, la de Ucrania, y en el contexto de la crisis climática.

Aunque España se encuentra bien abastecida por su alta capacidad de regasificación, su diversificación de fuentes de energía y casi nula dependencia del gas ruso y, probablemente, no tenga que encarar el racionamiento excepcional que barajan naciones del centro y norte europeo, la urgencia es ineludible también en casa; nos obliga a abrir los ojos, y a juzgar las normas anunciadas no sólo como necesarias, sino, sobre todo, como una advertencia de la magnitud de los problemas a que nos enfrentamos a nivel individual, nacional, comunitario y mundial. De hecho, se aprobará otro paquete de medidas en septiembre.

Obligación de no subir la calefacción a más de 19 ºC ni bajar el aire acondicionado a menos de 27 ºC en establecimientos comerciales y edificios públicos; apagado de escaparates y luces interiores a partir de las 22 horas; revisión de calderas e instalaciones térmicas para asegurar su eficiencia… Son algunas de las políticas impuestas, junto al incentivo de las energías renovables y el autoconsumo, así como la gratuidad de los cercanías y la subvención total o parcial de los trenes de media distancia, dependiendo de si su uso es recurrente.

En la línea de otros países europeos –en Alemania no se alumbrarán muchos monumentos y hay ciudades que están cerrando piscinas y cortando el agua caliente en los inmuebles públicos–, España se ha comprometido a moderar el gasto de gas –utilizado, entre otras cosas, en la generación de electricidad–, pero también el de los carburantes. Así se explican recomendaciones como la de extender el teletrabajo en las administraciones y empresas donde sea posible, algo que el doctor en física teórica e investigador del CSIC Antonio Turiel atribuye a otra escasez que no se está detallando, la de diésel. No sería raro que, en unos meses, se empezase a hablar de restricciones en el uso del vehículo privado o reajustes en el empleo industrial de algunos combustibles fósiles, como está ocurriendo en Países Bajos, cuyo recorte gubernamental sobre los fertilizantes ha provocado numerosas protestas entre los agricultores. 

La emergencia ha llegado para quedarse debido a que las negociaciones de paz con Rusia no avanzan, a la más que factible perpetuación de las sanciones incluso tras un hipotético alto el fuego y, desde luego, a la imposibilidad biofísica de seguir extrayendo recursos naturales a un ritmo insostenible. Estados Unidos, que, gracias a la lid abierta por el Kremlin, se ha convertido en el principal suministrador de gas a Europa, vendiéndolo mucho más caro, tampoco podrá mantener durante mucho tiempo ese nivel de exportación, puesto que su alta capacidad productiva se debe al boom del fracking, un método de extracción que está agotando las reservas. La excepción, parafraseando al filósofo Giorgio Agamben, va camino de convertirse en la norma, y aquí es crucial una pedagogía que conduzca a un civismo crítico y no a la desesperación, siendo conscientes, además, de que el ahorro exigido a España es sólo de un 7%, frente al 15% general establecido por la Comisión Europea, y de que toda sobriedad energética supone un paso más en la lucha contra una debacle climática que no da tregua.

En este sentido, las medidas anunciadas representan apenas iniciativas embrionarias si se comparan con nuestras necesidades vitales y medioambientales: con 1,2 ºC que ya se ha calentado el planeta desde la revolución industrial se están produciendo olas de calor, sequías e incendios inauditos en buena parte del mundo, ha disminuido la producción agrícola por las adversidades meteorológicas y el objetivo, marcado por el IPCC, de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero a la mitad para 2030 no tiene visos de cumplirse –volverán a batirse récords este año–.

Si queremos ponernos catastrofistas, dentro de un rigor científico más que demostrado, existe la posibilidad de que la especie humana pueda extinguirse próximamente, como ha aseverado un grupo de investigadores de la Universidad de Cambridge. Este escenario nos insta a contemplar la revisión absoluta de nuestro sistema económico y realizar cambios radicales en nuestros modos de vida, equitativos respecto a los que más derrochan, y no únicamente a atemperar nuestros impulsos con el termostato.

Más allá de la retórica del sacrificio, estamos ante una oportunidad magnífica para instigar mejoras sociales que pasan por evitar horas innecesarias de desplazamientos por carretera, renaturalizar nuestros paisajes urbanos y rurales, azuzar una agricultura más saludable y evitar muertes por contaminación o por temperaturas corrosivas, como las 2.124 que nos ha dejado el mes de julio.

Si la huella de carbono de un ciudadano medio estadounidense es tres veces superior a la de un español y, según multitud de parámetros, en España se disfruta de una mejor calidad de vida, nada impide que ese bienestar aumente a pesar de la austeridad energética siempre que se efectúe una gestión inteligente y justa de los recursos. En otras palabras: la emergencia aprieta, pero lo impensable quizá vaya tornándose poco a poco tangible, real, y las medidas del gobierno, si bien insuficientes y tardías, parecen orientarse en la dirección correcta

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COMENTARIOS

  1. el consumo indiscriminado de energía es una de las causas principales de la crisis ecológica y ambiental que sufrimos. El 80 % de la energía que se consume en el mundo proviene de combustibles fósiles, el 5 % de la energía nuclear, y son causantes de la emergencia climática y problemas de contaminación y seguridad.
    Ecologistas en Acción reclama medidas coherentes, que pasarían por limitar el nivel de iluminación en calles y sobre todo carreteras; la obligación de realizar auditorías energéticas y planes de ahorro energético en empresas, administraciones y grandes edificios; dejar de subvencionar la instalación de nuevas calderas de gas; y fomentar la instalación de sistemas térmicos renovables.
    Por otro lado, es imprescindible vigilar y sancionar los incumplimientos y evitar las incoherencias. La organización destaca que es complicado que se entienda que debe ahorrarse energía cuando muchas calles y carreteras tienen un exceso de iluminación, o cuando ven cómo sus ayuntamientos preparan ya las luces navideñas, como está ocurriendo en la ciudad de Vigo.
    la organización ecologista recuerda que el Estado no ha actuado ante los procesos de especulación inmobiliaria y gentrificación en los centros urbanos, que fomentan un modelo urbanístico que obliga a recorrer grandes distancias de forma diaria, con gran dependencia del vehículo privado. Otro ejemplo lo tenemos en el consumo de alimentos y otros productos que han recorrido miles de kilómetros hasta llegar a nuestras casas, mientras aquí se promueve un modelo agroecológico destinado a la exportación.
    En lo que respecta al transporte, este sector consume el 40 % de la energía y representa el 30 % de las emisiones a nivel estatal, por lo que es imprescindible el ahorro en el sector. Las medidas propuestas, que sobre todo fomentan el transporte público, van en la buena dirección, al contrario que lo que se ha hecho hasta ahora para subvencionar los combustibles….
    https://www.ecologistasenaccion.org/205901/valoran-positivamente-las-medidas-de-ahorro-energetico-del-gobierno-pero-demandan-un-plan-estructural-y-ambicioso/

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