«Estamos andando cuando deberíamos estar corriendo», afirmó ayer Hoesung Lee, presidente de Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) tras la publicación del informe de síntesis que pone fin al Sexto Ciclo de Evaluación iniciado en 2015. El economista surcoreano quiso destacar que el cambio climático está dañando la vida humana, los ecosistemas y la economía global. Y que para combatirlo es necesario un «desarrollo resiliente al clima» que reduzca las emisiones de efecto invernadero y actúe para proteger a las personas durante generaciones.
La acción climática requiere una transformación profunda de los modelos productivos y de consumo, así como la implementación inmediata de medidas de mitigación y adaptación al calentamiento global. El informe del organismo climático de la ONU recuerda la única ruta efectiva: reducir las emisiones de gases de efecto invernadero de manera urgente. Es necesario recortar casi a la mitad las emisiones antes de 2030 si se quiere limitar el calentamiento global a 1,5 °C en este siglo respecto a la era preindustrial. En el caso de los países desarrollados, se debería alcanzar las cero emisiones en el año 2040.
El documento resalta que la inacción saldría cara, en términos de salud humana, económicos y de biodiversidad. La crisis climática se traduce en mayor riesgo de eventos meteorológicos extremos, como las olas de calor, en inundaciones, en la acidificación del océano, en inseguridad alimentaria y un largo etcétera. La diferencia entre un aumento de 1,5 o 4 °C, escenario probable si se sigue con el nivel de emisiones actual, es abismal. Por eso advierten que hay que pisar el acelerador.
La buena noticia es que el IPCC ya presentó en abril de 2022 su informe sobre cómo mitigar el cambio climático, una hoja de ruta con medidas concretas. «Contamos con opciones disponibles en cada uno de los sectores para llegar a reducir las emisiones en al menos un 50% en el año 2030. Las opciones están tecnológicamente, las medidas existen e incluso en muchos sectores, como el de las energías renovables, hoy son económicamente viables» aseguró Virginia Vilariño, autora del informe, durante su ponencia durante La Uni Climática el verano pasado.
Este informe también puso en foco en el impacto de las decisiones de los consumidores, de la ciudadanía, ya que existe un potencial de reducir las emisiones globales en entre un 40-70% en el 2050 a través de estas elecciones. Pero sin olvidar que «se requieren cambios sistémicos en los sistemas que proveen estos servicios para que nosotros podamos tomar esas decisiones más responsables de consumo», señaló Vilariño.
Responsable de un tercio de las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel global, va a ser clave que se realice una transición profunda en este sector. Los sistemas energéticos de bajo o cero carbono neto implican una electrificación generalizada del sistema energético con producción de la electricidad con energías renovables. Apuntan a una diversificación de la generación de energía, a través de energía eólica, solar, e hidroeléctrica a pequeña escala; así como la necesidad de mejorar el almacenamiento y eficiencia energética. Se requerirán algunos combustibles alternativos durante la transición energética como hidrógeno y biocombustibles sostenibles. En algunos sectores va a ser necesario el uso de tecnologías de captura y almacenamiento de carbono, recuerda el IPCC.
«La opción de mitigación más grande y fácil tiene que ver con las medidas de eficiencia energética. Luego hay numerosas medidas en términos de generación y almacenamiento de energía que se han abaratado cada vez más», explica a Climática Peter Thorne, profesor de Geografía Física en la Maynooth University en Irlanda, director del Irish Climate Analysis y autor en este último informe.
El IPCC indica que la reducción de las emisiones de la industria implica una acción coordinada en toda la cadena de producción para promover todas las opciones de mitigación, como la gestión de la demanda, la eficiencia energética y de los materiales, reducción de los residuos, etc.
En el transporte, se debe disponer de medios de transporte de bajo carbono. En los sectores que son más difíciles de electrificar, como la aviación y el sector marítimo, el foco está puesto en los combustibles como el hidrógeno y los biocombustibles producidos de forma sostenible. Pero requieren mejoras en los procesos de producción y reducciones de costes. Los vehículos eléctricos, alimentados con electricidad generada por fuentes renovables, tienen un gran potencial en el transporte terrestre. Los avances en las tecnologías de baterías podrían facilitar la electrificación de camiones pesados y complementar los sistemas ferroviarios eléctricos convencionales.
El informe del IPCC también aborda la preocupación por la huella ambiental de la producción de baterías y de la extracción de los minerales necesarios para fabricarlas. «La cantidad de litio requerida es ciertamente sustancial, pero hay reservas y se están encontrando nuevas fuentes», comenta el profesor Thorne. Sin embargo, el autor del IPCC resalta la necesidad de reducir el consumo: «Si reemplazamos los automóviles de combustión por los de baterías eléctricas sin, por ejemplo, reducir el tamaño de los automóviles y la dependencia del coche a través del transporte público y la movilidad activa, entonces no lograremos reducir las emisiones del sector del transporte».
Los sistemas urbanos son fundamentales para lograr reducciones profundas de las emisiones y promover un desarrollo resiliente al cambio climático. Hay que considerar los impactos del calentamiento y diseñar infraestructuras con esta visión. Se debe fomentar la modernización de edificios existentes y técnicas de mitigación en los edificios de nueva construcción. De nuevo, se remarca la importancia del transporte público y la movilidad activa, como el uso de la bicicleta o ir a pie. También apuntan que la utilización de materiales naturales es beneficioso para el clima la salud humana.
La reducción de la deforestación, sobre todo en las regiones tropicales, es la acción que más ayudaría frente al cambio climático cuando hablamos de usos de la tierra. La conservación de ecosistemas es clave. Afirman que conservar ecosistemas que capturan mucho carbono, como turberas, humedales, manglares o bosques, ofrece beneficios inmediatos. Mientras que si se deben restaurar estos ecosistemas una vez dañados, se pueden tardar décadas en generar resultados.
Recuerdan que es vital conservar de manera eficaz y equitativa entre el 30% y el 50% de las zonas terrestres, de agua dulce y oceánicas. Otra medida con un enorme potencial tiene que ver con cambios a dietas saludables que priorizan los vegetales frente a la carne y la reducción del desperdicio alimentario. Asimismo, la intensificación de la agricultura sostenible puede reducir la conversión de los ecosistemas y las emisiones de metano y óxido nitroso.
El IPCC también indica en este apartado la necesidad de reforzar los programas de salud pública relacionados con enfermedades sensibles al clima y aumentar la resiliencia de los sistemas de salud. Esto incluye mejorar la salud de los ecosistemas, el acceso al agua potable, reducir la exposición de los sistemas de agua y saneamiento a las inundaciones, etc.
Dado que algunos de los efectos del cambio climático no se pueden evitar a estas alturas, el panel de especialistas dedica un apartado a mencionar que los seguros meteorológicos y medidas protección social serán cada vez más necesarios. Señalan que las administraciones deben contemplar la financiación tanto de sistemas de alerta temprana, como en planes de contingencia efectivos para reducir la vulnerabilidad de las poblaciones a los efectos del cambio climático. También es fundamental fomentar la educación ambiental, esto puede facilitar una mayor percepción del riesgo y facilitar la toma de decisiones correctas.
Todas las acciones que se recomiendan en el informe de síntesis del IPCC deben servir para abandonar los combustibles fósiles como el petróleo, el gas y el carbón. La crisis energética derivada de la invasión rusa de Ucrania, sin embargo, no ha favorecido la transición energética y a las políticas destinadas a promoverla. De hecho, en 2022 hubo un máximo histórico de subvenciones a los combustibles fósiles.
«A nivel mundial, los subsidios a los combustibles fósiles aún son mayores que la financiación climática para las acciones de mitigación y adaptación. No solo en Europa, sino en todo el mundo. El hecho de que se invierta más en seguir empeorando el problema que en emprender la acción correctiva es claramente problemático», destaca Peter Thorne. «Debemos pasar a financiar la solución en lugar de duplicar nuestra adicción a los combustibles fósiles mediante el subsidio de su uso», sentencia el profesor.
Las evidencias científicas están ahí, las propuestas para frenar el calentamiento global también. Desde el IPCC dejan claro que las acciones que se implementen en esta década tendrán impactos ahora y durante miles de años. El reto es grande, los posibles beneficios aún mayores. Y se debe actuar ahora. «Hay una ventana de oportunidad que se cierra a gran velocidad para asegurar un futuro habitable y sostenible para todos», advierte el informe.
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