Bill Gates, fundador de Microsoft y segundo hombre más rico del mundo, quiere hacerse con Signature Aviation, el operador británico de jets privados más grande del mundo. Para ello, Cascade Investment, el fondo que administra gran parte de su fortuna personal, anunció el pasado viernes que se había asociado con el fondo Blackstone.
Este movimiento llega a un mes de que Bill Gates publique Cómo evitar un desastre climático: las soluciones que tenemos y los avances que necesitamos, un libro que sigue la senda iniciada hace años por el empresario de comprometerse con la acción climática. En septiembre de 2019, participó en la Cumbre sobre la Acción Climática de la ONU anunciando que destinaría grandes cantidades de dinero para combatir el cambio climático en las zonas más vulnerables.
Sin embargo, y a pesar de estos compromisos económicos, una investigación publicada el año pasado liderada por el profesor sueco Stefan Gössling señalaba que Gates cogió un total de 59 vuelos en 2017, recorriendo más de 320 mil kilómetros, lo que se traduce en una huella de 1.600 toneladas de dióxido de carbono liberadas a la atmósfera.
Este mismo estudio concluía que los aviones privados emiten hasta 40 veces más dióxido de carbono por pasajero que los aviones comerciales. Además, se estima que para 2030 multinacionales y superricos habrán comprado hasta 7.600 nuevos jets privados.
En este sentido, Bill Gates es considerado uno de los grandes superemisores del mundo. Desde el medio The Guardian intentaron conocer su punto de vista sobre la huella de carbono de los jets privados pero no recibieron respuesta. En 2014, el multimillonario reconocía que poseer aviones privados era su “placer culpable”.
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