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Visa pour l’Image: fotoperiodismo sobre la emergencia climática

El festival, que tiene lugar estos días en Perpiñán, celebra su 35ª edición con cuatro exposiciones destinadas a la crisis climática, entre ellas, las de Giles Clarke y Sandra Mehl.
En 2022, los habitantes de la isla de Jean-Charles fueron reubicados en Gray, a 70 km al norte, en un antiguo campo de caña de azúcar transformado en una urbanización de treinta y siete casas. Foto: Sandra Mehl.

Perpiñán acoge, un año más, uno de los festivales de fotoperiodismo más importantes del mundo. Se trata de Visa pour l’Image, que desde 1992 —este año se celebra su 35ª edición— lleva la mejor fotografía documental al sur de Francia. Se puede visitar 24 exposiciones de manera totalmente gratuita a lo largo y ancho de la ciudad desde el 2 hasta al 17 de septiembre.

De las exposiciones que el festival acoge este año, hay cuatro destinadas al cambio climático: la de James Balog, sobre las consecuencias de las acciones humanas en el equilibrio del planeta; la de Ian Berry, centrada en el agua y las interferencias humanas en este elemento; la de Giles Clarke, que hace años que documenta la primera línea de la crisis climática desde Somalia; y la de Sandra Mehl, que desde 2016 y hasta la fecha ha retratado la vida de los primeros refugiados climáticos de Isle de Jean-Charles en Luisiana, Estados Unidos.

Giles Clarke: retratar la hambruna y la dignidad en Somalia

El de Giles Clarke, quien también ha documentado la crisis migratoria en los Balcanes y en Grecia o la guerra en Yemen, entre otros, es un trabajo que no deja indiferente. En la exposición Somalia, without water, we die (Somalia, sin agua, morimos), que se puede ver estos días en Perpiñán, el norteamericano retrata desde 2016 uno de los lugares que ya sufre los embates de la crisis climática: las hambrunas que asolan el país.

En Somalia llevan cinco temporadas de lluvias consecutivas fallidas y la sequía golpea sin descanso. A esta situación climática extrema hay que sumarle la inestabilidad política y económica del país, acentuada desde que en febrero de 2022 estallase la guerra en Ucrania: más del 90% del suministro de trigo procedía tanto de Rusia como de Ucrania. “Solo en 2022, más de 1,4 millones de somalíes huyeron de las regiones más afectadas por la sequía hacia asentamientos de desplazados internos superpoblados en busca de agua, ayuda humanitaria y seguridad. Muchos de este creciente número de personas desplazadas son mujeres y niños de granjas y aldeas rurales que a menudo caminan durante días a través de matorrales abrasados ​​y zonas controladas por militantes para comenzar una nueva vida en tiendas de campaña”, constatan desde la agencia de Naciones Unidas UNOCHA. Se estima que unos cuatro millones de animales de granja han muerto debido a la sequía.

La sequía diezmó su ganado, por lo que esta familia abandonó una aldea del centro del país y llegó recientemente a un campo de desplazados en Baidoa. Giles Clarke para OCHA.
Un pastor somalí con su rebaño cerca de Dolow. Giles Clarke para The New York Times.

Es precisamente esta situación y la vida en los campos de refugiados somalíes lo que el fotoperiodista Giles Clarke viene retratando desde hace siete años. Desde entonces, ha viajado regularmente a los campos de refugiados y ha podido constatar de primera mano los efectos de la emergencia climática en el país: “La mayoría de fotógrafos vamos a los sitios, estamos unos días y nos vamos, pero a Somalia he tenido la posibilidad de regresar. No suelo poder quedarme demasiado por cuestiones de seguridad, pero por eso mismo siempre intento volver. Los últimos cuatro viajes que he hecho me han permitido entender mejor el contexto de un país que hace más de 30 años que está en guerra y que sufre los embates, no solo de los diferentes grupos militares y terroristas, sino también los de la emergencia climática. He podido ver por mí mismo la muerte del ganado y cómo las familias dejaban de generar ingresos. Los desplazados llegan a los campos de refugiados sin absolutamente nada. Son escenas de desesperación, traumáticas”, destaca a Climática el reconocido fotoperiodista. Su último viaje a Somalia fue en enero de 2023 para llevar a cabo un encargo de The New York Times.

Otro de los lugares desde donde Giles Clarke ha retratado la hambruna severa es Yemen, un país sumido en una guerra feroz desde 2014. Es en este lugar donde el fotógrafo norteamericano se ha encontrado con mayores dificultades: “En el norte de Yemen, con semejantes tasas de malnutrición severa, ha sido todo un reto retratar la realidad manteniendo la dignidad de las personas, algo que es muy importante en el trabajo de cualquier fotógrafo. Retratar a las personas con toda su dignidad es algo que siempre tengo en mente y que guía mi trabajo. La herramienta de un fotógrafo no es la cámara, sino la cabeza”, reflexiona. Clarke también destaca la importancia de escoger y editar las fotos de manera que se conforme una historia que se pueda entender. “En mi trabajo siempre intento retratar la resiliencia de las personas y poner en valor la dificultad de vivir en esas condiciones. No tienen nada y se mantienen fuertes y tremendamente generosos. Si consigues ver la fortaleza de las personas, la mitad del trabajo está hecha”, apunta. No es fácil, reconoce: la compasión y la rabia son sentimientos que suelen acompañarle en este tipo de encargos periodísticos. “Y eso es lo más difícil: controlar la rabia”, cuenta. Cuando vuelve a casa, trabaja con un terapeuta para conseguir controlar el peso emocional que le supone este trabajo. “No es fácil deshacerse de esos sentimientos, pero tampoco pretendo que lo sea”, afirma. Para Clarke, hay historias en cada esquina, en cada tienda de cada campo de refugiados que visita. “No son encargos fáciles, pero hay que hacerlos porque esto no sale en ningún sitio, y hay que hacerlo visible”.

Sandra Mehl: el adiós a Isle de Jean-Charle

Sandra Mehl es politóloga de formación y fotógrafa autodidacta. Cuando leyó en un periódico estadounidense la historia de Isle de Jean-Charles, en el estado de Luisiana, lo tuvo claro: quería hacer un proyecto sobre los últimos momentos de los habitantes del lugar. “La historia de esta gente y de la isla me despertó muchísima curiosidad: quería saber cómo vivían y cómo pasaban los años para ellos, así que decidí iniciar un proyecto a largo plazo. Me frustra mucho ver cómo se cubren historias por unos pocos días y luego se olvidan”, detalla para Climática la fotógrafa francesa. Desde 2016 y hasta 2022, ha estado viajando recurrentemente a este paraje, azotado por el cambio climático —que ha provocado la subida del nivel del mar y la erosión de la costa— y la extracción petrolífera. “Los proyectos más largos te permiten crear confianza y una relación con la gente del lugar. Para mí, esto no es solo un trabajo. Cuando vas a menudo a los lugares, las relaciones se construyen desde la naturalidad”. Ahora este trabajo de largo recorrido puede verse en Perpiñán.

Isle de Jean-Charle se encuentra en los confines de Luisiana, a 130 kilómetros al sur de la colorida y animada Nueva Orleans. Una tierra de caimanes, humedales e inestabilidad climática. Y es en este paraje, que bien podría aparecer en alguna secuencia de True Detective, donde salen los primeros refugiados climáticos de Estados Unidos. El motivo es fácil de entender: la isla lleva años hundiéndose poco a poco y actualmente ha quedado reducida a 3 kilómetros de largo por 300 metros de ancho: desde 1955 ha perdido el 98% de su superficie. Según cuenta Mehl, unas diez personas, casi todas ellas gente mayor, continúan viviendo allí. “El Gobierno les ha ofrecido una casa, como al resto, pero se niegan a irse. Es el lugar donde han nacido, crecido y vivido toda la vida y no se quieren marchar. Sus ancestros vivían allí. En la isla han vivido más de diez generaciones, por lo tanto las raíces de esta gente son muy fuertes. Aún hablan en francés”, explica.  En 2016, el Gobierno asignó 48 millones de dólares al estado de Luisiana para realojar a los habitantes de Isle de Jean-Charle a 70 km más al norte: son los primeros refugiados climáticos oficiales de Estados Unidos.

Sandra Mehl ha estado yendo a las casas de la gente año tras año, viendo cómo vivían y también cómo se iban marchando poco a poco. “He hecho un seguimiento de los últimos momentos de su vida en Isle de Jean-Charle antes de ser realojados (…). El peor momento del proyecto se produjo después del huracán Ida [en agosto de 2021, fue el segundo huracán más intenso y dañino registrado en Luisiana, sólo por detrás del Katrina, de 2005], cuando volví, algunas casa que había fotografiado habían sido destruidas por el temporal. Se hizo difícil”, recuerda. La fotógrafa prefiere mostrar los efectos del cambio climático a partir de pequeñas historias. “Hay quien prefiere trabajar en zonas grandes, yo prefiero el espacio pequeño porque creo que luego la gente se puede identificar con estas historias (…) Para mí, la fotografía es una buena manera de hacer visible la evolución de los territorios y los paisajes. Mostrar cómo vive la gente en estos lugares es una buena herramienta, y resulta accesible y comprensible”.

Situada en el sureste de Luisiana, la isla de Jean-Charles ha perdido el 98% de su superficie desde 1955. Ahora es una delgada franja de tierra rodeada por las aguas del bayou. Sandra Mehl.
Denecia y Wenceslao Billiot siempre han vivido en la isla de Jean-Charles y prometieron pasar allí el resto de sus vidas. Él murió un año después de que se tomara esta foto, ella al año siguiente, antes de que el huracán Ida arrasara parte de su casa en 2021. Sandra Mehl.

Sonda Internacional, periodismo visual sobre la crisis climática

Como Giles Clarke y Sandra Mehl, el fotoperiodista español Santi Palacios, uno de los impulsores de un periodismo climático centrado en las imágenes a través de la iniciativa Sonda Internacional. Palacios también destaca la necesidad de encontrar tiempo para abordar en profundidad los procesos climáticos. “Un año no es demasiado tiempo; de hecho, nosotros en Sonda nos planteamos proyectos abiertos, que no tengan fecha de fin. Un proyecto a largo plazo te permite abordar el tema en profundidad y especializarte”.

El proyecto Sonda Internacional, en el que se retrata la crisis climática desde lo audiovisual, surge después de que Santi Palacios, tras muchos años de trabajo en el reporterismo internacional, se diese cuenta de lo difícil que resulta generar impacto en la población cuando se habla de emergencia climática. “Nos resulta más fácil atraer la atención del público cuando retratamos un conflicto y sus consecuencias, pero abordar la crisis climática desde lo audiovisual resulta difícil porque no estamos viendo sus imágenes salvo cuando se producen catástrofes naturales”.

En una época en la que “hay que ver para creer y creer para comprender”, el reto se instala en mostrar los cambios graduales que produce en el planeta la crisis climática. “Cuando hay un enemigo evidente, como en una guerra, el público presta atención, ¿pero cómo se genera esta atención cuando abordamos la emergencia climática?”, se pregunta el fotoperiodista. Y algo tiene claro: “Las imágenes de impacto no sirven para nada. (…) Algo que nos hemos planteado desde Sonda para mostrar esos procesos graduales es crear una sección de comparativas de evolución de los temas climáticos. Hacer un reportaje sobre el deshielo de los glaciares está muy bien, pero ¿y si se crea una gráfica evolutiva en la que se muestra la misma fotografía año tras año? Ahí es cuando se crea consciencia”.

El cofundador de Sonda Internacional considera que otro de los retos del periodismo climático es encontrar el equilibrio entre el respeto por el conocimiento científico y su acercamiento al gran público: “(…) hay que coger  lo que dice la comunidad científica y hacerlo ameno, cercano, entendible, divulgativo. En lo visual también luchamos para encontrar ese equilibrio entre el rigor y la divulgación“.

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