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La ‘uberización’ de la naranja valenciana

Organizaciones de agricultores alertan que la concentración de tierras a manos de fondos de inversión compromete el modelo social del sector y la soberanía alimentaria. Además, el cambio climático está provocando pérdidas millonarias y aumenta el riesgo de plagas.
Campo naranjas en Onda, Castellón Foto: Eli Pallarés

Mercedes pasea con sus nietos entre una hileras de naranjos y llena una bolsa con las últimas naranjas de la temporada. Su familia vivió durante generaciones de esta tierra, de sus naranjas y algarrobos, en Onda, Castellón. Su hermano Juan, un profesor de instituto ya jubilado, se ha dedicado en los últimos años a regar, pulverizar o talar los árboles durante los fines de semana. “Al final, entre el agua, los fertilizantes y otros costes, nos salía a pagar de nuestro bolsillo si queríamos conservar los huertos”, explica. Los hermanos acordaron hace unos años quedarse solo con unos pocos ejemplares de cada variedad de cítricos para consumo propio. “Me dicen mis hijos que esto es agricultura sentimental”, cuenta mientras observa las flores que, si todo va bien, el año que viene serán frutos. A sus 71 años tiene claro que aquí seguirá mientras la salud se lo permita, no tiene claro si sus hijos continuarán con la tradición.

El País Valencià aún cultiva el 2% de los cítricos en el mundo y concentra el 14% de la exportación global, pero su producción tiene una tendencia a la baja. “Llevamos cuatro campañas consecutivas por debajo de la media, con una producción de unos tres millones de toneladas. Antes estábamos en los tres millones y medio de toneladas”, explica Carles Peris, agricultor de Alquerías del Niño Perdido y secretario general de la organización La Unió. La falta de relevo generacional es uno de los motivos tras este descenso. “Tenemos fincas con árboles muy viejos y pequeños agricultores descapitalizados que no invierten en transformar las fincas porque no les sale rentable. Los números nos indican que el 50% del sector PAC (Política Agrícola Común) son personas mayores de 65 años”, lamenta Peris.

Precios a la baja para el agricultor

El sector se siente amenazado por la competencia de otros países como Sudáfrica, Marruecos o Túnez. “Nuestro mercado principal es Europa, ahí se consume el 94% de la naranja valenciana. Y los acuerdos con otros países nos hacen mucho daño, ellos tienen una ventaja competitiva sobre nosotros”. Los agricultores valencianos afirman que tienen los estándares de producción más altos a nivel mundial, con la mayor seguridad para el consumidor y la mayor sostenibilidad. Compiten con otros países que “no cumplen con los mismos criterios sanitarios e igualmente pueden vender a Europa”. Otro factor es el coste de la mano de obra, “Chipre pone naranjas en el mercado europeo a 50 o 60 céntimos, eso es lo que nos cuesta a nosotros la producción”, asegura Peris.

El agricultor no está recibiendo un precio justo“, asegura Laura García Andreu, directora Domingo Domingo, un documental que relata las amenazas que acechan al modelo de agricultura social de las naranja valenciana. “A veces no llegan ni a cubrir los costes, sobre todo en las variedades tradicionales que son las que tienen los pequeños agricultores, los que no tienen otras patentes. Domingo ve como le pagan céntimos por un kilo de naranjas y luego en el supermercado quizás está a dos euros y pico”, explica la cineasta. Los comerciantes apuntan en la película a las grandes cadenas de supermercados como responsables de esta diferencia de precio.

Una pequeña parte de los productores se dedica a la venta directa de sus frutas a través de mercados. La tradición más emblemática es La Tira de Comptar, una institución que se remonta al siglo XII, que hoy en día tiene un espacio en Mercavalència. Otros han abierto canales de venta online y aseguran en las redes sociales que las naranjas y mandarinas llegan del árbol a casa del consumidor en menos de 24 horas. “Esta venta directa no puede absorber la producción que tenemos. Además, nos guste o no, alrededor del 80% de los productos alimentarios se venden en las grandes superficies comerciales, que es donde acude el consumidor mayoritariamente”, expone Peris. La posición de dominio de los supermercados a la hora de fijar los precios es absoluta. “Pasa que tienes un volumen de producción pactado, luego te aprietan y te exigen otro precio”. Afirma que ocurre con casi todos los supermercados y cita a algunos como Consum, Mercadona, Lidl, Aldi o Tesco.

El cambio climático amenaza las cosechas

El cambio climático es otro talón de Aquiles para la agricultura, más para la de regadío como la citrícola. “Siempre que no tenemos el tiempo que toca hay una distorsión agronómica”, señala Peris. La Asociación Valenciana de Agricultores (AVA-ASAJA) destaca que 2022 fue un año pésimo para el campo valenciano. La ola de frío en la primavera y las fuertes lluvias fuera del período habitual provocaron problemas de floración y cuajado en los cultivos. Cifran las pérdidas económicas en 120.000 hectáreas de cítricos, almendras, frutas de hueso y hortalizas en más de 150 millones de euros. Además, la prolongada sequía en verano aumentó los costes energéticos del regadío. Los labradores constatan también un aumento de plagas a medida que se incrementa el calentamiento global. “La política europea de la Agenda 2030 implica una reducción de pesticidas, que cumplimos a rajatabla”, indica el portavoz de La Unió. Aún así, Amigos de la Tierra señala que España es el país de la UE que utilizó más pesticidas en 2020.

La marca Valenciana identifica que los cítricos son de origen valenciano y cumplen los estándares de calidad y sostenibilidad que marca la Unión Europea en los supermercados. Foto: Carles Peris.

Los agricultores reivindican más etiquetado que ayude al consumidor a identificar el producto de proximidad y la manera en que se ha cultivado. La Generalitat Valenciana lanzó el año pasado la marca Valenciana, un distintivo para naranjas y mandarinas del territorio. Hay empresas que han patentado nuevas variedades, como la Orri o La Tango, y los agricultores deben pagar un cánon para cultivarlas. “Representan una oportunidad porque ellos controlan el nivel de producción y se venden a mejor precio, además tienen un margen para hacer campañas publicitarias”, explica Perís. El castellonense opina que “el consumidor debe tener muy interiorizado que cuando compra un productor europeo hay un estándar de calidad muy superior”. Estos productos representan además un sistema productivo “social y humano”. “Nuestro modelo es de miles de pequeños y medianos agricultores organizados en cooperativas, con variedad de cultivos, condiciones laborales dignas y un reparto de la riqueza”.

El futuro se prevé muy distinto. “Ahora vamos a un modelo de concentración, con fondos de inversión que están entrando en empresas agrarias. Al final veremos una concentración de la tierra en unas pocas manos, lo que una involución, es volver a un sistema feudal de la Edad Media. Si las grandes empresas acaparan la producción vamos a una uberización del sector agrario”, sostiene Peris. “Y ese modelo no es el que le interesa a la sociedad en general porque no garantiza la soberanía alimentaria”, concluye el agricultor.

Parte de este reportaje forma parte de la revista 94 de La Marea, publicada en el mes de mayo.

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COMENTARIOS

  1. Jornaleros: España, loma a loma, es de gañanes, pobres y braceros. ¡No permitáis que el rico se la coma, jornaleros! (Miguel Hernández)
    Los naranjos son tuyos, no permitas que Uber se los coma, agricultor valenciano.

  2. hola muy buenas a todos….yo lo que lamento , me indigna y me humilla , es que se ha perdido el respeto al agricultor productor…es como que no tiene derecho ninguno , y se les han subido todo dios a su chepa y todos mandan menos el dueño del campo y de las naranjas. a la hora de recogerlas , los comercios al que se le ha vendido la cosecha, se presentan con unas cuadrillas de desaprensivos , que no le tienen ningun respeto a la fruta , ni a los mismos naranjos, que si no llegan para cogerla , rompen las ramas , la que no cae dentro del capazo , no la cogen ninguna de las que se les cae , dejando una merma de fruta buena que se desperdicia , por el simple desprecio y desfachatez que demuestran ciertas cuadrillas de recolectores venidos de paises del este , que no respetan nada, y ademas son unos autenticos marranos que te dejan el campo lleno de todo lo que beben y comen llenos de latas de todo tipo plasticos de fiambres botellas de cristal y todo lo que se les ocurra tirar, basta yaaaaaa..no lo consintamos mas, hagamonos de respetar , es un desproposito absoluto e indignante. y la culpa es de los comercios que contratan a esa gente sin respeto ninguno, le hacen perder al productor muchisima fruta buena ,,esun abuso intolerable .
    debieramos concienciarnos de formar cuadrillas valencianas como se hacia antaño y era una delicia ver aquella gente con un proceder campechano de alegria y respeto por todo y uno se quedaba bien satisfecho feliz y contento una vez recogidas sus naranjas, no como lo que ocurre ahora , y otra cosa que quiero comentar…no se puede permitir ni consentir , que nos cobren de nuestro sudor y que nos carguen un gasto mas abusivo desde siempre, como es el de la correduria , el corredor trabaja para un comercio pues es el comercio el que le tiene que pagar al corredor, puesto que gracias a el las naves estan llenas de naranjas puesto que son los que hacen las fichas de compra con los productores. asi que se olviden ya de una jodida vez, que no nos cobren mas a nosotros los porcentajes de la puta y vieja correduria que ya es un cuento obsoleto ,abusivo y sin sentido , muchisimas gracias , pido por favor que se difunda esta tan humilde reflexion.

  3. Está claro que si nos dejaran escoger, la inmensa mayoría de los consumidores, comeríamos productos de nuestros agricultores, por la calidad y por defender el campo y al productor español. Pero muchas veces es imposible, una porque no sabes la procedencia del producto y otra porque habrá familias que con sus ingresos económicos, no podrán acceder.
    Pero está claro que las leyes que se hacen tanto en Europa como en España, están hechas para beneficio de las grandes empresas para que el agricultor, se canse y acabe vendiendo su terreno. Si en verdad se quiere protegerlo, no hay que permitir que los lobbys marquen las pautas a la hora de legislar y permitir que la gente pueda vivir de lo que produce. El beneficio tiene que ser para el agricultor, que es el que rompe el lomo, no para las grandes distribuidoras ni para los ” agentes” que están en el medio de productor y consumidor, que son los que se llevan los beneficios, sin trabajo alguno. Y son los que hacen encarecer el precio de los productos.
    Hay que proteger al que produce y no al intermediario y de paso al consumidor, que cada vez pagamos más, para salir contaminados, con productos de terceros países que a saber lo que traen , porque es imposible que se controle toda la producción que entra, por las autoridades en la materia.
    La cantidad de dinero que se ahorrarían los sistemas de salud de los países por las enfermedades que se podrían evitar, si comieramos menos productos contaminados.

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