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Sudamérica: abandonar el extractivismo para sobrevivir a la desigualdad y al cambio climático

"El futuro climático de la región, como el del resto del mundo, no pinta bien", señala Carolina Vera, vicepresidenta del Grupo de Trabajo I del IPCC. Junto a Gabriel Blanco, también del panel de especialistas, analizamos los impactos y retos a los que se enfrenta Sudamérica.
Foto: Sadie Teper (Unsplash).

Nueve olas de calor consecutivas y el frío y la ansiada lluvia siguen sin llegar. Argentina ha superado a duras penas el que ya es oficialmente el peor verano de su historia, uno plagado de alertas rojas y récords de temperatura que se batían una semana tras otra, con olas de calor que llegaron a durar hasta 15 días seguidos en la capital, Buenos Aires. La situación se vio acentuada por la prevalencia de La Niña en el Pacífico, un fenómeno natural que también está detrás de una sequía que se extiende por casi tres años.

Los pronósticos para los próximos meses no mejoran. Según el Servicio Meteorológico Nacional (SMN), las temperaturas seguirán al alza durante abril y mayo y no se esperan precipitaciones abundantes. El caso de Argentina no es único: Chile (que sufrió este verano una de las peores olas de incendios que se recuerdan en el país), Paraguay y Uruguay la han acompañado de récord climático en récord climático durante los últimos meses. 

Los impactos del calentamiento global son cada vez más evidentes en Sudamérica, una región donde trascienden lo puramente meteorológico y se ven acentuados por la pobreza, la desigualdad o debilidad institucional. La región es un punto caliente de la vulnerabilidad, tal como la definió el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC).

“En el sur de Sudamérica, estamos atravesando un periodo de tres años de sequías que, este último verano, se vio acompañado por una serie inédita de olas de calor muy intensas”, explica la meteoróloga argentina Carolina Vera, vicepresidenta del Grupo de Trabajo I del IPCC. La huella del cambio climático es clara en el aumento de la intensidad y la frecuencia de las olas de calor y se deja ver también en los cambios en los patrones de lluvia, aunque “todavía no es posible atribuir directamente la influencia humana al aumento de la sequía”, añade Vera.

“En el fondo, lo que estamos viviendo es una combinación de la variabilidad natural con el cambio climático antropogénico. El ambiente en el cual los fenómenos climáticos se desarrollan ya no es igual que antes. El sur de Sudamérica ha estado influido por La Niña, un fenómeno natural que ha promovido condiciones secas y cálidas. Pero esas variaciones naturales se ven exacerbadas por el calentamiento global“, explica la científica. La primera ola de calor del pasado verano, cuyos efectos se notaron en Argentina, Paraguay, Uruguay, Bolivia y Chile, fue 60 veces más probable por causa del cambio climático antropogénico, según la World Weather Attribution.

Extremos de temperaturas en Argentina durante el mes de marzo. Servicio Meteorológico Nacional.

El futuro (y el presente) climático de Sudamérica

Durante el Sexto Ciclo de Evaluación del IPCC, que acaba de cerrarse con la publicación del informe de síntesis, las tendencias y los impactos del cambio climático se analizaron y modelizaron, por primera vez, a escala local. En el caso del centro y el sur del continente americano, tal como se resume en este documento, el grupo de especialistas coincide en que habrá un aumento generalizado de las temperaturas y que los regímenes de lluvias se volverán más aleatorios y extremos.

Además, se avanzará en el deshielo de los glaciares, fuente de agua dulce para una parte importante de la población de la región, y las condiciones propensas a la sequía serán cada vez más habituales (sobre todo, en el sur del continente), lo que a su vez afectará a la agricultura y multiplicará el riesgo de incendios forestales. En el caso argentino, por ejemplo, la falta de agua en los últimos años ha provocado la pérdida de la mitad de las cosechas de soja o maíz, lo que se traduce en pérdidas de miles de millones de euros para el sector agrícola.

“El futuro climático de la región, como el del resto del mundo, no pinta bien“, añade Carolina Vera. Además de los impactos ya nombrados, la vicepresidenta del Grupo de Trabajo I del IPCC señala que el aumento del nivel del mar (potenciado de forma puntual por las mareas intensas producidas por las tormentas), la pérdida de biodiversidad y el aumento de la incidencia de las enfermedades transmitidas por vectores también son efectos del cambio climático a tener muy en cuenta en la región.

La vulnerabilidad multiplica los riesgos climáticos

Desde que en 2020 la pandemia de COVID-19 puso el mundo patas arriba, los niveles de pobreza en América Latina no han dejado de aumentar. Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) de la ONU, más de 200 millones de personas viven en situación de pobreza en la región, de los cuales 82 millones están en situación de pobreza extrema. El paro y la precariedad laboral, que afectan en particular a las mujeres, y los obstáculos para acceder a una educación de calidad (en la que también hay una importante brecha de género) también multiplican la vulnerabilidad de la población de la región.

El informe del Grupo de Trabajo II del IPCC, publicado en febrero de 2022, hacía también hincapié en otras causas de la vulnerabilidad, como los modelos ineficientes de gestión de la tierra, la debilidad de las instituciones o los desequilibrios heredados de la época colonial. “Es evidente que los impactos del cambio climático en Sudamérica son mayores que en otras zonas del planeta porque las condiciones de vulnerabilidad son también mayores”, subraya Carolina Vega.

“Sudamérica está impactada severamente por el cambio climático y, al mismo tiempo, tiene una situación socioeconómica muy problemática”, explica Gabriel Blanco, docente, investigador de la Universidad Nacional del Centro de Argentina (UNICEN) y autor coordinador del Grupo de Trabajo III del IPCC. “Los gobiernos tienen urgencias económicas y sociales muy grandes y no ven que la salida a esos problemas pasa por cambiar el modelo de desarrollo. En general, seguimos profundizando en un modelo económico basado en la explotación de recursos naturales para proveer al resto del mundo de materias primas”.

Plataforma de extracción de petróleo en la reserva de Campos, en Brasil. CaptainDarwin/Wikimedia Commons.

El extractivismo frente a la acción climática

Año 2024. Si todo sale bien, ExxonMobil empezará a bombear petróleo desde un nuevo yacimiento en la cuenca petrolera de Guyana y Surinam, en el norte de Sudamérica. Los planes de la compañía pasan por extraer al menos 1.300 millones de barriles de crudo con un proyecto en el que ha invertido cerca de 13.000 millones de dólares. No es el único plan extractivo que el gigante petrolero de Texas tiene en la región, ya que también cuenta con operaciones en Brasil y Argentina.

De acuerdo con la base de datos Global Registry of Fossil Fuels, los proyectos de extracción de combustibles fósiles no han dejado de aumentar en los últimos años en la región, a pesar del compromiso de todos los países sudamericanos con el Acuerdo de París. Ecuador ha seguido expandiendo su proyecto petrolero en la inmensa reserva que posee en la Amazonia, y Argentina continúa con el desarrollo de la explotación de Vaca Muerta, el segundo mayor yacimiento del mundo en recursos no convencionales de gas fósil. Brasil está entre los 10 mayores productores de petróleo del planeta, y tan solo Colombia, tras la llegada al Gobierno de Gustavo Petro, ha anunciado que paralizará las nuevas exploraciones de petróleo y gas.

“En Sudamérica, en casi todos los países, el cambio climático no está en la agenda pública. Apenas se menciona en los medios, ni siquiera en vinculación a los eventos extremos que sufrimos”, señala Gabriel Blanco. “Bajo esta mirada, la cuestión del cambio climático es algo lejano. El discurso es el de que no es un problema nuestro, que tenemos otras urgencias, y que lo tienen que abordar los países responsables. Así, si el cambio climático no existe y es un problema de otros, podemos seguir con nuestro modelo extractivista y seguir produciendo petróleo y gas”.

En este contexto, las estrategias de mitigación están lejos de ser todo lo ambiciosas que se necesitaría (algo que, por otro lado, sucede en casi todos los países del mundo). De acuerdo con Climate Action Tracker, los compromisos nacionales de reducción de emisiones (las llamadas NDC, por sus siglas en inglés) son insuficientes en todos los países de la región y, en especial, en Argentina. De todas las naciones, tan solo Brasil ha presentado una actualización de su NDC en 2022 y, aun así, no ha servido para ampliar su ambición climática.

“El modelo económico basado en la extracción de recursos naturales está concentrado en pocas manos y refuerza la desigualdad. Ni siquiera los Estados tienen la posibilidad de explotar el petróleo o de instalar una central nuclear, porque dependen de una gran corporación extranjera. Argentina, por ejemplo, es un país cuyo consumo energético depende casi al 90% de los combustibles fósiles, pero que no tiene la capacidad tecnológica ni financiera de desarrollarlos”, detalla Gabriel Blanco.

“Lo primero en lo que habría que pensar es en diversificar y descentralizar, en darle poder a las comunidades y a las regiones. Sin embargo, los pasos se están dando en la dirección contraria. Abandonar el modelo extractivista es difícil, llevamos siglos así, desde que éramos colonia de España“, concluye el investigador argentino. “Siempre se espera que la riqueza que genera este modelo extractivista y concentrado se derrame por la población. Pero eso no ocurre nunca”. Un modelo que sigue acumulando la riqueza en pocas manos, reforzando la destrucción del medioambiente y la desigualdad y que, además, lastra la mitigación y la adaptación al cambio climático, cada vez más urgentes.

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COMENTARIOS

  1. Brasil tiene un nuevo presidente, ¡pero la destrucción de la selva amazónica ha vuelto a alcanzar un máximo histórico este último mes!
    Están reduciendo la Amazonia a cenizas y la UE amenaza con echar más leña al fuego.
    La codicia de la industria agroalimentaria que tala quema y arrasa la selva amazónica para obtener carne y soja baratas.
    Y, para colmo, la Comisión Europea y las grandes empresas pretenden recuperar el desastroso tratado comercial UE-Mercosur con Brasil y otros tres países.
    Si el acuerdo sale adelante, Europa obtendrá un nuevo suministro más barato de carne de vaca, soja y madera, mientras las corporaciones siguen destruyendo con su codicia la selva amazónica. ¿Y qué obtienen a cambio los países de Mercosur? Unos pesticidas tóxicos tan peligrosos que su venta está prohibida en la UE. Es un acuerdo terrible para la selva, las comunidades indígenas y el planeta.
    ¡Demostremos que preferimos proteger la selva amazónica a intercambiar pesticidas tóxicos por filetes baratos!
    https://act.wemove.eu/campaigns/no-acuerdo-ue-mercosur-amazonas-ardiendo?action=share&utm_campaign=20230323_ES&utm_medium=email&utm_source=civimail-52779

  2. Opacidad y la falta de debate democrático en torno al acuerdo comercial UE-Mercosur
    Coincidiendo con el Consejo informal de comercio de la UE que se celebra en Estocolmo, la coalición transatlántica Stop UE-Mercosur, denuncia las negociaciones a puerta cerrada con los países del Mercosur para cerrar un acuerdo de libre comercio lesivo para las dos regiones.
    A pesar de haber sido rechazado por la ciudadanía, gobiernos y varios parlamentos nacionales de la UE, las organizaciones sociales y ambientales critican que la Comisión Europea y el Gobierno español han vuelto a situar el acuerdo como prioridad en la agenda política con la excusa de la llegada de Lula a la Presidencia brasileña.
    La coalición enfatiza que el instrumento adicional que negocia la UE en secreto desde hace meses no es más que otro instrumento de lavado verde que no soluciona los problemas causados por el comercio entre ambos bloques en la crisis climática, la pérdida de biodiversidad, las violaciones de derechos humanos o seguridad alimentaria.
    “los problemas que plantea el acuerdo UE-Mercosur son estructurales. Su principal objetivo es promover el comercio de productos vinculados a la deforestación, al cambio climático y a las violaciones de derechos humanos. Es imposible que un protocolo adicional pueda revertir esto”.
    «La maniobra de la Comisión Europea al redactar y negociar el instrumento en reuniones secretas vuelve a señalar el carácter antidemocrático de la UE. Es inaceptable que se niegue el acceso a información relevante y se dificulte un debate democrático en los parlamentos para analizar exhaustivamente las consecuencias de este acuerdo”, ha añadido Tom Kucharz, también portavoz de Ecologistas en Acción.
    «No se puede aprobar un reglamento europeo que pretende limpiar la cadena de suministro de productos asociados a la deforestación en países como Brasil y Argentina y profundizar al mismo tiempo un modelo comercial que arrasa con las vidas de comunidades y aumenta la destrucción de ecosistemas».
    La coalición Stop UE-Mercosur propone una relación alternativa entre los países y las poblaciones del Mercosur y la UE, basada en la solidaridad, la igualdad, la cooperación, la sostenibilidad y la democracia. Porque aumentar el comercio de bienes y servicios va en contra de todos los esfuerzos para frenar la emergencia social y ambiental en el mundo.

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