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Radicalizar la protesta frente a la inacción climática

El activismo climático, cansado de la falta de políticas climáticas reales, se ha pasado a la desobediencia civil. A diferencia de las protestas anteriores, esta nueva oleada de acciones –no exentas de críticas– tiene mayor atención mediática.
Momento de la protesta en el Museo del Prado. Foto: Cedida por Futuro Vegetal.

Víctor de Santos sabía que podía terminar encarcelado, pero eso no le paró. A sus 30 años, este investigador español que integra el movimiento Rebelión Científica se desplazó a Alemania junto a otros compañeros llegados de otros países para realizar acciones de desobediencia civil y así alarmar de la emergencia climática. Tras accionar la alarma de incendios en la conferencia anual de la Organización Mundial de la Salud en Berlín, se desplazaron hasta Múnich el 24 de octubre. Allí, en el museo de BMW, pegaron sus manos a uno de los coches más lujosos que había. Fueron 15 los detenidos y se pasaron más de una semana en prisión preventiva. “No queda otro remedio que escalar en las acciones si los gobiernos siguen sin poner medidas”, explica De Santos.

Un par de semanas antes, dos jóvenes de la organización Just Stop Oil lanzaban salsa de tomate al cuadro Los girasoles de Van Gogh en la National Gallery de Londres y se pegaban a la pared mientras reclamaban el cese de nuevas licencias de extracción de petróleo y gas. El 23 de octubre, otros dos activistas lanzaron puré de patata a un cuadro de Monet en el Museo Barberini, en Berlín. También exigían que la clase política tomara medidas para luchar contra la crisis climática. El pasado 5 de noviembre, una acción similar se desarrolló en el Museo del Prado de Madrid, entre la ‘Maja vestida’ y la ‘Maja desnuda’ de Goya. Dos activistas del colectivo Futuro vegetal se pegaron al marco de las obras y pintaron “+1,5 °C” en la pared. La chica y el chico fueron detenidos, al igual que otras dos comunicadoras que se encontraban cubriendo la protesta. En ninguno de estos casos los cuadros sufrieron desperfectos.

Bien es sabido que si no quieres las mismas respuestas, debes cambiar las preguntas. Eso es lo que piensan decenas de jóvenes organizados en sus países para alertar de la crisis climática, justo cuando se desarrolla la COP27 en Egipto. Cansados de que otro tipo de protestas pacíficas no surtan el mismo efecto que las relatadas, el activismo climático radicaliza su acción: “No escuchan las alarmas que lanzan los expertos, así que decidimos pegarnos a uno de los coches de lujo que gastan más recursos”, relata De Santos. 

Su paso por prisión, dice, tan solo le ha hecho darle más razones para continuar la lucha. “Las alarmas que hacemos saltar no están hechas para gustar. A nosotros tampoco nos gusta enfrentarnos a detenciones y multas, pero estamos obligados a actuar”, agrega este científico. Y continúa: “Ya recogimos firmas, hicimos campañas de concienciación, manifestaciones, y no han cambiado las cosas. No queda otro remedio que la desobediencia civil, no queda otro remedio que escalar la radicalidad de las acciones, y esto solo es el comienzo de una lucha masiva enfocada desde la no violencia, aunque no sabemos si eso será así cuando la gente vea peligrar su vida por la crisis climática”.

La protesta del Prado

Samuel Gómez fue uno de los integrantes de Futuro Vegetal que se pegó al cuadro de Goya, en Madrid. Tiene 18 años, estudia fotografía en el País Vasco y afirma, ya en libertad tras su detención, que “la idea nunca es atacar la pintura, sino llamar la atención”. Si ese es el objetivo, lo han logrado: los marcos no se vieron afectados y las imágenes salieron en los telediarios. “Mi generación necesita un futuro. Los datos científicos cada vez son más pesimistas y la inacción nos aboca al fracaso. El Gobierno debe dejar de financiar a grupos empresariales que dañan el medio ambiente”, enuncia el joven.

Tanto Gómez como la otra activista fueron detenidos acusados de desórdenes públicos y daños contra el patrimonio cultural. “Estuvimos todo el fin de semana en los calabozos, hasta que pasamos a disposición judicial. Ni en comisaría ni en el juzgado declaré, pero sé que me puedo enfrentar a una pena de prisión”, relata el estudiante.

El divulgador climático Andreu Escrivá era una de esas personas que no veían con buenos ojos este tipo de acciones contra el arte. Al poco tiempo, su opinión cambió un poco. “Me preocupó que con la acción de Los girasoles no hubiera ningún apoyo por parte de los activistas que sigo. Lo admito, la imagen me resultó desagradable”, señala. Con el paso de los días vio cómo cada vez se generaba un debate más rico en matices, con más vertientes, y empezó también a reflexionar sobre por qué el arte.

“Es curioso, porque otros tantos activistas ocuparon parte del aeropuerto de Ámsterdam para criticar los jets privados, y eso no se lo tomó la sociedad como un ataque porque no se percibe como patrimonio compartido”, establece el divulgador. Él, autor de Y ahora yo qué hago. Cómo evitar la culpa climática y pasar a la acción (Capitán Swing, 2020), vio que no era una sola acción, sino que empezaba a ocurrir en otros lugares del mundo. Se trata de un mensaje que ha permeado en la sociedad gracias a que han sido varias acciones sostenidas en el tiempo

Escrivá tiene dudas sobre estas acciones, pero también tiene claro que los divulgadores como él deben utilizarlas para hablar sobre la crisis climática global y la insuficiencia de las políticas actuales. “Y debemos huir de ese falso dilema que contrapone preservar la naturaleza al arte. Lo que quieren los activistas es que todo el mundo pueda disfrutar del arte, pero si seguimos así nos tendremos que replantear hasta qué punto es válido ese disfrute en un mundo en llamas”, agrega.

“Yo no pongo mi prestigio, dinero o carrera en juego, así que me gustaría huir de cualquier tipo de paternalismo sobre estos activistas. Aquí la gente se juega cárcel, multas y detenciones, y ponen su futuro en juego”, explica. Escrivá, además, predice que “en unos años veremos que era ridículo pensar que nos pareciera intolerable echar sopa de tomate a un cuadro al que no causas ningún daño. Diremos: aún pasa poco”.

La pensadora y doctora en estudios culturales Azahara Palomeque también ha reflexionado sobre estas acciones, sobre todo al escuchar los gritos que los visitantes proferían a los activistas. “Han roto el decoro, han violado la sacralidad de un espacio respetable, un museo, pero ahí hay mucho más que un simple ataque a unos cuadros que no son sido dañados”, destaca. 

“Con el tiempo acabaremos comprendiendo que lo que hacen estos activistas frente a lo que consideramos buen comportamiento es mucho más importante. A mí también me causó impacto ver una obra de arte mancillada, pero luego ves que tiene su lógica. Si cortan carreteras no les hacen caso y los medios solo hablan de estas acciones, así que consiguen que el mensaje llegue”, se explaya la pensadora.

Hay otra lectura más simbólica de todo esto. Para Palomeque es interesante la contraposición que se hace con el proyecto de futuro del arte: “Pensamos que va a durar miles de años, que nos conecta con el pasado, y se revaloriza con el tiempo. Esa línea temporal se corta al tirarle sopa o puré a un cuadro para decir que la crisis climática demanda una respuesta inmediata”, en sus propios términos.

La acción realizada en El Prado no solo tuvo consecuencias para las activistas. Las imágenes que vieron miles de personas fueron grabadas por Joanna Giménez i Garcia, periodista que cubría la acción para El Salto. Identificada por la Policía Nacional en la pinacoteca, le llamaron a declarar junto a la otra comunicadora que cubría el acontecimiento como reportera gráfica, tal y como afirma Javier Moreno, abogado de las dos y miembro de Legal Sol. 

En un movimiento tildado de preocupante y peligroso por asociaciones como Reporteros sin Fronteras, diversos sindicatos de periodistas, la Plataforma de Defensa del Periodismo del Consejo de Europa y distintos políticos, las dos comunicadoras fueron detenidas acusadas de los mismos delitos que los activistas. “Así se erosiona la libertad de información que comunican una acción sobre algo que preocupa a gran parte de la sociedad”, agrega el letrado.

Según el defensor, “esta reflexión es muy pertinente porque, al final, el control de la disidencia se puede hacer de muchas maneras, y una de ellas es reprimir el poder de informar de manera libre, y si eso ocurre, sería un ataque a la democracia”. Más allá de declaraciones en apoyo, el primer partido político en mostrar su repulsa hacia lo sucedido ha sido Vox, quien se ha querellado contra las dos activistas y las dos comunicadoras por delitos sobre el patrimonio, resistencia y desobediencia, desórdenes públicos y allanamiento de domicilio de persona jurídica.

Giménez i Garcia ha afirmado en su perfil de Twitter, tras su puesta en libertad, que “esta situación crea un precedente muy peligroso e inadmisible en una supuesta democracia dónde existe la libertad de prensa. Debemos promover una legislación que proteja a las reporteras que cubren actos de desobediencia civil. Que, al fin y al cabo, son de interés público”.

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COMENTARIOS

  1. Bravo, chicxs, si es que no queda otro remedio ante el terrorismo que ejerce este genocida sistema capitalista/consumista.
    Mil gracias por rebelaros ante él.

  2. Vamos directos al holocausto de la naturaleza y de sus criaturas y a los necios les preocupan las obras de arte. ¿Quien las necesitará cuando hayamos desaparecido?
    Reporteros sin Fronteras y la Plataforma de Defensa del Periodismo de la UE que empiecen por emplearse a fondo en el ASESINATO LENTO CONTRA EL PERIODISTA JULIAN ASSANGE por publicar información sobre algunos actos criminales cometidos por el imperio USA y en la liberación de PABLO GONZALEZ periodista vasco secuestrado desde hace 8 meses en Polonia violando todas las leyes internacionales y ante el silencio cómplice de la UE y de la mayoría de sus colegas en lugar de cargar contra unas responsables reporteras que lo único que hacen es cumplir con su deber.
    Lxs luchadorxs, lxs verdaderamente comprometidxs, lxs no acomodaticixs están en las cárceles o represaliadxs o en el exilio, lo menos que podríamos hacer sería defenderlxs.

    ¿”una supuesta democracia dónde existe la libertad de prensa”?:
    Microsoft o democracia, la objeción de conciencia digital se convierte en motivo de dimisión (El Salto)
    A Lucía (nombre ficticio) le suponía un conflicto ético trabajar en un entorno donde se cedían datos personales sensibles a grandes corporaciones. Dimitió. No es una nueva ludita, sino que alerta de la necesidad de la soberanía digital frente a un capitalismo en el que los gobiernos optan por la dejación de funciones.
    Lucía recuerda que el Plan de Recuperación pretende digitalizar desde la educación y los servicios sociales hasta la agricultura, sin cuestionar por qué y para qué. “Ahí detrás hay lobbies imponentes y debe haber un debate social, que tendrá que venir desde abajo”, confía. “Si quiero ser fiel a mis principios, no me siento cómoda en un trabajo en el que día a día otorgamos nuestra información privada a grandes corporaciones para que mercadeen con ella. Si estás en ese bucle y no eres conscientes, contribuyes a proveerles. Pero si eres consciente, ya no puedes mirar hacia otro lado. Las implicaciones son tan bestiales como el caso de Cambridge Analytica, en el que el uso de los datos se convirtió en un ataque a la democracia y, si no hay democracia, la alternativa es la dictadura. Suena todo como muy grande y fatal, pero estamos minando nuestras democracias de una forma bestial y, cuando eres consciente, resulta muy difícil seguir haciéndolo”…

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