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El cambio climático dificulta los tratamientos de cáncer

Un estudio señala cómo los fenómenos meteorológicos extremos inciden en la exposición a factores de riesgo y en la atención de la enfermedad.
Incendio forestal de California en 2018. Eric Coulter, BLM. Foto: incendio

El número de nuevos casos de cáncer diagnosticados en España en 2020 alcanzará los 277.394. Casi 10 millones de personas en el mundo morirán de cáncer este año. Es la segunda causa mundial de defunción. Si bien cada vez hay más tratamientos y se trabaja más en la prevención, el diagnóstico continúa siendo uno de los más temidos en el mundo, sobre todo en los países con los ingresos más altos. Sin embargo, la identificación, el control de los factores de riesgo y una temprana detección hacen que cada vez se pueda hacer frente de mejor manera a esta enfermedad.

Hay, no obstante, un factor importante que no se suele tener en cuenta: la incidencia de la crisis climática en la proliferación de esta enfermedad, que no entiende de edades (pero sí de clases sociales, como todas). El cambio climático afecta a dos niveles: en la exposición a factores de riesgo, y en la atención y tratamiento de la enfermedad una vez detectada.

Los fenómenos meteorológicos extremos (huracanes, ciclones, incendios, lluvias etc.), muchos de ellos ligados a los efectos del calentamiento global de la atmósfera, provocan daños en las infraestructuras médicas y, por tanto, aumentan exponencialmente el riesgo a padecer cáncer porque la población pierde sus recursos para la detección del cáncer o su tratamiento en muchas regiones del mundo, la mayoría en países en vías de desarrollo.

Crisis climática, liberación de carcinógenos e infraestructuras

En un estudio publicado esta semana en la revista Cancer Journal for Clinicians se describen varios ejemplos: el huracán Harvey que golpeó Texas en 2018 inundó 8 plantas químicas que liberaron grandes cantidades de carcinógenos en la ciudad de Houston. Los incendios forestales sin precedentes durante el verano de 2018 en California hicieron que la contaminación del aire en el área de la Bahía de San Francisco fuese uno de las peores del mundo. El humo de aquellos incendios se extendió por toda Norteamérica, liberando partículas cancerígenas que fueron aspiradas por miles de personas. ¿Y qué decir de la aflatoxina? El cambio climático aumenta la exposición de los cultivos a este potente carcinógeno, producido por hongos y que puede llegar a contaminar cosechas enteras.

Es evidente que los fenómenos meteorológicos extremos interfieren en la atención y el tratamiento de la enfermedad. El estudio pone otro ejemplo, el huracán María ocurrido en 2018 y que golpeó fuertemente Puerto Rico: se tuvo que cerrar una fábrica que era responsable de la mayor parte de las bolsas de líquidos intravenosos de pequeño volumen para Estados Unidos. Esto condujo a la escasez nacional de fluidos intravenosos y dificultó algunos tratamientos por cáncer. Asimismo, el huracán también hizo que se anulasen los servicios de oncología en la isla. Estos retrasos pueden significar en muchos casos la diferencia entre morir y vivir. Obviamente, este tipo de fenómenos meteorológicos extremos también amenazan las infraestructuras de hospitales, laboratorios y clínicas.

Huella de carbono y atención médica

La investigación destaca también la contribución del sistema de atención médica (sectores de la industria hospitalaria y farmacéutica) en Estados Unidos a aumentar la huella de carbono. “Dentro de los hospitales, los quirófanos, que consumen grandes cantidades de energía para la ventilación, son una fuente importante de emisiones, al igual que los gases anestésicos utilizados en cirugía, que pueden ser miles de veces más potente que el dióxido de carbono. Análisis recientes han encontrado que la industria farmacéutica es un 50% más intensiva en carbono que la industria automotriz. Dada la gran dependencia de la atención del cáncer en cirugías, servicios de radiología y productos farmacéuticos, los tratamientos de cáncer son responsables de una contribución descomunal a la huella de carbono”, señala el estudio.

A pesar de la afirmación rotunda, hasta la fecha no se ha llevado a cabo ningún estudio que estime -que pueda dar cifras exactas- la contribución de la atención al cáncer al cambio climático. No obstante, se recomienda optimizar las salas de operaciones; capturar, en la medida de los posible, los gases anestésicos; y potenciar el uso de máquinas y computadoras energéticamente más eficientes.

“Algunas instalaciones de tratamiento del cáncer han comenzado a considerar su propia huella de carbono y han comenzado procesos para neutralizarlo. Sin embargo, la proporción de instituciones de atención médica que informan sobre actividades de sostenibilidad ambiental va a la zaga de otros sectores económicos, y no está claro cuántas instituciones involucradas en la prestación de atención del cáncer evalúan actualmente el impacto ambiental que tienen sus actividades. Fomentar la medición de la huella de carbono y los informes públicos (…) ayudaría a identificar oportunidades para disminuir el impacto ambiental del sistema de atención de la salud y funcionaría como un incentivo para la implementación de métodos más sostenibles”.

Por último, el estudio también hace hincapié en la necesidad de cambiar algunos patrones dietéticos para ahuyentar la sombra del cáncer. Tal y como se destaca, “las dietas pobres son la principal causa de muerte prematura [por cáncer]”. La International Agency for Research on Cancer (Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer) clasifica el consumo de carnes procesadas como una fuente cancerígena y asocia el consumo de carne roja con un mayor riesgo de cáncer colorrectal. Por eso propone reemplazas los alimentos de origen animal por los de origen vegetal.

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COMENTARIOS

  1. La mayoría de las enfermedades, cáncer incluído, creo que tienen mucho que ver con una atmósfera y una naturaleza adulteradas y enfermas.
    Según dicen algunos gurús de la India si la energía fuera pura el ser humano podría vivir cientos de años.

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