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Los bancos más importantes de Canarias no guardan dinero sino biodiversidad

El Jardín Botánico Viera y Clavijo, en Gran Canaria, cuenta con un Banco de ADN, uno de semillas y otro del Saber Popular cuya función es proteger la flora de las islas en un contexto de crisis climática y de biodiversidad.
Las muestras de semillas son almacenadas en una cámara a menos 15 grados centígrados. Foto: Eduardo Robaina.

Canarias tiene un tesoro no siempre reconocido por su población, sus dirigentes y las ingentes cantidades de personas que visitan alguna de las ochos islas cada año. Un tesoro con un valor inmenso, incalculable, intangible. No hace falta tasarla desde el punto de vista económico para ser conscientes de que las consecuencias de su desaparición sería una catástrofe. Hablamos de la biodiversidad canaria.

La biodiversidad, formada por la flora y fauna que habita en los diversos ecosistemas de todo el mundo, nos proporcionan comida, cosméticos, combustibles, medicinas, protección… Lo explicaba perfectamente en una entrevista a este medio la colombiana Ana María Hernández Salgar, hasta hace poco presidenta del IPBES, el organismo de referencia a nivel mundial en biodiversidad: “Tenemos tantos usos de la biodiversidad incorporados en nuestro día a día que, si eliminamos la biodiversidad, eliminamos el soporte vital del ser humano. Sin biodiversidad no podemos vivir. Y no estoy siendo para nada exagerada”.

En el archipiélago canario hay descritas más de 17.000 especies terrestres silvestres y cerca de unas 9.000 marinas. Del total, 680 plantas y más de 3.000 animales son endémicos de las islas, es decir, que son únicos de ese lugar, que no se encuentran en otra parte. Este hecho hace de Canarias el centro de biodiversidad más relevante de la Unión Europea y uno de los más destacados a nivel global. En el ámbito nacional, y a pesar de que las islas representan apenas el 1,5% del territorio, Canarias acoge más de la mitad de los endemismos del país, alrededor de 4.000 especies.

Pero hay un problema. El planeta atraviesa una crisis de biodiversidad sin precedentes que se ve potenciada por la crisis climática, y son las dos mayores crisis ambientales de nuestro tiempo. Desde 1970, la población de mamíferos, aves, peces, anfibios y reptiles ha sufrido un descenso medio del 69% a escala mundial, según el Índice Planeta Vivo.

Juli Caujapé-Castells, director del Jardín Botánico y responsable científico del Banco de ADN. E.R.

Un banco para custodiar los genes de la flora canaria

Canarias no está exenta de la pérdida de su biodiversidad, lo que hace necesario llevar a cabo acciones en favor de su conservación. Entre barrancos, en la capital de Gran Canaria, existe un lugar creado para ello: el Jardín Botánico Viera y Clavijo – Unidad Asociada de I+D+i al CSIC del Cabildo de Gran Canaria, conocido también como Jardín Canario.

Este enclave de 27 hectáreas (es el Jardín Botánico más grande de España) y 2.500 especies en su interior (de las cuales alrededor de 500 son endemismos de Canarias o de otros archipiélagos macaronésicos) fue creado en 1952 por el botánico sueco Eric Ragnor Svensson (que latinizó su nombre a Sventenius) tras enamorarse de la biodiversidad del archipiélago. Su objetivo era reunir en un solo lugar toda la flora de las islas para su conservación. Falleció en 1973 en un accidente de tráfico a las puertas del Jardín, donde sus restos descansan, junto a una zona de laurisilva donde iba a pensar y escuchar a los pájaros.

Desde el siglo pasado hasta la actualidad, el proyecto ha evolucionado para adaptarse a los desafíos del presente. Dentro del propio Jardín Canario, que cada día disfrutan locales y foráneos, se alzan unos edificios dedicados a la ciencia, la investigación, la educación y la divulgación. En ellos se trabaja con el objetivo de proteger el tesoro vegetal de las islas.

Uno de estos edificios alberga el banco de ADN de la flora canaria, instalación pionera en España creada entre 2004 y 2006. “Es, sobre todo, un banco de información, porque la secuencia de la molécula de ADN contiene las claves que nos permiten conocer la evolución y relaciones entre las especies de la flora actual”, explica a Climática Juli Caujapé-Castells, director del Jardín Botánico y responsable científico del Banco de ADN.

Ruth Jaén Molina, responsable del Banco de ADN, supervisa unas muestras. E.R.
El Banco de ADN cuenta con varias zonas donde se almacenan las muestras genéticas. E.R.

El objetivo principal del banco es representar toda la flora canaria con el máximo grado de precisión geográfica y facilitar la labor al resto de departamentos del Jardín. El banco, a su vez, se divide en tres colecciones: las muestras de hojas recolectadas en las poblaciones naturales y a partir de las cuales se hace la extracción del ADN; los extractos de ADN, almacenados en tubitos a temperaturas que llegan hasta los -20 ºC; y las matrices con las secuencias de ADN de las distintas especies que han ido generando en los laboratorios del centro.

Pero, ¿cómo ayudan los datos moleculares a diseñar mejores estrategias de conservación? Lo resume Ruth Jaén Molina, responsable del departamento de Biodiversidad Molecular y Banco de ADN de la flora canaria: “Hay un axioma que dice que a mayor diversidad genética, más capacidad van a tener las especies de responder ante cambios ambientales. Y en el contexto actual, en el que se están dando cambios a nivel global tan rápidos, entre ellos el cambio climático, poder detectar las especies que tienen mayor variabilidad en sus genes y que van a ser capaces de adaptarse mejor y más rápido a esos cambios –por ejemplo, de subida de temperatura–, va a ser una información muy importante”. Y añade un aspecto clave, síntoma de la actual situación: “Muchas veces, los recursos económicos que se destinan a la conservación son limitados, por lo que es importante saber en qué espacios y hábitats hay que priorizar esas actuaciones de conservación”.

En total, en el banco de ADN está representado el 85% de la flora endémica de Canarias, a lo que se suman muestras de otros archipiélagos macaronésicos debido a que existe una gran conexión entre ellos. “Tenemos bastantes muestras de Cabo Verde y de Madeira, porque tenemos colaboradores que nos envían material desde allí, y luego, en menor medida, de Azores, del norte de África y del Mediterráneo”, cuenta Jaén Molina. El objetivo –complicado, lamenta la experta– es llegar al 100% de la flora endémica canaria. La dificultad estriba en la falta de personal especializado. “No se trata solo de recolectar el material, sino de tener luego a gente que lo identifique”, explica Ruth Jáen Molina, quien apunta a que cada vez hay menos personas interesadas en aplicarse en esta labor.

Actualmente, el banco dispone de unas 28.000 muestras de hojas deshidratadas en gel de sílice. “Nosotros no solo queremos tener una representación de una muestra por cada uno de los taxones endémicos que están en Canarias, sino que también queremos tener recogidas muestras que representen toda la distribución geográfica de esas especies. Por ello, de cada taxón tenemos recogidas varias poblaciones”, detalla la bióloga de formación.

Luego, cuentan con unos 14.000 tubos de muestras con extractos de ADN. Es decir, que no tienen ADN extraído de todas las muestras de las que disponen. La responsable lo explica: “Antes lo hacíamos, pero nos dimos cuenta de que solo por el espacio que ocupan era inviable. Lo que decidimos fue extraer solamente las muestras que íbamos a estudiar o que nos solicitaban de otros centros de investigación para su estudio”.

Muestra de hoja para extraer su ADN. E.R.

Un edificio protege el legado de la biodiversidad canaria

Muy cerca del banco de ADN hay otro proyecto clave que actúa como seguro de vida de la biodiversidad de las islas: el Banco de germoplasma. Desde fuera parece una casa familiar, pero en su interior está el pasado, presente y futuro de la flora canaria.

También llamado Banco de Semillas, en él se conservan unas 6.000 accesiones, que es como se denomina al registro que se hace cada vez que se recogen semillas de una especie y población determinada. De este total, 564 son taxones endémicos canarios, lo que representa cerca del 90% de los endemismos actualmente reconocidos.

El del Jardín Canario, fundado en 1983, es uno de los más de 30 bancos de semillas que conforman la Asociación IberoMacaronésica de Jardines Botánicos. En el mundo hay más de 350 depósitos dedicados a esta labor. “Somos el tercer banco de semillas en número de accesiones a nivel nacional y el más importante de la región Macaronésica”, pone en valor Miguel Ángel González, coordinador del Banco de germoplasma.

Este lugar puede recordar al famoso Banco Mundial de Semillas de Svalbard, conocido popularmente como “la cámara del fin del mundo”. Es el más grande que existe al disponer de semillas de plantas de muchos países. Pero, a diferencia del banco del Jardín Canario, cuyo cometido principal es proteger la flora silvestre, el de Noruega se centra en el germoplasma de cultivos. Aun así, si bien el de Gran Canaria no es un espacio capaz de resistir terremotos, el impacto de bombas y otros desastres, también cuenta con unas 450 accesiones de cultivares endémicos de Canarias.

Las semillas se guardan en tubitos con algodón y perlas de sílice. E.R.

Mientras que el Banco de ADN actúa, sobre todo, como un repositorio de información genética indispensable para estudiar y proteger la flora, el Banco de germoplasma se encarga de custodiar semillas “que en un momento dado, y dependiendo de las necesidades, pueden volver al medio natural donde se recolectaron para formar parte de reforzamientos poblacionales o para restaurar poblaciones o zonas de la isla que puedan haberse visto afectadas por contingencias de diferente tipo”, explica Juli Caujapé-Castells.

Un ejemplo de casos extremos donde sería necesario echar mano del repositorio de semillas es tras una inundación o, algo más habitual, un incendio forestal como los que sufren de forma recurrente islas como Gran Canaria, Tenerife y La Palma. No obstante, según explica el director del Jardín Canario, después de un incendio “la primera actuación necesaria no es plantar la semilla, sino esperar un tiempo para ver si el banco de semillas del subsuelo actúa y regenera esas poblaciones que se han visto afectadas por las llamas. A veces, la naturaleza tiene sus propias herramientas para compensar los desastres que sufre, pero cuando no es así, ahí estamos para acompañarla en su recuperación”, detalla.

Unas de las trabajadoras del Banco de Semillas. E.R.

Un legado que no se puede perder

La labor de protección y conservación de la biodiversidad que lleva a cabo el Jardín Canario no se limita a los laboratorios. También cuentan con el Banco del Saber Popular sobre la Flora Canaria. Su labor, explican, es “recopilar, inventariar y custodiar los saberes tradicionales asociados a la flora canaria, en especial a la endémica, entendiendo que tales conocimientos son endémicos en sí mismos”.

El objetivo principal es, defienden, fomentar lo que denominan la “biodiversidad cultural”, entendida como la “diversidad de saberes que los seres humanos han desarrollado a través de la historia en su relación con la biodiversidad”. Esto va desde las creencias, los mitos, los sueños y las leyendas hasta el lenguaje, manejos, aprovechamientos o conocimientos tradicionales. En definitiva, una labor de educación ambiental indispensable para que no caigan en el olvido los conocimientos y aprendizajes adquiridos durante miles de años.

“A veces, da la sensación de que la sociedad no es del todo consciente de la importancia que tiene la biodiversidad en nuestras vidas”, lamenta Caujapé-Castells. “Si perdemos la biodiversidad, fuente de muchos de los bienes indispensables para la humanidad, nuestra supervivencia como especie va a estar muy comprometida”, añade.

“En un territorio insular con tanta presión sobre la flora, cada vez es más necesario buscar estrategias para ayudar a las especies, sobre todo las endémicas, a superar las distintas amenazas que hay sobre ellas para que no desaparezcan”, avisa Ruth Jaén Molina, quien contribuyó a la creación del Banco de ADN. “Si esto pasa –dice la experta–, no solo sería una pérdida del patrimonio natural de Canarias, sino del patrimonio mundial”, señala Jaén Molina, quien participa en el Banco desde su creación.

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