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“Una sociedad con cultura de emergencias es una sociedad preparada”

Hablamos con el bombero forestal Ignacio Villaverde sobre el peligro de los incendios forestales en un contexto de crisis climática.
Ignacio Villaverde, en una foto cedida. Foto: ignacio-villaverde

Se acerca el verano, y con él, meses críticos debido a los incendios forestales. O no del todo. Las reglas del juego son otras. La crisis climática, que no entiende de estaciones, es la culpable: sequías que no cesan, temperaturas extremas…: “Hay una idea errónea de que en invierno tiene que haber menos incendios forestales, pero el cambio climático ha cambiado esto”, explica Ignacio Villaverde, bombero forestal de la Junta de Castilla y León. “Obviamente, los fuegos más potentes son en verano, pero la amenaza está presente el resto del año”, puntualiza.

Villaverde es manguerista, o lo que es lo mismo, es la persona que se enfrenta a las llamas. Y cuando no está frente al fuego, lo está frente a la pantalla. Desde su cuenta de Twitter, @WildlandFirefig, dedica parte de su tiempo a divulgar sobre incendios forestales que ocurren en cualquier punto del planeta.

En los últimos meses, muchos de sus tuits han estado dedicado a hablar casi exclusivamente de la situación de Australia. Día y noche, fue siguiendo la evolución de unos incendios forestales sin precendentes. “Nunca he visto nada igual, salvo quizás algunas facetas de los incendios de Siberia de este verano”. Y avisa: “Es un poco el espejo en el que vernos”.

Hace unas semanas publicaba un tuit donde mostraba su preocupación de cara al verano. ¿Por qué?

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Las últimas lluvias, que han sido por lo general abundantes y bastante repartidas, traen también un aumento en el crecimiento de combustibles finos y ligeros de primavera: pasto, hierbas, etc. Todo esto en unas semanas estará seco. Y aquí entran en juego los efectos del confinamiento, pues se han demorado las labores de prevención (tanto por parte de las Administraciones como de particulares propietarios de fincas, huertas…). Es decir: encaramos el verano con mucho más combustible que en años de primavera más seca, en especial en zonas de interfaz urbano forestal. 

No obstante, en los últimos días he visto que tanto administraciones públicas como particulares comienzan a realizar esas labores de prevención. El factor final lo pondrá la meteorología: si tenemos un verano suave, la humedad acumulada aguantará más tiempo y eso siempre juega a nuestro favor. Por el contrario, si tenemos un verano que siga los modelos previstos en cuanto al cambio climático, es decir, más largo, con olas de calor más duraderas y con picos de temperatura más altos, podemos tener serios problemas y pueden desatarse incendios en zonas con alta carga de combustible.

¿Cómo repercute el estado de alarma y la pandemia a vuestro trabajo?

Respecto a la intervención en incendios, es probable que nuestra efectividad se vea algo mermada: el distanciamiento social, la higiene escrupulosa y el cumplimiento al 100% del uso de mascarillas son incompatibles con muchas facetas de nuestro trabajo, o al menos se verá muy limitado. Tendremos que adaptarnos para intentar cumplir la normativa y eso repercutirá en los tiempos de intervención y en las dinámicas de trabajo. 

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¿Por qué es un error hablar de ‘campañas de verano’?

Ha quedado demostrado que la estacionalidad en cuanto a los incendios forestales se ha roto. Vivimos una campaña de incendios permanente. Lo de campañas de verano es una visión tradicional que en su época sirvió, pero debemos evolucionar. Hace 40-50 años podía haber un incendio en invierno, pero no se notaban tanto los efectos del calentamiento global. Además, había más población rural, lo que hacía que hubiese menos combustible y los incendios no eran tan amenazadores como ahora. Asimismo, no podemos basar las estrategias de extinción pensando únicamente en tener operativos al 100% solo cuatro meses al año, cuando sabemos que en mayo, noviembre o diciembre, incluso enero, pueden haber incendios tan graves como los que se dan en verano.

¿Están el Gobierno y las Comunidades Autónomas gestionando la situación correctamente?

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Se van dando pasos. Realmente, el mensaje de que ‘todo se hace mal en las Comunidades Autónomas’ no es verdad. Estamos mejor que hace 20 años, está claro, pero es cierto que muchos demandamos que se hagan cosas más valientes. También depende mucho de cada CC.AA. Catalunya, por ejemplo, va 30 pasos por delante de otras Comunidades, como Castilla y León. Luego, hay que tener en cuenta que cada zona tiene sus peculiaridades, y la problemática de los incendios puede llegar a ser distinta.

También es importante destacar que todo se vuelca en la extinción y hace tiempo que decimos que esto debe cambiar, porque es poner parches. Hay que hablar de cambiar los paisajes y cómo nos relacionamos con ellos para que, aunque se inicie un incendio forestal con gran capacidad de propagación, se pare o ralentice en determinado lugar de tal manera que nosotros podamos frenarlo.

El problema no es que un bosque arda, porque vivimos en un ecosistema mediterráneo acostumbrado a ello. El problema es que el cambio climático está haciendo que arda de manera poco sostenible para los propios bosques, al tiempo que provoca emergencias civiles que ponen en peligro la vida de las personas.

También es importante saber que cambiar los paisajes tiene que ir de la mano de poner en valor el mundo rural. Los bosques se están adaptando, poco a poco, a un nuevo clima, pero ¿sabremos nosotros adaptarnos con ellos? La clave es ayudar a que se adapten y, de esa manera, aprovecharnos nosotros.

Una queja recurrente en vuestro sector es la poca atención si no hay incendios.

Esto va con la cultura de emergencia que tienen las distintas sociedades. Ahora lo estamos viendo con los sanitarios. Se les ha tenido puteados durante años y ahora se les aplaude. Y, a lo mejor, dentro de dos años otra vez se les vuelve a tener puteados. Mira ahora, la gente con las mascarillas, que se las pone en la frente o en la barbilla. Eso es por una gravísima falta de cultura de emergencia. Lo mismo ocurre con los incendios.

Durante semanas y meses, Australia fue noticia por unos incendios de una magnitud nunca antes vista. ¿Cómo es la situación actualmente?

A mediados de febrero, prácticamente los últimos incendios quedaron extinguidos o sin capacidad de propagación. Empezó a llover, y arrancó el otoño. Allí el destrozo por los incendios ha sido enorme. Tanto medioambiental como humanamente ha sido una catástrofe: bomberos con problemas psiquiátricos, con ansiedad; gente que lo ha perdido todo… Ahora están empezando a llegar a algunas zonas casetas de obras para gente que lo perdió todo hace meses.

Con un Gobierno negacionista del cambio climático, que dice que esto no afecta a los incendios, pues lo vas a pagar antes o después. Y ellos lo han pagado con creces. Australia, como han dicho varias veces sus responsables, no se veía en una situación así desde la II Guerra Mundial. 

Por suerte, en Australia el coronavirus no ha golpeado tan fuerte. Imagínate tener que evacuar a miles de personas de una ciudad con COVID-19…

¿Qué se puede aprender de lo ocurrido allí?

Australia es un poco el espejo en el que mirarnos. Aunque cada parte del mundo tenga sus peculiaridades, no podemos decir que lo que ha ocurrido en Australia no pueda pasar aquí. Obviamente, exactamente lo mismo no, pero sí se podría dar un escenario parecido. La clave de todo esto no es si va a ocurrir, sino cuándo. 

En España decimos que no se está haciendo suficiente y se nos acusa de alarmista, pues vale, pero un día lo vamos a pagar caro, con muertes y destrucción. No hay otra. Es cuestión de tiempo.

La clave de todo esto no es si va a ocurrir, sino cuándo. 

¿Cómo se podría gestionar ese panorama?

Mediante un trabajo multidisciplinar. Se necesita un cambio de sociedad, no hay otra. 

El modelo de consumo, por ejemplo. Tenemos más ganadería intensiva que extensiva, y eso es un error. A lo mejor no vamos a poder comernos todos los días un filete. Hay que reducir la intensiva en favor de la extensiva. Eso nos ayudará, además, a reducir los peligros de incendios gracias a la reducción de combustible. Con esto también vas a permitir que la gente viva más en los pueblos. 

Y, como decía antes, es fundamental fomentar una cultura de emergencias. Una sociedad con cultura de emergencias es una sociedad preparada. Tengo esperanza en que esta situación actual [en referencia a la pandemia] sirva como lección. Hay que concienciar, sobre todo, a gente que vive en los núcleos urbanos de que [los incendios] también les pueden afectar a ellos. No solo cuando van al campo y vean todo quemado, que eso es estético, sino que todo lo que ocurra en los bosques afecta a temas como el agua o la calidad del aire.

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COMENTARIOS

  1. Yo que procedo del medio rural, por cierto muy descuidado actualmente por la desidia de la gente y por la gubernamental (en la órbita del capital no quieren conciencia del bien común), estoy más que de acuerdo con todo lo que expone Ignacio.
    Pena que no haya millones de Ignacios y que nos instruyan y eduquen a mayores y chicos, mandatarios y mandados. Personas como él me llenan de gratitud y hace que renazcan mis moribundas esperanzas en un mundo mejor.
    Hay mucha diferencia de una Comunidad a otra en el cuidado de la naturaleza, cierto. Es tan evidente que no hace falta ni rótulo indicando que estás entrando en otra Comunidad. Cuestión de cultura…
    *****************************

    Los países del sur de Europa, que además de ser los más vulnerables al cambio climático, han sido también algunos de los más afectados por la pandemia del COVID-19, tenemos la obligación, en un escenario post-coronavirus, de liderar la recuperación de nuestras economías de una forma modélica, y demostrar al mundo que otro modelo social y económico es necesario y factible, basado en la sostenibilidad ambiental y socio-económica, y en el respeto a la naturaleza.
    La salud humana está íntimamente ligada a nuestro entorno natural, por lo que ecosistemas sanos contribuyen a una mayor resiliencia ante pandemias u otros fenómenos del cambio global que nos amenazan. Y a la cabeza de esos ecosistemas se encuentran los medios acuáticos, los más amenazados del mundo.
    Los ríos y humedales han sido señalados por los expertos como los mayores proveedores de servicios ecosistémicos. Son sumideros de carbono y estabilizadores climáticos esenciales a escala mundial. Ejercen un papel importante en la mitigación de las inundaciones y las sequías, nos proveen de aguas limpias, protegen las costas y recargan los acuíferos subterráneos, sustentan una gran geodiversidad, desempeñan un papel imprescindible en el paisaje al proporcionar hábitats únicos y en la prestación de servicios recreativos y culturales a la sociedad. Sin embargo, los ecosistemas acuáticos son los que más agresiones reciben en todo del mundo. Cuidarlos y restaurarlos es muestra de madurez y responsabilidad hacia las generaciones futuras y además una estrategia inteligente y rentable.
    https://www.ecologistasenaccion.org/142111/la-importancia-de-no-dejar-atras-la-salud-de-los-rios-y-los-humedales/

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