master cooperación internacional online

Tornados en Navidad: la máquina que no para (ni sale a cuenta)

Las tormentas que han devastado varias zonas del Medio Oeste de EE.UU. se cebaron con los más débiles: los empleados que no pudieron abandonar su puesto de trabajo. Los daños por los fenómenos extremos acumulan miles de millones. El capitalismo hace oídos sordos.
Una bandera de EE. UU. colocada frente a las casas destruidas por un tornado, en Mayfield, Kentucky. Foto: USA TODAY NETWORK vía Reuters Connect

Una marea de escombros en la que pueden distinguirse las estructuras de edificios desgajados por el viento, dañados, cuando no enteramente demolidos, cubre el pueblo de Mayfield, en Kentucky. La misma imagen se repite en otras localidades del estado, el más afectado por un conjunto de tornados que devastó también otras zonas del Medio Oeste de Estados Unidos. En total, 88 muertos llenan las portadas de los periódicos, número que seguirá aumentando según vayan localizándose los 100 desaparecidos que aún quedan y el reloj indique cada vez menos probabilidad de supervivencia.

Récord tras récord, las cifras, de tanto ser calificadas como «históricas», van perdiendo la capacidad de generar sorpresa: el gobernador de Kentucky ya ha dicho que nunca había visto una tragedia semejante; se estima que uno de los tornados que arrasó la zona recorrió más de 400 kilómetros, la trayectoria más amplia jamás registrada para este tipo de fenómenos; cuando se confirme el número final de fallecidos, otro récord, esta vez en pérdidas humanas, se añadirá a la lista. Por si fuera poco, todo el centro de Estados Unidos, lo equivalente a una población de 80 millones de personas, está en alerta por altas temperaturas, vientos huracanados y, de nuevo, riesgo de tornado.

Según datos del Centro Nacional de Información Medioambiental (NCEI, en sus siglas en inglés), la media de tornados ocurridos en el mes de diciembre entre los años 1991 y 2010 es de 24. El año pasado se reportaron 30 durante la misma fecha. Este año, aunque aún no hay cifras oficiales, se avistaron al menos 40 sólo en las áreas afectadas el pasado fin de semana (que incluyen zonas de Arkansas, Illinois, Tennessee, Mississippi, Indiana y Ohio), y varios más unos días más tarde en territorios como Minnesota, donde a estas alturas del año debería estar nevando. Los tornados se alimentan de aire caliente y suelen ocurrir en verano; las catástrofes que se han vivido no sólo son impropias en magnitud, sino que se han producido fuera de la temporada en que se las espera y, a pesar de que los expertos aún no han culpado directamente al cambio climático, se sabe que el vínculo entre la potencia destructora de los torbellinos recientes y el calentamiento global antropogénico es prácticamente innegable.

En la espiral sin freno a la que parece que estamos abocados frente a la inacción de las grandes potencias, entre el dilema de limitar el crecimiento económico o seguir exacerbando lo que ya se conoce como sexta extinción, las cuentas comienzan a no cuadrar ni para quienes apuestan por la continuidad de las lógicas capitalistas. En rueda de prensa, un Joe Biden visiblemente conmovido por las ruinas presenciadas recalcaba los 99.000 millones de dólares acumulados en pérdidas sólo en 2021 debido a desastres naturales, incluyendo el huracán Ida y los incendios de California.

ecooo

Sin contar el cúmulo de vidas que a diario se lleva por delante el cambio climático, cada vez son mayores los costes que desata, lo cual, entre otras cosas, está provocando una subida de precios en los seguros del hogar para los residentes de zonas de riesgo por inundación e incendios, y un aumento del gasto federal destinado a cubrir los daños: el pasado agosto, FEMA, la agencia encargada de responder ante tragedias de este calibre, anunció un incremento del 23% en el presupuesto para mitigación de riesgos instigados por la crisis climática. Las alarmas son cada vez más frecuentes, así como las medidas de reparación ante un fenómeno que no garantiza la seguridad en ninguna parte y para el que los datos pasados son insuficientes si se trata de pronosticar la próxima calamidad, porque lo que los récords apuntan es precisamente eso, el carácter impredecible del problema.

Trabajar hasta morir

A diferencia de Trump, quien tenía preferencia por gestionar las ayudas federales según la afinidad con los políticos de las zonas afectadas, Biden firmó de inmediato la declaración de estado de emergencia para Kentucky, enclave republicano, y ha asegurado que el gobierno hará frente a los gastos generados por la debacle durante el primer mes, tales como refugios para las miles de personas que se han quedado sin casa, servicios de limpieza y primeros auxilios, el dispositivo policial y especialistas en salud mental. Los testimonios de los supervivientes, desgarradores, hablan de un trauma colectivo que se ha cebado, además, con los más débiles: aquéllos obligados a trabajar en mitad de la tormenta, como los empleados de un centro de Amazon en Illinois, donde han aparecido seis cadáveres, y los de una fábrica de velas de Kentucky, que cuenta con ocho muertos en su haber. Los trabajadores de esta última han anunciado ya que llevarán a la empresa a los tribunales. Independientemente del resultado de la demanda, ambos casos sirven para ejemplificar, a grandes rasgos, las dinámicas perniciosas de un sistema que sólo se detiene cuando ya no hay más remedio, cuando es demasiado tarde.

Trabajar hasta morir por causas evitables de haber podido detener el trabajo con una mínima garantía de estabilidad material, ése podría ser el resumen de esta historia. Pero la máquina no para, las emisiones de gases de efecto invernadero siguen su curso al alza, los regalos de estas fiestas nos devolverán los ecos de quienes quedaron atrapados en un amasijo de ripios para satisfacer la demanda navideña de consumo.

Gracias a la colaboración de nuestra
comunidad podemos publicar. Ayúdanos a seguir.

COMENTARIOS

  1. Cumbre tras cumbre, la temperatura del planeta, el consumo y la producción industrial continúan aumentando. Y, mientras nuestras élites políticas plantean falsas soluciones (como plantar árboles sin criterio o permitir a empresas y gobiernos compensar sus emisiones para seguir contaminando), los pueblos indígenas enfrentan la violencia genocida de un modelo de conservación dispuesto a exterminarlos.
    —————————————
    El clima, el gran nivelador por Mordecai Ogama:
    Pensar que el capitalismo, el mercadeo y la especulación pueden emplearse para mitigar el daño provocado a lo largo de los años es el colmo de la hipocresía
    Una de las facetas más absurdas de esta quimera que conocemos como cambio climático es la aparición de la monetización del medioambiente y la aceptación de términos estrambóticos como créditos de carbono y compensación o comercio de emisiones. Previamente, observábamos cómo el capitalismo y sus hábitos consumistas se habían convertido en la causa del desastre medioambiental que afrontamos. El hecho de que podamos pensar que el capitalismo, el mercadeo y la especulación pueden emplearse para mitigar el daño provocado a lo largo de los años es el colmo de la hipocresía, un cuadro de disonancia cognitiva grave, o ambas a escala global.
    Que el dinero cambie de manos en estas transacciones no tiene ningún impacto en las emisiones. Significa, ni más ni menos, que los que contaminan pagan por ello. Los costes se trasladan a los consumidores, de modo que los mayores responsables de la contaminación no pierden nada. Y como la mayoría de las emisiones se originan durante la producción de bienes esenciales, al final todo se reduce a un sencillo intento de fraude por el que los compradores pagan y luego sufren las consecuencias atmosféricas en forma de condiciones climáticas extremas.

    Pensar que el capitalismo, el mercadeo y la especulación pueden emplearse para mitigar el daño provocado a lo largo de los años es el colmo de la hipocresía

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.