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El reto de mitigar el metano en el arroz sin agravar la pérdida de biodiversidad

"Aunque mantener los campos drenados durante el invierno reduciría significativamente las emisiones anuales de metano, hay que tener en cuenta el relevante papel ecológico que juegan los arrozales en la preservación de la biodiversidad", apunta la experta.
Campo de cultivo de arroz. Foto: Maite Martínez-Eixarch

Este artículo forma parte de una serie con la que se pretende explorar el impacto que tienen en el cambio climático los sistemas agroalimentarios de la mano de la Red científica REMEDIA.

Si bien el anterior artículo en Climática sobre emisiones de metano (CH4) se apuntaba la fermentación entérica como la principal fuente de emisiones de CH4 en el sector agroalimentario, el cultivo de arroz es otra fuente importante que representa el 8% de las emisiones de CH4 antropogénico

La inundación del cultivo durante la mayor parte de su ciclo de crecimiento es la causa de las elevadas emisiones de este gas, ya que las condiciones anaeróbicas del suelo inducen la actividad metanogénica. Una de las principales medidas de mitigación de CH4 en este cultivo se basa en la implementación de sistemas de riego que incluyan periodos de drenaje (secas) que aportan condiciones aeróbicas en el suelo e inhiben la actividad metanogénica.

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Además, el riego intermitente aporta otro beneficio clave para la adaptación al cambio climático, que es el ahorro hídrico: producir arroz con menos agua es trascendental para afrontar periodos de escasez de este recurso como los ya sufridos en Andalucía o los proyectados en el futuro como consecuencia del cambio climático. 

El riego intermitente en el cultivo del arroz como medida de mitigación de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) ha sido ampliamente estudiado a escala mundial y los resultados obtenidos en cuanto a su capacidad mitigadora y al impacto agronómico son variables en función del contexto edafoclimático y agronómico y de la intensidad con la que se aplica, es decir, la acumulación de los días de drenaje.

Las emisiones de CH4 se reducen proporcionalmente a los días acumulados de seca, pero a la vez, el riesgo de pérdidas de producción debido al estrés hídrico y/o salino sube también proporcionalmente. Esto es especialmente relevante en zonas arroceras costeras como las de Andalucía, la Comunidad Valenciana y Cataluña, que tienen ya de por sí niveles de salinidad elevados por la influencia del mar. 

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Foto de la autora.

Por otro lado, hay que destacar que la mitigación de CH4 puede verse parcialmente compensada por las emisiones durante las secas de otro GEI, el óxido nitroso (N2O), el cual tiene una capacidad de calentamiento global muy superior (28 y 265 respectivamente, para horizontes temporales de 100 años). A pesar de esta compensación, la mayoría de los estudios concluyen que el riego intermitente permite reducir de manera significativa el potencial de calentamiento global neto resultante de las emisiones de CH4 y N2O.

En el caso del Delta del Ebro, el riego intermitente puede reducir alrededor del 80% de las emisiones de CH4 durante el cultivo con pérdidas mínimas o insignificantes en la cosecha, si bien es cierto que este porcentaje puede ser variable en función de diferentes factores como el tamaño de la parcela, textura y salinidad del suelo, dotación de agua en las parcelas y capacidad de autogestión del riego. 

La variabilidad en la capacidad de mitigación y en el riesgo agronómico asociado a la aplicación del riego intermitente exigen estudios a escala regional o local previos a su implementación para optimizar el compromiso entre mitigación de CH4, reducción de consumo de agua y producción del cultivo. Los resultados de estos estudios deben ser adecuadamente transferidos al sector arrocero, para así dotarle de criterios técnicos y objetivos para una implementación efectiva y segura, adaptada a las condiciones específicas de sus explotaciones.

Asimismo, deberían establecerse incentivos económicos para los productores donde la implementación del riego intermitente conlleve pérdidas inevitables de cosecha para permitir una aplicación extensa de este sistema de riego y, de esta manera, contribuir desde el sector arrocero al compromiso de reducción de las emisiones globales de CH4 en al menos un 30% respecto a los niveles de 2020 de aquí a 2030. 

Otra fase crucial en las emisiones de CH4 en el cultivo del arroz es la postcosecha, particularmente en aquellos sistemas de cultivo que incluyen una fase de barbecho con inundación hibernal para favorecer la presencia de las aves acuáticas, como es el caso de las zonas arroceras en deltas o marismas en el delta del Ebro, La Albufera y el bajo Guadalquivir. En estos casos, las emisiones durante la postcosecha pueden representar dos tercios de las emisiones globales.

Aunque mantener los campos drenados durante el invierno reduciría significativamente las emisiones anuales de CH4, hay que tener en cuenta el relevante papel ecológico que juegan los arrozales en la preservación de la biodiversidad. La inundación hibernal de los arrozales favorece la densidad, diversidad y las paradas migratorias de aves acuáticas en los arrozales y en los humedales naturales adyacentes.

Estamos, por lo tanto, ante a una situación de antagonismo entre medidas que mitigan las emisiones que causan el calentamiento del planeta y las que favorecen la biodiversidad. Para hacer frente a esta dicotomía, es necesaria una cogestión del territorio entre los sectores productivo, socioeconómico y conservacionista basada en un enfoque integral evaluando los dos efectos antagónicos en los diferentes espacios del territorio para finalmente optimizar el balance a escala paisajística.

Aves acuáticas en un cultivo de arroz
Aves acuáticas en un cultivo de arroz. Foto: Jordi Pascual.

En la Unión Europea y España, los arrozales son un cultivo relativamente menor y, sin embargo, tienen asociados unos valores históricos, culturales y ecológicos que realzan la importancia de este cultivo y la necesidad de mejorar su sostenibilidad ambiental y económica. Muchas áreas de arroz irrigadas están integradas o colindan con espacios naturales protegidos, como parques naturales o nacionales y zonas ZEPA (Zona de Especial Protección para las Aves), además de ser sitios Ramsar para la protección de especies en peligro de extinción.

Pero, tal y como hemos visto anteriormente, también son importantes emisores de CH4 en la atmósfera. Estos vínculos requieren que haya un reconocimiento tanto científico como político de la necesidad de un enfoque global más integrado para la gestión de estos sistemas agroecológicos, de modo que podamos abordar tanto la crisis climática como la pérdida de la biodiversidad al mismo tiempo que se garantiza la rentabilidad presente y futura del sector primario, garante de la soberanía alimentaria de nuestro país y del continente.

Maite Martínez-Eixarch
Investigadora, IRTA-Programa Aguas Marinas y Continentales
La Ràpita (Tarragona)
maite.martinezeixarch@irta.cat

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