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CO2M, el centinela de la ESA para vigilar las emisiones de todos los países del mundo

La Agencia Espacial Europea está desarrollando un sistema satelital que podrá medir las emisiones sin depender de la capacidad de los países para elaborar sus estadísticas.
Foto: ESA/Copernicus

Sobre el papel, en las mesas de negociaciones y en los eslóganes publicitarios de muchas empresas, el mundo está comprometido con la lucha contra el cambio climático. Pero los planes de reducción de emisiones, las contribuciones determinadas a nivel nacional (las NDC que obliga a publicar el Acuerdo de París) y la mayoría de acuerdos climáticos tienen un punto débil: las emisiones de gases de efecto invernadero son, casi siempre, estimaciones (más o menos precisas, pero nunca exactas).

Tenemos una idea bastante buena de cuánto CO2, metano y compañía estamos bombeando a la atmósfera, pero no lo sabemos a ciencia cierta. Como consecuencia, tampoco sabemos con exactitud hasta qué punto están funcionando las medidas de mitigación puestas en marcha. Para acabar con este escenario de datos difusos, la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés) está desarrollando un sistema satelital que podrá medir las emisiones directamente a escala local, regional y nacional. La idea es lanzarlo ya en 2026 (aunque es probable que haya retrasos).

¿Cómo se miden las emisiones de gases de efecto invernadero?

En la primavera de 2020, mientras todos los países del mundo se protegían como podían de una nueva enfermedad emergente, pasó algo más que ya no creíamos posible. En aquellos meses, el cielo de Nueva Delhi se volvió azul, los habitantes de Los Ángeles pudieron volver a ver las montañas de San Gabriel y Madrid perdió su boina. Estábamos en casa encerrados, apenas había tráfico y muchas industrias habían parado, lo que redujo los niveles de contaminación (y de emisiones de gases de efecto invernadero) por primera vez en décadas. Pero fue un espejismo.

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Aquel 2020 se despidió con unas emisiones totales de 33,4 gigatoneladas de CO2, casi 2000 millones de toneladas menos que en 2019, según los datos de la Agencia Internacional de la Energía. Afortunadamente, la situación sanitaria empezó a mejorar en seguida y los países fueron recuperando su actividad a lo largo de 2021. Pero las noticias para el clima no fueron tan positivas. Las emisiones de 2021 ascendieron a 35,5 gigatoneladas, superando no solo las cifras de 2020, sino también las de 2019. En 2022, siguieron aumentando hasta los 36.100 millones de toneladas.

Observando esos datos, parece claro que seguimos en un rumbo muy equivocado si queremos frenar el cambio climático y evitar sus peores efectos. Pero, ¿cómo lo sabemos?

Tal como explican desde la UNEP, los países calculan sus emisiones totales a partir de las emisiones asociadas a su actividad económica y su consumo de combustibles fósiles. Así, partiendo de las estadísticas oficiales de cada país, se estima cuánto ha emitido cada sector. Por ejemplo, si se sabe que para producir un coche hace falta acero (que necesita carbón), plástico (que necesita petróleo), vidrio y electricidad, se sabe cuántas emisiones de CO2 genera cada uno de esos procesos y se sabe cuántos coches se han fabricado, se pueden calcular las emisiones de la industria automotriz. El proceso se repite de la misma manera para todos los sectores.

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Este modelo de cálculo, conocido como input-output es sólido y se ha utilizado y perfeccionado durante años. Sin embargo, depende de la capacidad de los países para elaborar estadísticas nacionales detalladas, estadísticas que a veces también pueden ser difíciles de verificar de forma externa. Esto se vuelve especialmente importante a la hora de comprobar que los países están cumpliendo con sus compromisos de reducción de emisiones y que sus acciones están surtiendo efecto. Ahí es donde tiene sentido la misión de la ESA.

“Las estimaciones de emisiones que se hacen en la actualidad son bastante precisas, sobre todo, en los países desarrollados. Se basan en datos de actividad y otros indicadores, incluido el consumo de combustibles fósiles. Sin embargo, pueden contener errores y no reflejar realmente la cantidad de gases de efecto invernadero que se queda en la atmósfera”, explica Yasjka Meijer, científico de la misión Copernicus Anthropogenic Carbon Dioxide Monitoring, abreviada como CO2M. “La nueva misión apoyará este proceso con mediciones independientes y comparables con las estimaciones de los países”.

Un centinela para el Acuerdo de París

CO2M será la octava misión Sentinel de Copernicus, el programa de observación de la Tierra de la ESA y la Unión Europea. Será, también la primera de las nuevas seis misiones llamadas a expandir el alcance de Copernicus. Tal como está diseñada, CO2M estará compuesta por dos satélites equipados cada uno con un espectrómetro de infrarrojo cercano e infrarrojo de onda corta para medir el dióxido de carbono y otros gases en la atmósfera desde el espacio.

“Los instrumentos serán muy precisos y tendrán un rango de resolución muy amplio, lo que permitirá medir desde las emisiones de una ciudad hasta las de todo el planeta”, señala Valerie Fernández, gerente de proyecto de la misión. “Utilizan la luz solar reflejada en el CO2 para observar la huella que deja en el espectro electromagnético. Además del CO2, también se harán mediciones de metano, dióxido de nitrógeno, aerosoles y nubes”.

Tal como explica la experta de la ESA, el desarrollo de cualquier satélite sigue tres grandes fases: una en la que se traducen las necesidades científicas en un concepto, otra en la que se consolida un diseño y una última en la que se monta y se hacen las pruebas previas al lanzamiento. Los satélites del CO2M están actualmente al final de la segunda fase y se espera que el montaje empiece a finales de este año. “Desarrollar una misión satelital de esta complejidad en tan poco tiempo es un desafío. El objetivo actual es completar el lanzamiento en 2026”, añade Valeria Fernandez.

El objetivo final de la misión CO2M es contribuir a la toma de mejores decisiones en la lucha contra el cambio climático y poder medir la efectividad real de dichas decisiones, contribuyendo también a ser más transparentes en el cumplimiento del Acuerdo de París. “La observación de la Tierra es una herramienta poderosa para entender el estado del medioambiente y el clima. Pero la observación por sí sola no será suficiente”, concluye Yasjka Meijer. “Todos tenemos un papel que desempeñar. Solo podemos luchar contra esta si lo hacemos juntos”.

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COMENTARIOS

  1. La mayor evaluación pública de la historia encuentra una exposición química «alarmantemente alta» en Europa. (E. en A.)
    La población europea, especialmente niños y niñas, está expuesta a niveles «alarmantes» de sustancias químicas peligrosas, según el mayor programa público de detección de tóxicos.
    Gran parte de esa exposición proviene de que las normativas de la UE han permitido tóxicos en productos de consumo.
    La Comisión Europea planea permitir tóxicos en la mitad de los productos en los que se utilizan actualmente, en lugar de eliminarlos en la totalidad, como se comprometió.
    La Iniciativa Europea de Biomonitoreo Humano (HBM4EU) es un programa de cinco años en el que 116 agencias gubernamentales, laboratorios y universidades analizan la presencia de 18 grupos de sustancias químicas problemáticas en la orina y muestras de sangre de más de 13.000 habitantes de 28 países europeos. Según el coordinador del programa “la población está expuesta a niveles ‘alarmantes’ de sustancias químicas peligrosas, especialmente los niños y niñas”.
    Gran parte de esa exposición proviene de la debilidad de las normativas de la UE, que ha permitido un uso descontrolado de sustancias químicas, según la Oficina Ambiental Europea y CHEM Trust, organizaciones de la campaña Toxic Free Future.
    A pesar de estos datos preocupantes, Bruselas planea reducir drásticamente su compromiso de prohibir los tóxicos más dañinos en los productos de consumo, según un borrador de evaluación de impacto al que ha tenido acceso Corporate Observatory Europe (CEO ). La Comisión iría así en contra de lo que prometió su vicepresidente ejecutivo, Frans Timmermans, hace exactamente 1.000 días. La evaluación de impacto revisado sugiere que el compromiso de la Comisión no será tan ambicioso: en lugar de cubrir todos los productos de consumo, la nueva prohibición planea prohibir el 50% de los productos como máximo y el 1% como mínimo. Es decir, permitiría que continuase la exposición del público a tóxicos lo que podría generar graves daños a la salud, incluidos el cáncer, la infertilidad, la obesidad, el asma y las enfermedades neurológicas….

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