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¿Qué está ocurriendo en la Amazonía? (y por qué debe importarnos)

El aumento de la deforestación, los incendios y los ataques contra las poblaciones indígenas están a la orden del día en la selva amazónica.
Foto: incendios y deforestación en el Amazonas

En julio, la deforestación de la Amazonía fue de 2.254,8 kilómetros cuadrados, según datos del Instituto Nacional de Investigación Espacial de Brasil (INPE). Casi el cuádruple que hace un año. Antes, en junio, el desmantelamiento de la selva supuso un 88% más respecto al mismo mes de 2018: 920 kilómetros cuadrados de cubierta vegetal desaparecidos. Pero el desastre no acaba ahí. De agosto de 2018 a julio de 2019, la Amazonía perdió 5.879 kilómetros cuadrados, un 40% más que en el mismo periodo anterior. Por comparar: la desaparición de selva en un año equivale a una extensión de 40 veces Sevilla, 10 Madrid o la comunidad de La Rioja entera.

Esta situación se ha agravado exponencialmente desde que llegó a la presidencia brasileña Jair Bolsonaro. Como arrojan los propios datos de su Gobierno, la deforestación ha alcanzado ya la velocidad de tres campos de fútbol por minuto.

La publicación de estas cifras no gusta a Bolsonaro, pues evidencian que la grave situación nace de sus políticas medioambientales, basadas en el fomento de la invasión ilegal de tierra, la tala y la quema. Por ello, a principios de agosto despidió al director del INPERicardo Galvao, después de que confirmase en una entrevista el gran deterioro al que ha sido expuesta la Amazonía en los últimos meses. Galvao aseguraba que “es innegable que existe una tendencia al aumento de la deforestación”.

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Como señalaba recientemente en una entrevista para Climática María José Sanz, directora científica del Centro de Investigación para el Cambio Climático del País Vasco y una de las científicas que ha participado en el último informe del IPCC, “la deforestación constituía el 10% de las emisiones globales”. Además, recuerda que “en las últimas décadas se han hecho enormes esfuerzos, e incluso se consiguió en casos como el de Brasil, para bajar la deforestación en un 25% en los últimos diez años”. Gracias a esos trabajos, asegura, se evitó la emisión de unos tres o cuatro 4 billones de toneladas de CO2 entre 2005 y 2015. Sin embargo, tras los cambios políticos, “ves cómo todos los esfuerzos habidos se van al traste”.

Emergencia por los incendios

El pasado 19 de agosto, Sao Paulo, la ciudad más grande de Sudamérica, sufrió un adelanto en la puesta de sol. Se hizo de noche dos horas antes de lo previsto. El motivo: la mezcla de nubes densas con el humo originado por los incendios forestales.

Y es que Brasil está ardiendo. Al menos, una parte importante del país. Este año, los incendios forestales han aumentado un 83% respecto al mismo periodo de 2018. Acorde a las imágenes satélites del INPE, hay unos 72.800 focos activos en el país. En todo el año pasado, hubo 39.759 puntos calientes.

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Según el organismo brasileño, solo desde el jueves se detectaron 9.507 nuevos incendios forestales, sobre todo en la cuenca de la Amazonía, cuyo territorio pertenece en un 60% a Brasil, y que constituye la selva tropical más grande del mundo, clave en la lucha contra la crisis climática.

Los incendios ocurren, habitualmente, en la estación más seca. No obstante, también están provocados por la deforestación ilegal de tierras para la cría de ganado. Para Danicley Aguiar, de Greenpeace Brasil, “quienes deforestan y destruyen la Amazonía se sienten alentados por el discurso y las acciones del gobierno de Bolsonaro que, desde que asumió el cargo, ha estado haciendo un desmantelamiento serio de la política ambiental del país”.

Un modo de actuar que ha llegado a criticar hasta el exministro de Agricultura Blairo Maggi, el mayor productor individual de soja del mundo. Maggi ha calificado de “verdadero desastre” al Gobierno de Bolsonaro y ha avisado al mandatario brasileño que, de no cambiar, el resto de países dejarán de importar desde Brasil. En una línea en la que se manifiesta Miguel Ángel Soto, de Greenpeace España, “el aumento de la tasa de deforestación va a suponer un problema de imagen para Bolsonaro”. 

Un desarrollo de los acontecimientos donde el acuerdo Mercosur-UE, que debe ser aprobado por el Parlamento Europeo, juega un papel muy importante. “Vamos a ver si las salvaguardas ambientales, la utilización de productos químicos o los derechos humanos se tienen en cuenta a la hora de seguir adelante. Este es un mecanismo para evitar que las cosas empeoren”, señala Soto.

Activismo y comunidades indígenas

Solo el año pasado, fueron asesinadas en Brasil 20 personas defensoras de la Tierra y el medio ambiente, según el informe anual que elabora la ONG Global Witness.

A este hecho hay que sumarle que el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, llegó al poder comprometiéndose a abrir las reservas indígenas al desarrollo comercial, incluida la minería, la agricultura y la infraestructura. Esto ha provocado que bandas armadas hayan invadido tierras indígenas con el fin de saquearlas.

Ahora, las mujeres están siendo clave en la defensa del Amazonías. Durante cinco días, del 9 al 14 de agosto, la capital de país, Brasilia, se convirtió en la sede de la Primera Marcha de Mujeres Indígenas. Allí, mujeres de más de 130 pueblos se manifestaron para denunciar la amenaza que supone para el planeta las políticas del Ejecutivo de Bolsonaro.

Bloqueo económico ante la deforestación

La forma de actuar del presidente carioca no está pasando desapercibida para el resto de países. La semana pasada, los gobiernos de Noruega y Alemania -los mayores donantes– decidieron recortar fondos destinados a proteger la Amazonía.

Primero fue el Estado germano, que optó por suspender una partida de 35 millones de euros que servían para proyectos de preservación de la selva amazónica y para programas de biodiversidad. Luego dio el paso Noruega, al bloquear 30 millones de euros para el Fondo Amazonía, mecanismo de cooperación internacional.

Unas sanciones que no tardaron en ser respondidas por Bolsonaro. Sobre Alemania afirmó tener “un mensaje para la querida Angela Merkel”, a la que le espetó: “Coge tu pasta y reforesta Alemania. Lo necesitáis mucho más que aquí”. Y continuó: “¿No es Noruega la que mata ballenas en el Polo Norte? (…) Coged el dinero e id a ayudar a Merkel a reforestar Alemania”.

En cuanto a una posible solución para frenar la destrucción del Amazonía, Víctor Resco de Dios, doctor por la Universidad de Wyoming y profesor de Incendios Forestales y Cambio Global en la Universitat de Lleida, afirma que una podría ser “la implantación de programas, a nivel global y articulados a través de la ONU, por los cuales se paga a Brasil —y a otros países— en función de su fijación de carbono o de su cobertura forestal intacta”. Para ello, la cuantía recibida tendría que ser “mayor que la que se recibe por la venta de la madera”, sostiene.

Sobre el papel de España, el profesor cree que “podemos establecer programas que penalicen la compra de madera ilegal o de madera amazónica, o que favorezcan la compra de madera certificada”.

Efectos negativos sobre el clima

Como apunta Resco de Dios: “A día de hoy, los ecosistemas terrestres absorben el 30% de las emisiones de efecto invernadero”, donde “un porcentaje muy elevado la aportan los bosques tropicales”. Por este motivo, si se producen pérdidas importantes de la vegetación, cabe esperar que el cambio climático sea “más rápido e intenso”.

Una deforestación que supone un círculo vicioso: cuanto más se quema para deforestar, más gases de efecto invernadero se emiten, y cuanto más se emite, más se contribuye al calentamiento global.

Aun así, no es la única consecuencia. “A escala local, la deforestación también implica más sequía, ya que los bosques favorecen las lluvias”, señala Víctor Resco de Dios, quien recuerda que no se debe olvidar que la Amazonías es, además, “un santuario de biodiversidad y su pérdida repercutiría en un gran empobrecimiento del planeta”.

Otro problema derivado de la reducción de volumen de este paisaje natural es que hace peligrar el ciclo hídrico de Latinoamérica. En el caso de Brasil, tiene un mix eléctrico que está dominado por la hidrología gracias a la presa de Yguazú, por lo que si desaparece parte de la selva, esa producción de energía para Brasil, Argentina y Paraguay podría colapsar.


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COMENTARIOS

  1. Es tremendo y vergonzoso lo que gran parte de nuestra especie le está haciendo al planeta, la codicia y el egoísmo no tiene límites.

  2. ¿Que se puede hacer ante pueblos incultos que votan a Bolsonaros, Trumps, Piñeras, y malas hierbas semejantes?
    El capitalismo, igual que el fascismo y las derechas, no quieren pueblos cultos, a más borregos y manipulables más provecho para ellos.
    Son más que necesarias a nivel global la cultura, la educación, los valores…

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