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Pueblos para la transición: ¿es posible vivir dentro de los límites del planeta?

Los pueblos en transición hacia una utopía de energías limpias y democracia avanzada centrada en el bien común se enfrentan al desafío de aprender a vivir dentro de los límites planetarios
Foto: Valsamoggia.

Las hermanas Goffard fabrican pasta. Desde su taller en Alleur, a las afueras de Lieja (Bélgica), propusieron en 2013 un enfoque innovador, haciendo un tipo de macarrones enriquecidos con proteína de insectos. Con el paso de los años, sin embargo, fueron volviendo a sus raíces. Hoy solo fabrican su pasta con ingredientes que pueden comprar a su alrededor y de forma artesana y la venden sin envases, solo a granel. Géraldine y Sophie Goffard son una de las muchas pequeñas piezas que forman el cinturón alimentario de Lieja, un proyecto que ha logrado crear una cadena alimentaria de proximidad, ecológica y generadora de empleos de calidad alrededor de la ciudad belga.

Mucho más al sur, en plena región de Emilia-Romaña, no lejos de Boloña, está Valsamoggia. Este pequeño ayuntamiento italiano, creado en 2014 mediante la fusión de otros cinco municipios, ha construido una gran utopía de energías limpias y democracia avanzada centrada en el bien común. Junto a Lieja, forma parte de la inmensa constelación de proyectos herederos del movimiento de las comunidades en transición. Muchas ideas se han quedado por el camino y otras han evolucionado. Pero los últimos 15 años de uno de los mayores experimentos prácticos para aprender a vivir dentro de los límites planetarios está lleno de lecciones.

Las ciudades para la transición

Hoy vemos la huella del cambio climático por todas partes. Está en el clima y los desastres meteorológicos, claro, pero también en la energía que consumimos, el aire que respiramos, el precio de la comida o los desequilibrios sociales. Sin embargo, esto no siempre ha sido así. Aunque el cambio climático es una realidad aceptada a nivel científico desde hace más de medio siglo, ha calado más lentamente en el conjunto de la sociedad. Esto no quiere decir que, en nuestro interior, la mayoría de nosotros no lleve tiempo sintiendo que hay muchas cosas que arreglar.

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Con esa sensación presente, y con el objetivo de contribuir a mitigar el cambio climático, Rob Hopkins diseñó un plan para reducir el consumo energético del ayuntamiento de Kinsale, en Reino Unido. Empezaba el siglo XXI y Hopkins había plantado la primera semilla del movimiento de las comunidades en transición. Este nacería formalmente en 2006, con la elaboración de una serie de principios de diseño agrícola, económico, político y social para la localidad de Totnes, también en Inglaterra. Pronto las ideas empezaron a replicarse.

“Cuando creamos el movimiento de transición, el objetivo era diseñar un enfoque con el que las comunidades pudiesen trabajar para encontrar respuestas al cambio climático con los recursos que tenían disponibles”, explica Hopkins. “La idea original era que, si conseguíamos que un número suficiente de personas intentase buscar esas respuestas y compartiese su conocimiento, quizá podríamos avanzar hacia una transición rápida. El movimiento creció tanto que en 2007 fundamos Transition Network, una organización para darle apoyo a todas las iniciativas”.

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Hoy hay comunidades en transición en más de 50 países y en algo más de la mitad se ha creado una organización nacional de Transition Network. En la base de datos de la red tienen registradas 1.186 comunidades, aunque muchas atraviesan horas bajas o están directamente paradas. “El movimiento empezó con un grupo increíble de personas. Creció mucho y se expandió con fuerza. Pero con el tiempo también se vieron los límites de la idea”, señala Cristiano Bottone, uno de los primeros integrantes de Transition Network y fundador de la primera comunidad en transición en Italia, que ha acabado resultando en la iniciativa municipal de Valsamoggia.

Durante estos años, en el seno de Transition Network se han consolidado una serie de principios a través de los que abordar los desafíos ecosociales del presente y construir pueblos y ciudades que sean parte de la solución al cambio climático. Respetar los límites de los recursos y acabar con la dependencia de los combustibles fósiles, promover la inclusión y la justicia social, trabajar por la autoorganización y la toma de decisiones participativa, y siempre aprender y compartir el aprendizaje son algunos de ellos.

“Las comunidades pueden lograr cosas increíbles si tienen el apoyo y los recursos necesarios, pero los gobiernos suelen ignorar la capacidad de autoorganización y soporte de estas comunidades”, añade Rob Hopkins. “A lo largo de estos años, hemos puesto a prueba algunas soluciones al desafío climático y ambiental, como rediseñar el sistema alimentario, reducir la necesidad de energía y de agua o crear un nuevo modelo económico basado en la circularidad de los recursos a nivel local”.

Panorámica de la ciudad belga de Lieja. Foto: Nordenfan

De la agricultura ecológica a la política

Inspirados por los principios de las comunidades en transición, una serie de actores cívicos, económicos y culturales de la región de Lieja fundaron en 2013 el Ceinture Aliment-Terre Liégeoise o el cinturón alimentario de Lieja. La idea era empezar por crear un plan de acción para que la proporción local de alimentos consumidos en la región belga creciese. Tres años más tarde, la primera tienda que vendía solo productos del cinturón, alimentos locales, ecológicos y que apoyaban a los pequeños productores abría sus puertas en el centro de Lieja.

En la actualidad, 56 entidades locales, entre agricultores, productores alimentarios y comercios forman parte del cinturón alimentario de Lieja. La mayoría están organizadas en cooperativas y cuentan con el apoyo de los 24 municipios del área metropolitana de la ciudad, una región en la que viven más de 600.000 personas. Juntas, se han convertido en uno de los estandartes del movimiento de comunidades en transición. “A lo largo de estos años hemos aprendido que la transición no se expande de forma lineal, sino como un hongo que va creciendo bajo tierra y surgiendo en la superficie en lugares que no esperas, haciendo crecer iniciativas increíbles”, reflexiona Hopkins.

Algunas, como la de Valsamoggia, siguieron un camino diferente, pero también han acabado cristalizando en una alternativa. “Para nosotros, más que sugerir a la gente qué comprar o qué cultivar, es mucho más importante cambiar el espacio, cambiar las reglas. Tenemos modelos teóricos maravillosos, pero alejados de la realidad”, explica Cristiano Bottone. “Por eso en Italia empezamos a trabajar más con las instituciones locales. El sistema se mueve en la dirección contraria a la que necesitamos, así que tenemos que cambiarlo”.

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De la constatación de esta idea nació Municipalities in Transition, una iniciativa para llevar los principios de la transición a los ayuntamientos con el objetivo de cambiar las reglas del sistema. El de Valsamoggia, en Italia, es uno de los primeros proyectos piloto en marcha. “El punto de partida sigue siendo conectar con la realidad física, química y biológica del planeta, aunque nos cueste. Asumimos también que no somos tan racionales como pensamos, por lo que cada persona necesita tiempo y espacio para digerir todo lo que recibe de la realidad. En este sentido, necesitamos entender la diversidad, que cada uno ve las cosas a su manera. Solo una vez que tienes estos elementos puedes empezar a hacer cosas, a cambiar”, añade Bottone.

Partiendo de esta idea, en el laboratorio de Valsamoggia se han puesto a prueba enfoques políticos y sociales innovadores, como la teoría de flujos que busca aprovechar ciertas dinámicas sociales para influir en porciones más amplias de la sociedad, o el diseño estocástico para la planificación de recursos, un enfoque que siempre prioriza la adaptación a los cambios en la disponibilidad de materiales y en el entorno. En los últimos años, han puesto a prueba la sociocracia como forma de toma de decisiones y de gobierno local, una vuelta de tuerca a la democracia participativa que evita darle peso a las mayorías para buscar consensos.

Mediante este sistema han logrado apostar claramente por las renovables, avanzar en la autosuficiencia energética de los pueblos del municipio y, sobre todo, convencer a buena parte de la población de que ese es el camino a seguir. “Si empiezas poco a poco, de la forma correcta, puedes iniciar un efecto cascada que acabe provocando cambios a gran escala. Tenemos que contaminar la realidad con nuevos conceptos y con nuevas ideas”, concluye Cristiano Bottone.

“Dentro del movimiento de las comunidades en transición caben muchas ideas. Por ejemplo, hay mucha gente dentro que habla abiertamente del decrecimiento, pero yo prefiero centrarme no en las cosas que perderemos, sino en todas las que ganaremos”, añade Rob Hopkins. “Más comunidad, más empresas e iniciativas locales, más viviendas asequibles para todos, un paisaje y un rural más diversificado, ciudades más verdes y más respetuosas para los niños y la naturaleza, más salud, más tiempo y espacio”.

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