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Biodiversidad y clima, las dos crisis medioambientales de nuestra época: “La anterior normalidad no es viable para el futuro”

La pérdida de biodiversidad y el cambio climático, dos de las mayores crisis medioambientales actuales, no se pueden abordar con éxito si no se actúa conjuntamente, reclaman 50 especialistas del IPCC y el IPBES.
La reducción de la deforestación y la degradación de los bosques puede contribuir a reducir las emisiones. Foto: MolnarSzabolcsErdely

Desde hace más de un año, la población mundial solo puede pensar en un problema: la COVID-19. Sin embargo, antes, durante y después de ésta hay activas dos grandes crisis que deben abordarse urgentemente. Se trata de la crisis climática y la pérdida de biodiversidad. Aun así, y a pesar de que ambos problemas están estrechamente relacionados con la aparición de nuevas pandemias, han sido históricamente abordados de manera separada, provocando daños colaterales. Hasta ahora.

Con el objetivo de poner fin a esa falta de conexión entre ambas crisis, el mes pasado se publicó un informe conjunto elaborado por 50 especialistas del IPCC y el IPBES, dos organismos intergubernamentales ligados a la ONU y máximos referentes en cambio climático y biodiversidad, respectivamente. Y el mensaje que lanzan es claro: la pérdida de biodiversidad y el cambio climático están impulsados por las actividades económicas humanas y se refuerzan mutuamente. Ninguno de los dos se resolverá con éxito si no se abordan de forma conjunta.

El documento resultante, que se retrasó precisamente por la pandemia, es fruto de seis meses de trabajo y de un taller virtual realizado en diciembre del año. A diferencia de otros informes similares que vienen demandados por los propios países miembros, este trabajo es iniciativa de los dos organismos. Entre el medio centenar de especialistas que elaboraron el informe hay dos españoles y una española. Uno de ellos es Unai Pascual, investigador en el Basque Centre for Climate Change (BC3).

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¿Por qué es importante este informe conjunto del IPCC y el IPBES?

Lo primero que ha llamado la atención es que es la primera vez que estas dos grandes plataformas científicas a nivel mundial colaboran formalmente. El IPCC y el IPBES nunca habían hecho algo parecido. La comunidad científica venía pidiendo a gritos que las crisis de biodiversidad y de cambio climático, que están conectadas, se trataran de forma interrelacionada.

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Este informe no trata de hacer entender la crisis de biodiversidad por un lado y la del clima por el otro. En lo que hace hincapié es en los vínculos de cómo la conservación de la biodiversidad es un valor para la lucha contra el cambio climático. Por ejemplo, desde el punto de vista de la adaptación al cambio climático, pero también de la mitigación, por la capacidad que tienen los ecosistemas biodiversos y saludables para la atenuación de esta crisis. Y, a la vez, se enfoca en los efectos perniciosos del cambio climático sobre la biodiversidad, entendida más allá de la diversidad de especies.

Ya se venía trabajando, y ahora ha sido el momento de hacer una síntesis de este conocimiento, empezar a ponerlo en valor y trasladarlo a la opinión pública. Es un llamado a que las políticas y que las acciones vayan dirigidas tanto a la lucha contra el cambio climático como a la conservación de la biodiversidad, teniendo en cuenta estas interrelaciones. Corremos el riesgo de dar un paso hacia delante y dos hacia atrás. No hay que tratar ambos problemas de forma independiente. Este es el gran llamado que hace este informe.

Hay una parte que se refleja en el resumen ejecutivo y que muchos medios de comunicación quizás no han captado, pero también se hace mucho hincapié en que la relación no sólo es entre biodiversidad y clima, sino entre biodiversidad, clima y sociedad. La solución a la crisis climática y a la de la biodiversidad nunca va a ser solo tecnológica, sino que va a estar siempre muy ligada a los cambios sociales. A los cambios de paradigma de lo que significa el desarrollo, el crecimiento económico, los modos de producción y consumo… Estas dos grandes crisis, en primer lugar, son sociales. No vienen de Marte, las generamos nosotros como sociedad global y muy heterogénea, cada uno con su responsabilidad.

No es casualidad que el último capítulo del informe trate sobre gobernanza y la idea de que hay que innovar, de que hay hacer las cosas de otra manera. Los sistemas de gobernanza también tienen que adaptarse. No podemos seguir con los mismos sistemas de gobernanza para atajar problemas emergentes a los que, hasta ahora, los sistemas políticos y sociales no habían tenido que enfrentarse.

¿Por qué ha tardado tanto en producirse esta colaboración entre IPBES y el IPCC?

Es una buena pregunta. La comunidad científica viene pidiendo a gritos desde hace tiempo que esta colaboración se empezase a dar a nivel formal. Eso no quiere decir que muchos científicos a nivel individual y en grupos de investigación no lo hayan estado haciendo ya hace mucho tiempo. Aquí lo que hacen estas dos grandes plataformas es juntarse formalmente para empezar a realizar un trasvase de datos e información, y cambiar un poco el paradigma.

¿Por qué ha tardado tanto? Por un lado, la ciencia sabemos que se promueve y se desarrolla en ámbitos académicos que tienen ya una inercia muy potente a la hora de profundizar en temas muy concretos, y que la interdisciplinariedad cuesta. Es un gran esfuerzo trabajar de manera interdisciplinaria entre diferentes grupos de investigación con diferentes perspectivas, diferentes temáticas, diferentes interpretaciones del mundo… Es muy complicado porque el sistema académico no está diseñado para este tipo de colaboraciones. Si tú vas a cualquier universidad, vas a ver que todas tienen sus facultades, sus grados y demás, y son casi monotemáticas. No hay mucha fertilización entre diferentes áreas de conocimiento. A gran escala, esto hace que los científicos no tengan la práctica suficiente del trabajo interdisciplinario. Cuesta romper esa inercia que se ha creado. Por otro lado, y quizás la principal razón, es por las propias inercias institucionales de estos organismos. Hay que entender que el IPCC está enmarcado dentro del Convenio Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, y el IPBES dentro de la Comisión de la Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas. 

El informe concluye que las políticas anteriores han abordado en gran medida la pérdida de biodiversidad y el cambio climático de forma independiente, y además sin prestar atención a la parte social. ¿Dónde está la raíz de este problema?

Tenemos un mundo superantropizado. Estamos perdiendo biodiversidad a ritmos muy acelerados y alarmantes. La inercia política y económica es muy potente. Esto se observa con el cambio climático. Ya hemos superado el grado de temperatura, y son muchas las voces que dicen que será complicado cumplir con el Acuerdo de París.

Se puede hacer un catálogo perfecto de los impulsores directos de la pérdida de biodiversidad y la crisis climática. Pero lo más importante es entender cuáles son los impulsores indirectos, los que no se ven a primera vista, que son los que subyacen: los sistemas de gobernanza, las regulaciones y normas de todo tipo, cómo funciona el mercado y el comercio internacional… 

En el informe decimos que los impulsores indirectos son los que al final están conllevando las dos crisis. Cambiar o transformar esos factores, que son los principales motores de las dos crisis, conlleva a un cambio de gobernanza absoluto, y a una mayor democratización de la toma de decisiones, mayor participación, mucha más transparencia… Eso es lo que realmente cuesta cambiar, los aspectos más políticos y económicos que hacen que el status quo o el business as usual tenga una inercia tan potente.  

A nivel social, lo que tenemos que activar son las social tipping interventions, es decir, unos cambios que pueden parecer menores pero que tienen unas repercusiones muy grandes. Esto tiene que ver con deshacernos de todos los subsidios perversos a los combustibles fósiles, a la agricultura intensiva… Son palancas de cambio que pueden dar lugar a transformaciones estructurales en los sistemas de gobernanza, en los acuerdos de comercio…

Sabemos que todo esto es muy complicado. Hay dos opciones. Por un lado, cambios incrementales, pequeñitos, poco a poco. Aquí es por donde parece que va la mayor parte de la política. Ir ajustando las tuercas. Pero es una idea peligrosa porque lleva mucho tiempo y lo que necesitamos son soluciones urgentes. Por otro lado, está el cambio transformacional, es decir, cambios en las normas y en las regulaciones, yendo más allá de ir ajustando tuercas. 

¿Qué cree que ha supuesto –y supondrá– la pandemia en un contexto de crisis climática y pérdida de biodiversidad?

Si me lo hubiese preguntado hace un año, seguramente hubiese tenido algo más de esperanza. Habría dicho que ahora es el momento para cambiar. Pero bueno, sigue siéndolo. Este debería ser un punto de inflexión, porque la relación entre las pandemias y la pérdida de biodiversidad está probada. Desde el punto de vista científico también sabemos que el cambio climático es uno de los impulsores de la pérdida de biodiversidad.

Nos estamos equivocando un poco con la idea de querer volver a la normalidad. Una normalidad, seguramente, muy mal entendida porque la anterior normalidad no es viable para el futuro. A veces me causa estupor escuchar a muchos actores sociales decir que quieren volver a la normalidad, a la época prepandemia.

Estamos muy enfocados en el aquí y el ahora, pero no estamos entrando en el nudo gordiano, que es cómo prevenimos lo que ha pasado para que no vuelva a ocurrir. La prevención es la mejor de las soluciones que tenemos, pero no hay un énfasis especial en esto por parte de los poderes políticos.

De plantar sin criterio a la neutralidad climática

El informe señala que el 77% de la tierra (excluyendo la Antártida) y el 87% de la superficie del océano han sido modificados por los efectos directos de las actividades humanas.

A nivel mundial, se calcula que el sistema alimentario es responsable de entre el 21 y el 37% del total de las emisiones netas de gases de efecto invernadero antropogénicas, si se incluyen las actividades previas y posteriores a la producción, concluye el grupo de especialistas en su trabajo.

Una de las claves del informe está en mostrar aquellas medidas de mitigación y adaptación al clima perjudiciales para la biodiversidad. Tanto los especialista del IPCC y el IPBES insisten en que cualquier medida que se centre demasiado en la mitigación del cambio climático debe ser evaluada en términos de sus beneficios y riesgos generales.

Por ejemplo, uno de los errores más comunes es plantar cultivos bioenergéticos en monocultivos en una parte muy grande de las tierras. Tampoco se deben plantar árboles en ecosistemas que históricamente no han sido bosques y reforestar con monocultivos, especialmente con especies de árboles exóticos. Otra acción que no hace ningún bien es aumentar la capacidad de riego para la agricultura en respuesta a las presiones de la sequía.

También se recomienda eliminar las subvenciones que apoyan actividades locales y nacionales perjudiciales para la biodiversidad. “Las grandes empresas, el poder financiero, se han dado cuenta de que tienen que adaptarse a la nueva situación. Tienen información de primera mano y la capacidad tecnológico-financiera para empezar a adaptarse. Su reto particular es el de adaptarse sin perder parte del pastel que ya tienen. O utilizar la adaptación a este nuevo tiempo haciendo negocio”, señala Unai Pascual.

Entre las advertencias que hace la comunidad científica en este documento hay dos términos que se han puesto de moda gracias a gobiernos y empresas de todo el mundo: neutralidad climática (o también llamadas emisiones netas cero) y compensación de carbono. El objetivo de estos conceptos no es dejar de emitir gases de efecto invernadero, sino que aquello que se emita luego sea compensado mediante la captura de CO2 gracias a sumideros naturales (como bosques y océanos) o artificiales (cuya tecnología aún está muy verde). Pascual lo tiene claro: “La idea de la neutralidad se puede convertir en una excusa para no aumentar la ambición en la reducción de emisiones y empezar a poner el énfasis en la captura de carbono, en los bosques…, cuando realmente lo que se necesita de manera urgente es la reducción de emisiones de CO2“.

Recomendaciones para luchar contra ambas crisis

Aunque, como el grupo de especialistas señala, las acciones centradas en la lucha contra el cambio climático pueden perjudicar directa e indirectamente a la naturaleza y viceversa, también existen muchas medidas que pueden contribuir positivamente en ambos ámbitos.

Una de las acciones disponibles identificadas en el informe consiste en detener la pérdida y la degradación de los ecosistemas ricos en carbono y especies en la tierra y en el océano. Según los cálculos, la reducción de la deforestación y la degradación de los bosques puede contribuir a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero causadas por el ser humano en hasta 5,8 gigatoneladas de dióxido de carbono equivalente cada año.

También señalan la importancia de restaurar los ecosistemas ricos en carbono y especies. Y es que, como apuntan ambos organismos, la restauración es una de las medidas de mitigación del clima más baratas y rápidas, pues ofrece un hábitat muy necesario para la biodiversidad frente al cambio climático.

Aumentar las prácticas agrícolas y forestales sostenibles para mejorar la capacidad de adaptación al cambio climático, mejorar la biodiversidad, aumentar el almacenamiento de carbono y reducir las emisiones son algunas de las acciones por las que se apuestan. El informe estima que la mejora de la gestión de las tierras de cultivo y los sistemas de pastoreo, como la conservación del suelo y la reducción del uso de fertilizantes, ofrece un potencial anual de mitigación del cambio climático de entre 3 y 6 gigatoneladas de dióxido de carbono equivalente.

Otra medida consiste en potenciar y orientar mejor las acciones de conservación, coordinadas y apoyadas por una fuerte adaptación e innovación climática. Actualmente, las áreas protegidas representan alrededor del 15% de la tierra y el 7,5% del océano. Las estimaciones mundiales de las necesidades exactas de zonas protegidas efectivamente y conservadas para garantizar un clima habitable, una biodiversidad autosostenible y una buena calidad de vida aún no están bien establecidas, pero oscilan entre el 30% y el 50% de las superficies oceánicas y terrestres.

“La eliminación de los subsidios que apoyan las actividades locales y nacionales perjudiciales para la biodiversidad, como la deforestación, la sobrefertilización y la sobrepesca, también puede apoyar la mitigación del cambio climático y la adaptación al mismo, junto con el cambio de los patrones de consumo individual, la reducción de las pérdidas y los residuos, y el cambio de la dieta, especialmente en los países ricos, hacia opciones más basadas en plantas”, resalta el documento conjunto del IPCC y el IPBES.

Otra de las ideas que refleja el informe científico es la necesidad de “abandonar la concepción del progreso económico basada únicamente en el crecimiento del PIB». Y Unai Pascual también lo tiene claro: “No podemos seguir midiendo el progreso desde el punto de vista del Producto Interior Bruto, no tiene ningún sentido”.

Entonces, ¿hablamos de decrecimiento? Según él, “si entendemos el decrecimiento como la reducción progresiva del uso de materiales y energía, eso es algo indiscutible y necesario. No podemos seguir con un metabolismo económico que sigue demandando un crecimiento de extracción de materiales y energía. Es incompatible con cualquier solución conjunta al cambio climático y la pérdida de diversidad”. “Ahora bien –detalla–, si el decrecimiento significa la reducción del PIB, ahí ya podemos empezar a tener problemas de interpretaciones. Una cosa es reducir la extracción de materiales y energía, y otra cosa es la la reducción de renta per cápita a nivel global”.

En esta línea, en la que convergen varias crisis medioambientales con otros muchos problemas sociales y económicos, frenar a los movimientos populistas de extrema derecha es también una tarea fundamental. “Tenemos justo ahora una generación clave, que ha pasado dos crisis globales y con muy pocas perspectivas de mejora de futuro”, explica Pascual. “El ecofascismo y los movimientos populistas muy reaccionarios conocen perfectamente esto, y saben que son un caladero de votos; una oportunidad de formar valores y visiones que pueden ser muy peligrosas para avanzar desde un punto de vista progresista en este triángulo entre biodiversidad, cambio climático y sociedad. Este es otro prisma del que se habla demasiado poco y que debería entrar en el debate político de primer orden para prevenir males mayores en un futuro”.

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COMENTARIOS

  1. Es el capitalismo, estúpidos!!!! y lo peor es que la gente es adicta a él.
    El vacío interior que la propia dictadura capitalista ha generado empuja a la gente a consumir para tratar de llenar esa insatisfacción interna con cosas materiales.
    El sistema capitalista ya “educa” con sus “valores” y la gente no concibe que haya vida fuera de esta dictadura. No lo concibe porque no piensa pues ya le han arrebatado incluso la facultad de pensar por sí misma.
    Esta es la peor de todas las dictaduras pues sabe imponerse sutilmente, diabólicamente, practica el genocidio y el exterminio a nivel global, ha alienado la conciencia del hombre hasta convertirlo en un ser autómata, en un robot.
    Es necesario acabar con la dictadura capitalista y educar en valores, en principios, en sabiduría.

  2. Alertan de los riesgos de la posible modificación de la ley de suelo
    El Ministerio de Transporte, Movilidad y Agenda Urbana recupera un proyecto legislativo que pondría trabas a la acción pública en materia urbanística y blindaría los planes contra posibles recursos judiciales.
    El Ministerio de Transporte, Movilidad y Agenda Urbana ha abierto a consulta pública previa un anteproyecto de ley por el que se modifica la Ley de Suelo y Rehabilitación Urbana (aprobada por RDL 7/2015), con la intención declarada de «reforzar la seguridad jurídica en el ámbito de la planificación territorial y urbanística».
    Para las principales organizaciones ambientales españolas, Amigos de la Tierra, Ecologistas en Acción, Greenpeace, SEO/BirdLife y WWF, el efecto sería el contrario ya que esta modificación dificultaría que los planes urbanísticos cumpliesen con las determinaciones exigidas en materia de medio ambiente y social….
    https://www.ecologistasenaccion.org/174322/alertan-de-los-riesgos-de-la-posible-modificacion-de-la-ley-de-suelo/

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