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El frío acecha y España sigue sin un plan para prevenir muertes evitables

A diario mueren más personas por olas de frío que de calor. España aún no tiene un documento de actuación para las primeras –pero sí para las segundas–. Desde Sanidad aseguran que "ya se está trabajando en ello, y se espera que esté activo para el 2022-23".
Efectos de Filomena. Foto: Juan Díaz Hidalgo / Flickr

Pronto se cumplirá un año de Filomena, la borrasca que trajo consigo fuertes vientos, lluvias intensas y, sobre todo, una nevada histórica que paralizó muchas zonas del interior peninsular. Como despedida, dejó una ola de frío meteorológico que duró una semana. Este tipo de episodios de bajas temperaturas no solo se traducen en tener que llevar alguna que otra capa de ropa de más. Se trata de un problema mucho más serio que causa enfermedades y muertes. Aun así, y a pesar de todos los antecedentes (y lo que está por venir) España continúa sin actuar para evitar lo evitable.

Al contrario de lo que ocurre con el calor, actualmente no existe a nivel nacional un plan de prevención contra los episodios de frío. Y no será porque no haya motivos para poner en marcha uno ya: los últimos datos señalan que al año mueren cerca de 1.100 personas en España a causa de las olas de frío, mientras que por calor la cifra asciende a unas 1.300. Sin embargo, al haber menos días con ola de frío que de calor, la mortalidad diaria por frío es mayor que por calor. En concreto, se dan 3,48 muertes diarias por olas de frío frente a 3 por calor, como recoge un estudio publicado en Science of the Total Environment.

Contar con unas directrices para hacer frente a temperaturas bajas prolongadas en el tiempo es, por tanto, una cuestión de salud, pero también económica. Por aportar más argumentos de peso: activar planes de prevención contra las olas de frío podría evitar 2,37 muertes al día, lo que se traduce en un ahorro de 290.000 euros diarios, tal y como señala otro estudio publicado en Environment International.

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Julio Díaz, jefe del Departamento de Epidemiología y Bioestadística del Instituto de Salud Carlos III, es coautor de ambas investigaciones. También de otras tantas que abordan el papel de las temperaturas extremas y la influencia de estas en la salud de las personas. Por ello, siempre que puede, el científico insiste en recordar que cuando se hace mención a la mortalidad por frío o por calor es por agravamiento de otras enfermedades. También ocurre así con la contaminación. 

Este hecho –las muertes en diferido– hace que no sea tan fácil establecer causa y efecto, sobre todo con el frío. Mientras que los impactos del calor suelen ser visibles a corto plazo (entre 0 y 4 días después del pico de temperatura), los impactos del frío se producen entre 5 y 14 días después del episodio. «Es un efecto más difuminado y no llama tanto la atención», cuenta Díaz.

Este no es el único obstáculo para quienes quieren abordar esta problemática: la definición de ola de frío (y de calor) en salud no coincide con la meteorológica, lo que complica aún más una actuación coordinada que permita mandar un mensaje único e inequívoco a la población sobre la importancia de combatir estos fenómenos extremos.

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¿Habrá algún plan próximamente?

“Antes, la posición del Ministerio de Sanidad era que no iban a hacer un plan [de prevención contra el frío], y ahora es que sí. Ha habido un salto importante a nivel cualitativo”, detalla Díaz, que celebra que, por fin, haya calado el mensaje de que “no todo es calor, calor y calor, sino que también hay que tener un plan contra olas de frío”. Eso sí, reconoce que no sabe “ni cuándo ni cómo” se hará. 

Quien sí cuenta con un plan al respecto es, por ejemplo, la Comunidad de Madrid. Se trata del Plan de Vigilancia y Control de los Efectos del Frío en la Salud, en funcionamiento desde el 1 de diciembre hasta el 31 de marzo.

La elaboración de un plan a nivel estatal recae sobre la Dirección General de Salud Pública. Concretamente, sobre la Subdirección General de Sanidad Ambiental y Salud Laboral. Ambos organismos están bajo el paraguas del Ministerio de Sanidad. Desde la cartera dirigida por Carolina Darias aseguran a Climática que “las temperaturas extremas es una de las áreas temáticas del Plan Estratégico de Salud y Medio Ambiente” aprobado el pasado 24 de noviembre”. En este sentido, confirman que “una de las líneas de intervención prioritaria es desarrollar e iniciar el Plan Nacional de Actuaciones Preventivas por Bajas Temperaturas”. Según explican, “ya se está trabajando en ello, y se espera que este Plan esté activo para el 2022-23“.

¿Frío mientras el planeta se calienta?

Este martes, 21 de diciembre, comienza oficialmente el invierno astronómico. Aunque aún es pronto para saber si en los próximos meses habrá alguna ola de frío, la probabilidad de que se produzca otra Filomena como la de este año es muy baja, como apuntan desde el equipo de meteorología de eltiempo.es.

De lo que sí hay datos consolidados es del mes de noviembre, un mes “muy frío”, según la AEMET. La temperatura media en la España peninsular ha sido de 8,2 ºC, lo que supone 1,2 ºC por debajo de la media de este mes en comparación con 1981-2010. En zonas de Andalucía, Extremadura, Castilla-La Mancha, centro y sur de Castilla y León, regiones cantábricas y sur de Aragón, las anomalías térmicas fueron de hasta 2 ºC. Se trata del cuarto noviembre más frío en España del siglo XXI, por detrás de 2008, 2001 y 2010. El otoño en su conjunto ha sido el cuarto 

Estos registros se producen mientras se dan cada vez más récords de temperaturas. Sin ir más lejos, 2020 fue el año más caluroso en España, Europa, y a nivel global. No obstante, que haya períodos de frío extremo a la vez que el planeta se calienta es totalmente normal y no invalida la ciencia del clima. Al contrario. Cada vez son más los estudios que apuntan a que el calentamiento global (y en particular el calentamiento del Ártico) podría estar contribuyendo a que los inviernos sean más fríos en regiones de latitudes medias, entre los trópicos y el Ártico, como América del Norte, Europa, y partes de Asia.

Lo explica Mar Gómez, meteoróloga de eltiempo.es, «las altas temperaturas propiciadas por el cambio climático pueden producir cambios en la dinámica de la atmósfera y modificar la corriente en chorro. En el caso de España, la corriente en chorro polar». 

Soportaremos mejor el calor, pero peor el frío

En su último informe, el IPCC –el mayor panel de especialistas en la ciencia del clima– señala que “es prácticamente seguro que los extremos cálidos (incluidas las olas de calor) se han vuelto más frecuentes e intensos en la mayoría de las regiones terrestres desde la década de 1950, mientras que los extremos fríos (incluidas las olas de frío) se han vuelto menos frecuentes y severos”. 

A pesar de esta afirmación, hay un aspecto fundamental a tener en cuenta. Como explica el científico Julio Díaz, a medida que nos adaptamos al calor, nos desadaptamos al frío. Es decir: si ahora para que sea ola de frío la temperatura es mínima de -2ºC, en 2100 será solo de 1 ºC. Por tanto, “no hace falta tanto frío para que, desde el punto de vista de la salud, haya ola de frío”.

El frío entiende de clases

La diferencia entre sobrevivir o no a temperaturas extremas está, como recogen muchos expertos, en según dónde vivas. Porque, al igual que ocurre en otros tantos aspectos, los pobres son quienes más sufren el frío.

Cuando hay periodos de bajas temperaturas, la falta de ingresos como consecuencia de la pandemia y la subida del precio de la luz hacen que muchas personas estén sumidas en la pobreza energética. Recientemente, un estudio de la Asociación de Ciencias Ambientales (ACA) cifraba este drama humanitario: un 11 % de los hogares españoles, es decir, 5,1 millones de personas, se declaran incapaces de mantener su vivienda a una temperatura adecuada en invierno.

El incremento de las muertes por frío, como recoge uno de los artículos mencionados anteriormente, está directamente relacionada con un mayor porcentaje de viviendas que no cuentan con calefacción y con personas de más de 65 años. Y, acotando aún más, esta situación afecta más a las mujeres. Según otro estudio, enfocado en Madrid y en el que participó Julio Díaz, se sostiene que los roles de género y las condiciones socioeconómicas existentes en la capital hacen que las mujeres sean las que más expuestas están a temperaturas extremas.

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COMENTARIOS

  1. Bendito sea el frío que acecha. Eso es lo que se necesita frío, inviernos rigurosos.
    Si habré conocido yo inviernos y fríos rigurosos que te pasabas 2 meses como mínimo entre nieve, hielos y niebla y a 3 ó4 grados bajo cero al mediodía y no me estoy refiriendo a zonas de alta montaña.
    Las casas de los agricultores de subsistencia sólo tenían, en los inviernos de mi infancia, el fuego de hogar. Los críos teníamos sabañones en las manos y cuando te metías en la cama las sábanas de algodón parecían mojadas. Solían ponernos nuestros padres en los piés una botella de agua caliente. Nadie murió de frío, al contrario, nos fortalecimos.
    El frío cura las plagas de los árboles, purifica la tierra y el ambiente, crea manantiales y gracias a aquellos rigurosos inviernos se paliaban mejor los rigurosos veranos.
    Al verano hay que temerle, al verano sí que hay que temerle. El que vive en la naturaleza lo puede confirmar: cada vez más secos, más calurosos, vemos como muchas especies vegetales y animales van desapareciendo porque no se adaptan a estos calores y a la falta de agua. Arboles de gran fortaleza vemos como agonizan cada verano por falta de agua y exceso de calor.
    Yo oía hablar a mis padres de manantiales que yo ya no conocí y los manantiales y barrancos que yo he conocido ya hace años que se han secado.
    Ahora unas semanitas máximo de frío y ya nos hacen creer que ésto es el invierno siberiano. El caso es atemorizar, mantenernos en el temor con una cosa u otra.
    Ahora bien, no es extraño que muera tanta gente de frío ya que cada vez se ve más gente, española sin ir más lejos, en la precariedad o sin techo, pidiendo en las calles.
    Esta es la gran “democracia” de la dictadura del capital que se ha impuesto sobre los valores de la “dictadura” del proletariado.

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