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¿Necesitamos una Asamblea Ciudadana para el Clima?

Extinction Rebellion contesta a un artículo publicado por Andreu Escrivà: el colectivo ecologista sí cree que las asambleas son una buena manera de «democratizar la acción climática», aunque rechazan el formato impuesto por el Gobierno de España.
Acción del colectivo Extinction Rebellion en Madrid. Foto: RODRI MÍNGUEZ (@mingo-graphics)

EXTINCTION REBELLION // Justo antes de que dé comienzo la COP26, y con un 80% de la juventud mundial reclamando participar directamente en la acción climática, Andreu Escrivà, ambientólogo, publicó una tribuna titulada Necesitamos algo más que una asamblea ciudadana, en la que prácticamente quita todo valor operativo a las asambleas ciudadanas por sorteo y, con ello, a la participación ciudadana en la toma de decisiones. En su artículo, el Sr. Escrivà afirma que, de manera general, las asambleas tan sólo sirven para producir un conjunto de “documentos que se entregan en una reunión formal y alguna reunión de cierre”. Según él, lo que necesita España, no es tanto la asamblea climática que Teresa Ribera va a inaugurar en noviembre (con dos años de retraso) como “un plan de educación ambiental y divulgación científica”.

Pero, como bien dijo Aldous Huxley, “no por ignorar los hechos, dejan de existir”. Vayamos por partes.

En primer lugar, presuponer, tal como enfatiza en su artículo el Sr. Escrivà, que “no hay absolutamente nada que le pueda decir una asamblea ciudadana al gobierno que no sepa ya”, es ignorar deliberadamente las aportaciones reales de las asambleas celebradas en 2020 en el Reino Unido y en Francia.

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Porque los hechos son estos: las propuestas surgidas de estas dos asambleas ponen de manifiesto de forma clara el elevado grado de responsabilidad de la ciudadanía aun cuando implique una pérdida de los niveles de consumo y bienestar actuales. Así, por poner un ejemplo, la misma asamblea francesa propuso derogar el tratado comercial del CETA, penalizar el crimen de ecodicio, crear una autoridad que garantice que la acción pública esté enmarcada dentro de los nueve límites planetarios, establecer una nueva fiscalidad ambiental más justa y un amplio conjunto de medidas sobre consumo, trabajo, producción, movilidad y alimentación que, según Greenpeace France, representaron un “histórico paso de gigante en la acción climática”.

Gracias a una importante dinámica de difusión y mediatización, un 70% de la población francesa se mantuvo informada de las sesiones de la llamada ‘Convention citoyenne’ y un detallado estudio de opinión demuestra que, en una aplastante mayoría, toda ella apoyó las 150 medidas promovidas por los 150 ciudadanos sorteados en esta primera asamblea climática europea.

En segundo lugar, el Sr. Escrivà reconoce que “la acción se consigue con el poder de la gente”, pero niega, al mismo tiempo, la posibilidad de hacer de la asamblea ciudadana un instrumento real de poder participativo en España, y reclama, a cambio, “un plan de educación ambiental y divulgación científica ambicioso, de rápido despliegue y dotado de recursos”. Haciéndolo así, asegura, la ciudadanía estará informada y sensibilizada con la crisis ambiental, convirtiéndose en la mejor garantía para que el gobierno tome “decisiones valientes”.

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Sin embargo, no es esta la vía que los científicos del IPCC recomiendan. En su último informe (filtrado en agosto por el grupo Scientist Rebellion y Extinction Rebellion España), los expertos del grupo tercero del IPCC defienden un “aumento de la participación social en la gobernanza” para llevar a cabo una “transición justa, rápida y disruptiva”. ¿Y eso por qué? El IPCC identifica la presencia de los lobbies en la esfera del poder como causante principal de la inacción climática y llama a desmantelar activamente “la interacción entre poder, política y economía”.

En otras palabras, el problema no es la ignorancia de la gente sino el activismo de los lobbies, motivo el que el IPCC recomienda una democratización urgente pidiendo que la sociedad se dote de “nuevos marcos legales y nuevas instituciones” para “garantizar la participación real de los actores no-gubernamentales en la acción climática”.

Por último, para culminar su argumentación sobre las insuficiencias de las asambleas ciudadanas, el Sr. Escrivà afirma que no nos bastan con cien personas convencidas de la urgencia de actuar, que “necesitamos que todo un país se lo crea”. Pero nuevamente aquí, el Sr. Escrivà es ajeno a los datos: la población española ya está convencida de la urgencia de actuar contra la crisis climática. Y mucho. En efecto, según la última encuesta Eurobarómetro, publicada en julio de 2021, un 81% de los españoles considera que el cambio climático es un problema muy grave. Este dato es incluso superior al de la media europea –un 78%– y relega, con un 4%, a los negacionistas del cambio climático a un lugar testimonial (o ni siquiera eso).

En resumen, la ciudadanía española ya ha asimilado una información veraz y lo que necesitamos es, contrariamente a lo que defiende el Sr. Escrivà, una ciudadanía empoderada para decidir qué políticas, económicas, sociales y ambientales deben aplicarse. Y necesitamos urgentemente unos poderes ejecutivo y legislativo preparados para asumir una cogobernanza de emergencia y “democratizar la acción climática” en todos los niveles, tal como lo recomienda el IPCC.

La Asamblea Ciudadana por el Clima que promueve el gobierno no es, ni de cerca, la Asamblea Ciudadana que necesitamos: sin objetivo de descarbonización concreto, sin sorteo realmente representativo, sin sesiones presenciales, sin mediatización amplia, sin apoyo real de los principales colectivos ecologistas, el primer experimento de democracia ambiental en España presenta carencias evidentes. Pero generalizar sus defectos como si de algo intrínseco a todas las asambleas ciudadanas se tratara es un flaco favor, no sólo para la lucha contra el cambio climático sino también para la democracia en su sentido más puro.

Necesitamos que el 81% de los españoles que quiere una acción climática inmediata, incluso con sacrificios económicos, pueda participar de manera efectiva y democrática en la definición de su futuro y en el de sus hijos. Un futuro en cuya construcción todas y todos deberíamos activamente participar.

Autores: Pepe Campana (Extinction Rebellion Europa) y Agnès Delage (Extinction Rebellion Europa)

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COMENTARIOS

  1. …expertos del grupo tercero del IPCC defienden un «aumento de la participación social en la gobernanza»
    me parece perfecto; pero esa participación social debe estar bien formada e informada, así que en mi opinión tanta razón tiene Andreu Escrivá como Extinction Rebellion ya que son necesarias ámbas cosas.
    «el plan de educación ambiental y divulgación científica ambicioso, de rápido despliegue y dotado de recursos», que defiende Escrivá en mi opinión es necesario y debería ser obligatorio; pero no sólo de educación ambiental, también de Memoria Histórica, de aquellos que dieron su vida por un mundo más justo y que los vencedores nos venden como los malos, de valores, de principios, de cooperación, por falta de todo ello, por que se han apoderado del mundo y de las mentes los mercados hemos llegado al caos actual y promete empeorar pues yo no veo a la gente preocupada y menos, salvo minorías como vosotrxs, comprometerse con una causa justa. Mira que hay motivos para preocuparse y comprometerse en hacer algo; pero yo no veo ni una cosa ni la otra. Eso es lo que me da miedo. El actual silencio de los corderos.

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