Según un antiguo estudio del MIT, todas las variables conducen a la catástrofe ambiental si no se actúa en todos los frentes a la vez. Aquel pionero experimento informático con datos, comandado por Jay Forrester, indicaba que no se puede revertir la situación cambiando una sola cosa: consumo de combustibles fósiles, curva poblacional mundial, crecimiento infinito de la economía… Para conseguir mitigar los impactos del cambio climático es necesario modificarlo todo. Y, de igual manera, hay que contar con todo el mundo. De todas las tendencias políticas y de todas las clases sociales. Y, por supuesto, de ambos sexos. Desgraciadamente, parece que solo la mitad de la población ha tomado verdadera conciencia del problema: las mujeres.
Una macroencuesta en línea lanzada el pasado mes de mayo por el canal franco-alemán Arte concluye que las mujeres son la verdadera avanzadilla de las luchas sociales. Y también lo son (todo está relacionado) en lo que concierne a la preservación del medioambiente. El estudio muestra que, entre los encuestados, las mujeres son mayoría (un 65%) a la hora de catalogar el problema ecológico como “urgente”. Solo el 55% de los hombres considera que el cambio climático sea un tema verdaderamente prioritario.
El sondeo, aunque no es científicamente riguroso, ya que se trata más bien de un estudio participativo (y el 70% de los encuestados se declara simpatizante de la causa ecologista), cuenta, sin embargo, con un importante caudal de datos susceptibles de ser analizados. Casi 400.000 personas han respondido a 130 preguntas sobre el mundo de hoy y la sociedad del futuro. El resultado ofrece más de 40 millones de respuestas que se pueden desglosar por países, edad y sexo. Un material perfecto para abrir el debate: ¿es la ecología más femenina que masculina?
Los datos indican que, desde luego, ellas son más partidarias de cambios urgentes y drásticos. Los hombres se inclinan más bien por contemporizar. Veamos algunos ejemplos.
Hombres y mujeres coinciden en la necesidad de eliminar los pesticidas, que tienen gravísimas consecuencias sobre la biodiversidad. Ellas piensan que hay que prohibirlos total e inmediatamente (un 59%), pero su postura solo la comparten el 44% de los hombres.
Asimismo, las mujeres estiman que los gobiernos deben imponer prácticas verdes a la población. Así lo cree el 87% de las mujeres. Los hombres, en cambio, se manejan peor a la hora de aceptar restricciones: un 77% está favor.
La caza es otro ejemplo de actividad a la que las mujeres se oponen con fuerza. Un 35% cree que se debe prohibir totalmente frente al 22% de hombres que opinan lo mismo. Y el vegetarianismo también tiene más adeptas que adeptos: un 53% de las mujeres cree que debemos dejar de comer animales. Entre los participantes masculinos esa cifra se reduce hasta el 33%.
¿Y quién se ha interesado por la política a través de la ecología? Los hombres, al parecer, ya venían politizados de casa. El número de mujeres que apoyan o militan en la causa desde una perspectiva política es superior. Un 34% de las participantes en el sondeo dicen que su preocupación por el medioambiente les ha abierto, a la vez, las puertas del compromiso político. En esa misma tesitura solo hay un 23% de hombres.
Ambos, mujeres y hombres, opinan mayoritariamente que el capitalismo es incompatible con la ecología, pero ellas están más convencidas: el 74% de las mujeres lo cree así frente al 63% de los hombres.
Además, las mujeres parecen tener una comprensión más global y transversal de los problemas que azotan al planeta. Así, un 75% de las mujeres dice estar de acuerdo con la siguiente afirmación: “La crisis de la COVID-19 y la crisis ecológica son dos caras del mismo problema”. Este mensaje lo ratifican menos hombres: un 62%.
¿Y qué pasa con el crecimiento poblacional? ¿No habría que frenarlo de alguna manera? En este punto, nuevamente, difieren las posturas. Los hombres se muestran más reticentes a los cambios. El 65% (hombres y mujeres) cree que traer un bebé al mundo en el siglo XXI es un dilema moral. Pero cuando el tema se desglosa por sexos empiezan las divergencias. El 25% de las mujeres opina que hay que seguir teniendo hijos. Este porcentaje sube hasta el 37% cuando se le pregunta a los hombres.
Sigamos con los presupuestos. ¿Hay que prohibir los embalajes de plástico? Ya lo habrán adivinado: también en este punto las mujeres llevan la delantera. Un 82% de las encuestadas cree que sí. Entre ellos, el margen baja sensiblemente hasta el 72%.
Ligada a la anterior cuestión está el tema del reciclaje en el hogar. ¿Quién está más concienciado sobre la separación de los residuos? Otra vez ganan las mujeres por un 70%-57%.
El gran icono mundial en la lucha contra el cambio climático, Greta Thunberg, también hace que las opiniones diverjan. Un 66% de las mujeres dice sentirse “inspirada” por ella. Ese sentimiento es mucho más reducido entre los hombres: 47%.
Datos que indican una tendencia
Aunque todos estos datos no son exactamente científicos, sí nos hablan de una tendencia, de una forma diferente de ver el mundo y de afrontar el futuro. “Existe la impresión de que el género juega un papel muy importante en los dos extremos: las mujeres tienen un protagonismo decisivo entre las minorías muy movilizadas a favor de la ecología, y los hombres, por su parte, un rol decisivo en las minorías muy movilizadas en contra”, explica el profesor Yann Le Lann, de la Universidad de Lille, uno de los colaboradores de Arte en el análisis de los datos recogidos. “Ya habíamos observado esto en las marchas por el clima, que están compuestas, en un 64%, por mujeres”, añade en una entrevista con la revista Basta!.
“El feminismo es el movimiento que más ha gritado contra la atomización creciente y la violencia exacerbada que vivimos en esta sociedad”, decía recientemente el sociólogo Rubén Juste en yoIBEXtigo. A su juicio, este es el único de los grandes movimientos sociales que plantea, en serio, un cambio de paradigma. “Es la gran esperanza de la articulación colectiva”, explicaba. “Reivindica exactamente lo contrario a las propuestas de los grandes poderes económicos. Es una alternativa constructiva, solidaria y corresponsable. Es la antítesis de la responsabilidad individual que propugnan las élites financieras, lo contrario al ‘sálvese quien pueda”.
Los datos parecen darle la razón.
