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El cambio climático se ceba con la Gran Barrera de Coral

Este ecosistema, uno de los más diversos del mundo, sufre episodios de blanqueamientos cada vez más frecuentes debido al aumento de la temperatura del agua.
Coral blanqueado. Marzo 2020. Centre of Excellence for Coral Reef Studies. Foto: av_T1VLA

“No somos conscientes de lo que ocurre porque no lo vemos”. Esta quizás se la frase que mejor describe el documental Chasing coral (En busca del coral, dirigido por Jeff Orlowski), estrenado en 2017 y actualmente disponible en Netflix y Youtube. No es un documental más sobre océanos, no es un documental más sobre los estragos del cambio climático en los mares; todo eso ya lo sabemos. La singularidad de Chasing coral está en que nos muestra los océanos no desde lo que pasa en la superficie, sino desde lo que ocurre debajo del agua.

El documental surge de una idea simple y compleja: mapear los arrecifes de coral del mundo, los cuales suponen un ingreso económico directo para 500 millones de personas y de donde depende el 25% de la vida marina, para saber en qué medida se están degradando. El resultado es terrorífico, como no podía ser de otra manera.

Según Terry Hughes, uno de los científicos más respetados que ha dedicado toda su vida a la investigación de los corales, en los últimos años se han perdido una parte importante de los corales del planeta, organismos sofisticados compuestos de diminutas estructuras interdependientes. El cambio climático, acentuado en las últimas décadas, ha provocado el aumento de la temperatura de los océanos, lo que se ha traducido en el blanqueamiento de los corales, un fenómeno que se viene dando de manera creciente desde la década de los ochenta, desde que el aumento de las temperaturas de los océanos ha dejado de ser una anomalía. Fue entonces cuando se produjo el primer blanqueamiento generalizado. Sin embargo, entre 1997 y 1998 tuvo lugar el primer blanqueamiento masivo a escala global. Luego, durante la década de los 2000, el avance de este fenómeno es imparable.

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Lo curioso es que el blanqueamiento de los corales no es una enfermedad, aunque sí marca el inicio de su muerte. El blanqueamiento responde a una situación de estrés, una reacción parecida a la que experimentamos los humanos cuando tenemos fiebre. Explicado de manera sencilla: la capacidad de hacer la fotosíntesis de las plantas que viven en la estructura de los corales (y que los alimentan) disminuye, por lo tanto, también disminuye la capacidad de alimentar al animal. Este, se libera de las plantas que no le son útiles y deja su tejido – estructura- al descubierto. Es entonces cuando se despigmenta.

Una estructura sin plantas no es un esqueleto muerto, pero sí en standby: ni crecerá ni se reproducirá. Su fuente de alimentación principal irá desapareciendo y finalmente morirá. Llegado a este punto, hay que destacar que los corales, como las medusas, no tienen un ciclo de vida concreto: viven en cuanto el ambiente y las condiciones se lo permiten.

El blanqueamiento de los corales no constituye un ciclo natural, sino que se trata de un fenómeno directamente causado por el cambio climático. El calor que queda atrapado en el océano queda absorbido por el agua, lo que produce un calentamiento de esta.

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Coral blanqueado. Magnetic Island, Townsville. Marzo 2020.

Para documentar todo este proceso, el equipo de Chasing coral decidió colocar una serie de cámaras en localizaciones estratégicas para realizar fotografías secuenciales que pudiesen captar el deterioro de estos organismos. El objetivo era claro: mostrar lo que ocurre debajo del agua a través de time lapses. No fue algo fácil: la presión, las corrientes y el oleaje hicieron que muchas de estas cámaras tomasen fotos no válidas que se tuvieron que desechar. 

La muerte de los arrecifes de coral supondría el colapso ecológico de todo el ecosistema y la posibilidad, más que segura, de la extinción de familias de organismos completas. Se calcula que, en 25 años, el agua de los océanos será demasiado cálida para estos organismos: no podrán soportar temperaturas tan altas.

La Gran Barrera de Coral, último episodio de blanqueamiento

La pandemia de la COVID-19 ha hecho que en los medios de comunicación se hablase poco del último episodio de blanqueamiento en la Gran Barrera, registrado en marzo de 2020, después de que febrero fuese el mes más tórrido de la historia de Australia. Se produce este episodio después del blanqueamiento más grave de la historia, de momento, el que tuvo lugar en 2016 y que afectó mayoritariamente a la parte norte, en la cual se blanquearon el 80% de los arrecifes. Muchos de ellos murieron.

David Wachenfeld, científico jefe de la Great Barrier Reef Marine Park Authority (GBRMPA), reconoce a Climática que el futuro que le espera a la Gran Barrera de Coral no es el más halagüeño: “La barrera lleva soportando una presión muy fuerte en estos últimos 20 años debido principalmente al cambio climático. Las proyecciones no son buenas, tal y como señala el informe de 2019”. El impacto del cambio climático cada vez es más evidente en un ecosistema considerado único en el mundo. Los cambios, además, se están produciendo más rápido de lo que la comunidad científica tenía previsto. La salud de la Gran Barrera se degrada a pasos agigantados.

Según Wachenfeld, el futuro de la Gran Barrera depende de dos factores: “En primer lugar, parece evidente que tenemos que poner más de nuestra parte para reducir las emisiones y mitigar el cambio climático. Si, como auguran las predicciones, a final de siglo, la temperatura global ha subido 3 o 4 grados, será un desastre para la Gran Barrera de Coral. En segundo lugar, tenemos que llevar a cabo iniciativas locales que reduzcan el impacto del cambio climático, como por ejemplo intentar reducir la contaminación del agua, controlar la proliferación de especies invasoras que son dañinas para el coral o ser más duros con la pesca furtiva”.

En 2017, después de dos episodios de blanqueamiento de coral (el de 2016 y el de 2017), se celebró en Townsville, Australia, la Reef Summit, con la presencia de más de 70 científicos expertos en corales procedentes de todos los rincones del planeta. “Pensamos conjuntamente qué podíamos hacer para mejorar las previsiones de la supervivencia del coral: mejorar la legislación referente al parque marítimo, incrementar los controles de las especies invasoras, como la Corona de Espinas [una especie de estrella de mar altamente invasora que se alimenta de los corales y supone una gran amenaza], o desarrollar estrategias para proteger el coral que había sobrevivido a los episodios de blanqueamiento de 2016 y 2017”.

Terry Hughes señala que cada episodio de blanqueamiento es distinto, no existen los patrones. “Las diferencias tienen que ver con muchos factores, como dónde se origina el calor o cómo se expande. Este año, la ola de calor ha sido más uniforme, pero hemos tenido más blanqueamiento en el sur porque era la zona que no se había blanqueado anteriormente”. Como la zona norte de la Gran Barrera quedó visiblemente blanqueada en el episodio de 2016, los corales se han acostumbrado relativamente al calor y las especies que quedan son las más resistentes, que aprovechan al invierno para recuperarse, cuando las aguas se enfrían. Además, Hughes es claro: “Los corales no se pueden blanquear dos veces”.

Si hay una pregunta que quizás cobre especial relevancia, dada la situación de no-retorno respecto al cambio climático y la subida de las temperaturas (la proyección más optimista es limitar la temperatura en 1,5 ºC para final del siglo), es la de si cabe la posibilidad de que los corales se adapten al cambio climático. La respuesta de Hugues es ambigua: “Los corales no se van a adaptar, pero sí que pueden generar respuestas genéticas. Entonces, si entendemos el concepto de adaptación en el sentido más amplio, podríamos decir que sí. Se trata de selecciones naturales, como la que hemos visto recientemente. Los corales más resistentes son los que sobreviven”.

Acropora blanqueada. Magnetic Island, Townsville. Marzo 2020.

Prevención más que regeneración

Si en algo coinciden tanto Wachenfeld como Hugues es en la imposibilidad de regenerar el coral de manera artificial. “La Gran Barrera de coral es como Italia de grande, más grande que dos tercios de los países del planeta [unos 344,400 km2]. En los que llevamos de año, hemos podido regenerar la superficie equivalente a dos campos de fútbol. Regenerar la barrera coral se presenta como algo imposible, ni siquiera se puede hacer a pequeña escala. Lo único que podemos hacer es gestionar el problema lo mejor que podamos. Se trata de desarrollar estrategias y luchar para que se cumplan los objetivos del Acuerdo de París”, reconoce Wachenfeld. Hughes también es taxativo: “Es imposible hacer crecer el coral. La regeneración llevada a cabo por los humanos resulta imposible; es demasiado caro y no habría garantías de supervivencia”.

Queda la esperanza de que los corales más resistentes se vayan haciendo más fuertes y se adapten o se modifiquen genéticamente para lo que tenga que llegar. Una de las frases más míticas y certeras de Hughes es que “los corales tienen futuro, pero un futuro diferente”. Su devenir, sin embargo, depende directamente del control que se pueda hacer de los gases de efecto invernadero, de la subida de la temperatura global y, en definitiva, de la capacidad que se tenga para mitigar al máximo los impactos del cambio climático.

Preguntado por si es posible un colapso del ecosistema en un plazo medio de tiempo, Wachenfeld se muestra dubitativo, pero reconoce que sí, que se podría dar: “Es posible, sí, pero no puedo predecir cuándo. Los corales que están más cerca de la costa son los más vulnerables porque son los que reciben mayor impacto: la polución, las olas de calor y los ciclones. Te das cuenta porque están llenos de algas. El resto de los corales funciona de manera distinta, porque tienen más capacidad de recuperación y resiliencia, pero esto tampoco será eterno. Pero si me preguntas si podría llegar a desaparecer por completo en un futuro a largo plazo, la respuesta es sí y no, porque también hay que pensar que los corales llevan en el mundo muchos años [unos 500.000, se calcula, pero la formación australiana actual, tal y como se conoce, tiene entre 6.000 y 8.000 años], y que hay corales en aguas calientes de otras partes del mundo, como en el Mar Rojo. La completa desaparición de los corales se puede dar en unos miles de años, pero aquí hay que tener en consideración otro eje: todas aquellas personas que viven de este ecosistema. La crisis de los corales es medioambiental, pero también humanitaria”.

Con la desaparición de los corales, también desaparecen muchas de las especies de peces y crustáceos que los habitan y, por lo tanto, formas de vida ligadas a la pesca. Se calcula que la Gran Barrera de coral emplea a unas 64.000 personas en el país y mueve unos 6,4 billones de dólares australianos.

Llegado este punto, hay que mirar hacia el gobierno australiano, que sí invierte mucho dinero en la conservación de la Gran Barrera de Coral, pero que continúa siendo uno de los principales exportadores de combustibles fósiles. De hecho, Australia es uno de los países con mayores emisiones per cápita del mundo y, a pesar de que el gobierno es consciente de que el mundo les está mirando, de momento nadie se atreve a enfrentarse a la poderosísima industria del carbón. Es por eso por lo que la transición ecológica en el país es apenas inexistente.

ARC Centre of Excellence for Coral Reef Studies

Resultados poco optimistas

Tanto Wachenfeld como Hughes reconocen que las conclusiones de los resultados obtenidos en el Great Barrier Reef Outlook Report de 2019 (se publica cada cuatro años), que monitoriza y evalúa las políticas medioambientales en torno a la conservación de los corales de la Gran Barrera y su estado de salud, no son las que esperaban. “El panorama en 2014 se presentaba muy desolador; ahora en 2019 se presenta desolador y se reconoce que la primera amenaza para la supervivencia de los corales es el cambio climático”, asegura Hughes. Al científico, sin embargo, le gusta puntualizar y no prefiere no hablar de “amenaza”. “Una amenaza es para algo que va a pasar en el futuro: el blanqueamiento de los corales no es una amenaza, es una realidad”.

Si bien en el informe se reconoce el cambio climático como primera causa de la muerte de los corales, también se habla de las consecuencias que tienen los ciclones y otros fenómenos climatológicos, pero para Hugues, cambio climático y fenómenos climatológicos no se pueden poner al mismo nivel por la sencilla razón de que los corales se pueden recuperar de los fenómenos meteorológicos extremos, porque están acostumbrados, pero no se pueden adaptar al cambio climático. “El blanqueamiento de 2016 mató un 50% de los corales de la zona norte de la Gran Barrera. Eso es más mortalidad que si le hubiese pasado por encima un ciclón de categoría 5, no es comparable”. En el informe también se menciona la contaminación que llega al mar procedente de la tierra, el desarrollo urbanístico costero y portuario costero y la pesca ilegal.

Aun con todo, Wachenfeld se muestra un poco optimista y pone su mirada en la educación ambiental y el turismo (la Gran Barrera de Coral recibe alrededor de dos millones de visitantes al año, según el gobierno australiano): “Gran parte de la barrera de coral se encuentra en buenas condiciones y continúa siendo un sitio fabuloso para visitar. Es importante explicar a toda esta gente que nos visita la historia de los corales y cómo les afecta el cambio climático”. En Australia, el turismo marino comercial, ligado a la Gran Barrera, contribuye significativamente a la economía. Si bien los blanqueamientos de 2016 y 2017 hicieron caer en un 12% las visitas turísticas (como se explica en el informe), el sector se recuperó a partir de 2018. Una mala noticia para la naturaleza, sin embargo, se proyecta en el horizonte: se prevé que los cruceros que llegan al país cada vez sean más grandes, así como un aumento de la llegada de yates recreativos.

Si bien el final de los corales no está cerca, la falta de periodos de recuperación entre los distintos episodios de blanqueamiento podría acelerar su muerte de manera prematura, y con ella la muerte de uno de los ecosistemas más ricos, diversos y fascinantes del planeta. También podría significar la muerte de una manera de vivir, la de aquellas comunidades ligadas históricamente a ellos. Dejar que ocurra o impedirlo, una vez más, está en la mano de los de siempre.

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COMENTARIOS

  1. Según la FAO el Planeta ha perdido 178 millones de hectáreas de bosque en tres décadas.
    Según Greenpeace, en el Brasil de Bolsonaro podemos ver hoy un desarrollo preocupante que podría superar los incendios forestales y la devastación del año pasado.
    Sólo en abril, 156 km2 de selva tropical han sido despejados. Eso equivale a 23.500 campos de fútbol. Eso es un aumento del 61% con respecto al mismo periodo del año anterior.
    Ahora mismo y bajo una nueva ley, MP 910, el gobierno legalizará millones de hectáreas de bosque de propiedad pública que ha sido despejado ilegalmente. Al hacerlo, el gobierno estará regalando inmensas extensiones de tierras robadas y preciosos bosques a bandas criminales.

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