“La gente entiende mucho mejor las cosas cuando le tocas el bolsillo”

El ambientólogo Pablo Rodríguez Ros reflexiona en esta entrevista sobre las claves de la divulgación en torno a la crisis climática.
Pablo Rodríguez durante una de sus expediciones. Foto: Victorine Sentilhes. Foto: Navegando porelEcuador_ (210 of 320)-min

Hablar de crisis climática, en 2019, ya no resulta tan extraño. No obstante, tiempo atrás, términos como calentamiento global o cambio climático generaban, sobre todo, un desconocimiento que aún perdura. “El lenguaje es muy importante para que el mensaje cale en la sociedad. Mucho más importante a veces que los datos”. Lo afirma Pablo Rodríguez Ros, ambientólogo que acumula cinco campañas oceanográficas a pesar de no llegar a los 30 años de edad.

Este investigador cartagenero iniciará en septiembre, gracias a una beca, una estancia de un año en la Universidad de California San Diego. Allí continuará con su investigación, centrada en el papel de los microorganismos marinos en la formación de nubes en lugares remotos y cómo el cambio climático puede afectar a este proceso.

Pero no solo investiga, también divulga. Rodríguez Ros considera la comunicación un factor clave en la lucha climática. “Tenemos un mal endémico: los que saben de verdad, por lo general, se callan, y los que no tienen mucha idea, pues dan rienda suelta”, afirma.

¿Qué hace falta para que la crisis climática importe realmente a todos los niveles, sociales y políticos?

Lo primero que hace falta es llamar a las cosas por su nombre. Si yo hablo del cambio climático y te digo “la temperatura va a subir 4º C en 2100”, eso es ciertamente antintuitivo. Pero si tú a esa persona le cambias el lenguaje, si le dices en vez de cambio climático crisis climática –como están empezando a hacer algunos medios-, ya la palabra ‘crisis’ es un concepto distinto.

El lenguaje es muy importante para que el mensaje cale en la sociedad. Mucho más importante, a veces, que los datos.

Ese cambio en el lenguaje que apunta, ¿no cree que puede llegar a ser contraproducente? La palabra cambio climático ya está ampliamente aceptada por la sociedad.

Con esto siempre ha habido mucho debate. Incluso hay mucha gente que prefiere que se hable de calentamiento global porque es más intuitivo que cambio climático. Estoy de acuerdo en que, seguramente, a corto plazo, pueda ser un poco lioso o contraproducente. Pero a medio-largo plazo no creo que lo sea. Hay que llamarlo así. Hay que hacerlo.

La comunidad científica ha pecado siempre de no saber comunicar bien el cambio climático y sus efectos. ¿A qué lo achaca?

Creo que la comunidad científica va a mejor en este aspecto. No obstante, todavía va mal por muchas razones. La primera es que a nosotros, durante la carrera, no se nos forma en comunicar ni en divulgar. Ya no es que no se nos forme, sino que ni siquiera se nos explica la importancia de este asunto. Y si ahora es bastante deficiente, imagínate las generaciones que se formaron hace 30 años: entonces era mucho peor.

Esto es bastante complicado, en el sentido de que no tenemos un bagaje formativo y tampoco se nos ha enfatizado la importancia de esto. Además, a los científicos nos pasa algo, y es que trabajamos en parcelas tan específicas que nos da a veces mucho miedo hablar de algo un poco más generalista.

Por ejemplo, yo no trabajo en el cambio climático exactamente. Yo no hago modelos de cambio climático. Utilizo modelos que incorporan el cambio climático para mis estudios. Entonces, hay gente que piensa “no voy a hablar de esto porque no es exactamente mi campo”. Bueno, no es exactamente tu campo, pero si tú no hablas lo hará otro. Y el problema que pasa muchas veces es que habla gente que, objetivamente, sabe mucho menos que tú, y al final le estás cediendo un espacio que debería ser para ti.

¿Peca de poco atrevida la comunidad científica a la hora de comunicar?

Creo que las personas que se dedican a la ciencia, en general, son muy prudentes, dubitativas y, por lo general, con un síndrome del impostor bastante fuerte.

Por ejemplo, te llama una tele para hablar y tú dices que no. Esto una cosa que antes me daba bastante rabia y ahora lo veo de otra manera: ver una noticia sobre cambio climático en la tele. Salen opiniones de los expertos, pero solo sacan a colectivos ecologistas o a gente que no se dedica al tema. Está muy bien que saquen a los colectivos ecologistas, no tengo nada en contra suya, pero porcentualmente se les da más tiempo.

Yo siempre echaba la culpa a la tele de que no llamaran a los científicos, pero ahora me he dado cuenta de que no. Hablas con los periodistas y te lo cuentan, que llaman y nadie quiere salir. Al final, esa prudencia, ese cohibirse de la comunidad científica, hace que a veces cueste. Pero como decía, creo que esa tendencia está empezando a cambiar. Sobre todo en otros países.

En España lo que pasa es que somos un país, como siempre se ha dicho, donde todos somos seleccionadores nacionales. Pues en esto igual: somos un país en el que todos se creen meteorólogos o climatólogos. Tenemos un mal endémico: los que saben de verdad, por lo general, se callan, y los que no tienen mucha idea, dan rienda suelta.

Una crisis de comunicación científica.

A veces, un problema con la comunicación es que vivimos en una especie de, como yo lo llamo, fiesta del Dunning-Kruger. Este efecto psicológico, fruto de un estudio que se hizo a finales de los 90, viene a decir que la gente, cuanto menos sabe, más segura está de sí misma. Y conforme más va sabiendo, más insegura se vuelve. Lo que nos dedicamos a la ciencia esto lo notamos un montón. Yo hace cuatro años te diría cosas que ahora ni me planteo decir, porque dudo mucho.

Vivimos en un tiempo en el que hay muchos influencers y poco referentes verdaderos. Y lo que pasa es que los influencers, en esa curva de Dunning-Kruger, están cerca de saber poco pero emiten opiniones de una forma muy tajante. Esa gente ha ganado bastante espacio en la comunicación, y eso es un problemón.

¿Cómo comunicar la ciencia climática de forma que no genere un miedo paralizante sino una llamada a la acción?

Siempre ha habido un debate alrededor de esto. De si el alarmismo lleva a la inacción, o si, por el contrario, hay que ser optimista. Creo que es una fina línea. He reflexionado mucho acerca de esto. Tiene que haber una línea intermedia, que pienso que la define la ciencia. No hay que ser catastrofista ni tampoco optimista en exceso. Cuanto más te quedes en esa línea intermedia, que es la que marca la ciencia, mejor a nivel comunicativo. Siempre hay que intentar acercarse a los consensos.

¿Dónde se sitúa usted en esa línea?

Depende a quién comuniques. Tú, como comunicador, dependes de quién sea tu receptor. Incluso el medio influye. Es una tema complicado. Si, por ejemplo, lo intentas comunicar en una red social como, por ejemplo, Instagram, que sabes que está copada de gente joven, pues obviamente no hace falta ser tan catastrofista, porque esa gente está superconcienciada.

Si hay algo en lo que tengo una opinión muy firme es que el problema no lo tenemos con los jóvenes. Esto que se dice que hay que empezar con las generaciones jóvenes… no. Esa gente ya está muy concienciada, lo estamos viendo con Fridays For Future. ¿Qué es lo que pasa? Que esta gente a nivel social o político no toma decisiones. Somos críos, y yo me incluyo en lo de crío. Pienso que hace mucha más falta ir ‘al barro’ con la gente que toma decisiones y, sobre todo, con aquellas generaciones que las toman. Hay que hablar más con los mayores que con los niños.

Otro gran fallo comunicacional reside en querer explicar los efectos del cambio climático con hechos o lugares que la gente nunca verá, en vez de explicar los efectos que este fenómeno tendrá en lo cotidiano, en su barrio, en su ciudad.

Totalmente. Este es un debate que se ha tenido bastante también. Es lo que se critica siempre, con lo del ejemplo de la imagen del oso polar. Este es un problema incluso dentro de la ciencia. Tengo compañeros que dan charlas y ponen esa imagen. Yo trabajo en Barcelona, soy de Murcia, y me pones un oso polar y a mí qué me importa.

Ya lo he dicho muchos veces, lo he hablado con otra gente que se dedica a esto de manera más militante. Hay que intentar siempre explicar a la gente desde lo local. Lo del oso polar también, porque es importante que entiendas que el fenómeno es global, pero contar cómo te va a afectar a ti tiene más impacto.

Mira, yo que soy de Murcia: la agricultura es un sector super importante en la región, y con la sequía, si no hay agua, ¿qué va a pasar? ¿que no habrá tomates? Claro que habrá, pero a lo mejor ese tomate te vale el doble. Mi experiencia me dice que si a la gente le explicas las cosas así, lo entiende mucho mejor. Es la manera de empatizar con la gente. Es triste, pero la gente entiende mucho mejor las cosas cuando le tocas el bolsillo.

Por tanto, hay que ir a lo local. La subida del mar, por ejemplo. La costa española. ¿Va a venir un maremoto y se va a llevar los edificios por delante? Pues no. ¿Pero qué va a pasar? Que vas a tener que poner una serie de infraestructuras de ingeniería que te van a costar una pasta que no tienes.

¿Considera que hay un componente de clase en la lucha climática?

Más que lucha de clases, es una cuestión de resiliencia y resistencia. Obviamente, en nuestra sociedad capitalista, cuanto más recursos, es decir, cuanto más dinero tienes, más resistente y resiliente eres a los impactos y adversidades.

Antes comentaba el alto grado de concienciación de la juventud. No obstante, se suele criticar la falta de pedagogía ambiental en la etapa escolar.

El 90% de mi acción divulgativa durante varios años ha sido ir a colegios e institutos. Y me he dado cuenta de que muchas veces es el profesorado el que se cuestiona el cambio climático, y son los propios críos los que les enseñan a ellos.

He notado un cambio en poquísimos años. Al principio, cuando iba a hablar de estas cosas, los críos no se enteraban de qué era el calentamiento global. Y ahora lo tienen supercontrolado. Y ya no digamos a nivel de instituto, de secundaria, que lo tienen asumidísimo.

He tenido profesores negacionistas en la universidad, al igual que los he tenido homeópatas. Hay profesores homeópatas en la universidad, por qué no los va a haber negacionistas del cambio climático, si es lo mismo.

¿Quién es más peligroso, un firme negacionista del cambio climático o las industrias que emiten toneladas emisiones de CO2?

¿Es diferente? Yo siempre veo dos tipos de negacionismos. Por un lado, tenemos al negacionista consumidor, aquel que simplemente se cree lo que dice otra gente que él considera sus influencers. Con esa gente, tú como comunicador tienes que ir con empatía, explicándole las cosas bien. No puedes ir a esa persona y decirle “oye, es que tú eres tonto”.

Por otro lado, están los gurús de todo esto. Ideológicamente, el negacionismo climático está claramente ligado a un tipo de ideología que prefiero catalogar como ultraliberalismo, porque neoliberalismo engaña un poco. No quiere decir que toda persona que tenga esa ideología sea negacionista, pero todos los negacionistas que yo he encontrado en España con poder y voz son del mismo lado del espectro político. Esto, seguramente, se debe a que todo lo que venga de la crisis climática, la crisis ecológica, toca partes muy sensibles del sistema que ellos consideran que es el más correcto. A esta gente se la combate con información.

¿Y cómo se combate al negacionista que lo es por pura ignorancia o desinformación?

Una manera útil es divulgar mucho, porque al final es como un virus que se propaga -en el buen sentido-. Al final, mucha gente a la que estás dando una charla ya está super convencida, pero sus familiares no, y cuando esa persona vaya a hablar con ellos va a tener mucha más efectividad que si lo hiciera yo, por mucho que yo me dedique a ello. La comunicación se basa en gran parte en la confianza.

¿Qué se le dice a la sociedad para luchar contra la crisis climática?

Suele haber una falsa dicotomía: ¿el cambio climático es un problema cuya solución es científica o política? Hacen falta las dos, pero yo, como investigador del cambio climático, creo que la solución es mayoritariamente política.

Cualquier persona que te diga que la solución del cambio climático es únicamente científica, sin hacer alusión a la parte política, no sabe lo que es el cambio climático. Este tipo de mensajes me parece mucho más desincentivador de la movilización ciudadana que el ser, por ejemplo, catastrofista. Si venden que la solución es científica, la gente se desentiende.

Muchas veces, el cambio climático se comunica así, incluso desde la divulgación. Eso es peligrosísimo. Sin hacer alusiones a la política, entendida esta en un sentido que cualquier acción que uno haga es política, no vamos a salir de esta.

¿Qué echan en falta los científicos de este país?

Depende a quién le preguntes. Si se lo planteas a la gente que es más mayor, la gente que tiene plaza, te dirá que hay poco dinero para proyectos. Será verdad para ellos. Pero si le preguntas a alguien menor de 40 te va a decir que el principal problema es que no tiene trabajo, o que, cuando lo tiene, es intermitente y cobra poco. Y sí, luego también te dirán que hacen falta fondos. Pero yo, cuando tengo dinero para fin de mes es cuando me preocupo por los fondos. Somos como cualquier profesional: a mí lo que me preocupa más es cobrar a fin de mes. Esto en la ciencia es un problema, porque a la gente que está más arriba le preocupan unas cosas distintas que para la gente que está más abajo.

Y, a su vez, creo que falta mucha formación en comunicación de la investigación y, sobre todo, que la ciencia se acerque más a la sociedad y la política. Pero no de dar charlas para conseguir que te aplaudan los cuatro de siempre, sino de ir a la empresa que se llama Iberdrola, por decir una, y pegarle la chapa.  

En todos estos años de estudio de las causas y consecuencias del cambio climático, ¿cuál ha sido su mayor decepción?

La que se lleva todo el mundo en ciencia: cuanto más aprendes, más te das cuenta de lo que no sabes, de la incertidumbre. Esto te frustra mucho. Sobre todo, que este trabajo el 99% del tiempo es hacer las cosas mal. Hay veces que abres una puerta y aparecen diez. Es muy complicado.

Su investigación está centrada en la influencia de las algas marinas (fitoplancton) en la regulación del clima. ¿En qué consiste?

En nuestro grupo de investigación, el Instituto de Ciencias del Mar de Barcelona, lo que investigamos es una serie de compuestos gaseosos marinos que se emiten desde el mar,. Los producen, en mi caso, el fitoplancton marino, y cuando pasan a la atmósfera, a través de una serie de reacciones químicas bastante complejas, forman pequeñas partículas llamadas aerosoles. Estas pequeñas partículas sirven de superficie física a la cual moléculas de agua se van adhiriendo. Como un vaso de agua fría en verano, donde el agua se pega al cristal. Al final, se forman microgotitas que, microgotita a microgotita, forman una gota y esto al final esto forma la nube.

Estudiamos el proceso por el que fitoplancton, en cierto modo, es capaz de formar nubes que son blancas y reflejan la radiación solar, y qué es lo que pasaría si ese fitoplancton se ve reducido en un escenario de cambio climático en una zona, o en otra no; si hay una especie en vez de la otra, porque no todas emiten lo mismo… Son procesos muy importantes que se estudian, sobre todo, en zonas que están muy alejadas de la actividad humana, muy remotas: la zona de la Antártida y la zona del Pacífico tropical. Ahí puedes ver, casi sin interferencia humana, cómo se dan estos procesos.

Esto es superimportante, porque si miras cualquier imagen de la Tierra tomada desde la Estación Espacial Internacional verás que la Tierra está llena de nubes, y estas se sabe que reflejan la radiación solar y, en el cambio climático, hacen que nos estemos calentando menos de lo que nos deberíamos calentar. Entonces, ¿qué pasa si deja de haber nubes, no a nivel global, si no en algunos sitios porque los organismos que lo producen, a causa de cambios de temperatura, se van moviendo a otros sitios?

Si miras la incertidumbre asociada a la proyección del cambio climático, es de las cosas que más incertidumbre aporta. Si no podemos decir cuánto va a subir exactamente la temperatura para 2100 es, en gran parte, porque no conocemos estas cosas.

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COMENTARIOS

  1. La verdad que en las Universidades poco se enseña a divulgar los conocimientos. Nos volvemos muy técnicos con nuestros conceptos, lo que hace que los especialistas en una materia hablen en otro idioma muy diferente al pueblo. Esto sucede en todas las disciplinas que he estudiado. De hecho, recientemente un amigo electricista me dijo no hables tan técnico sobre el derecho laboral, pues no lo entiendo.
    En este tipo de conservaciones te das cuenta que muchas veces para que ellos lo entiendan debes rebajarte a su nivel de vocabulario y; cuando vayas a eventos donde todos sean de tu colectivo, ahí si aplicaremos el vocabulario técnico que precisamos.
    Yo no entiendo de geología, ni de climatología, pero la verdad se echa en falta que se tomen medidas reales para cuidar el medio ambiente, pues muchas veces agotamos los recursos y las materias primas, no permitiendo que la naturaleza se regeneré. De hecho, todas las leyes o medidas sobre estas materias dan un plazo muy largo para implementarlas y cuando nos demos cuenta, la regeneración del planeta va a ser mucho más difícil. Por ejemplo, ¿Porqué esperar a sustituir coches viejos que emiten mucha contaminación por los nuevos?

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