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Un planeta en la UCI: cuatro indicadores clave del cambio climático batieron récords en 2021

La salud del océano, los ecosistemas y la atmósfera empeoró en 2021, como evidencia el informe anual de la OMM sobre el estado del clima. El bienestar humano y animal está cada día más en peligro.
El ministro de AAEE de Tuvalu, Simon Kofe, dio un discurso durante la COP 26 en el mar para denunciar los riesgos de la crisis climática. Foto: Ministerio de Justicia, Comunicación y AAEE de Tuvalu vía REUTERS.

La Organización Meteorológica Mundial (OMM) ha presentado su informe anual sobre el estado del clima, elaborado junto a agencias de todo el mundo. “Es una sombría confirmación del fracaso de la humanidad para afrontar los trastornos climáticos”, ha resumido en un vídeo António Guterres, secretario general de la ONU. Lo cierto es que 2021 deja señales indiscutibles de que el cambio climático avanza imparable. La vida que alberga el planeta, en cualquiera de sus formas, está en peligro.

El año pasado se batieron récords en cuatro indicadores clave del cambio climático: las concentraciones de gases de efecto invernadero, el aumento del nivel del mar, el calor oceánico y la acidificación de los océanos. Se trata de una muestra más de que las actividades humanas están provocando cambios a escala planetaria en la tierra, el océano y la atmósfera, insiste la OMM. Este documento se usará –junto con los informes del IPCC, cuyos datos llegan hasta 2019– para las negociaciones de la COP27 que tendrá lugar en Egipto a finales de este año.

El aumento de temperatura es la forma más clara de mostrar el efecto que tienen los gases de efecto invernadero sobre el planeta. Los últimos ocho años han sido los más calurosos desde que comenzaron los registros modernos en 1880. El año pasado se coló entre los más tórridos a pesar de estar bajo la influencia de La Niña, un evento climático que enfría las aguas del Pacífico. La temperatura media mundial en 2021 fue 1,11 ºC más caliente que en la época preindustrial (1850-1900).

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El 2021 deja cuatro récords alarmantes

  • Las concentraciones de gases de efecto invernadero (es decir, lo que se acumula en la atmósfera y hace que el planeta se caliente) alcanzaron un nuevo máximo mundial en 2020, y los datos de sitios concretos indican que siguieron aumentando en 2021, según la OMM, máxima autoridad de Naciones Unidas en materia de tiempo, clima y agua. ​​Los niveles de dióxido de carbono (CO2) –el gas más dañino para el clima– han subido hasta las 418,81 partes por millón (ppm), lo que supone un 150% más que en el periodo preindustrial. Para entender la gravedad de esta cifra, se estima que el nivel seguro de CO2 en la atmósfera es de 350 ppm, valor que se superó en la década de los 90. En cuanto al metano (CH4), el segundo gas que más contribuye al calentamiento global, alcanzó en 2021 valores récord en la atmósfera por segundo año consecutivo, al llegar a las 1889 partes por mil millones (ppmm), un 262% más que en la época previa a la revolución industrial. El mismo camino sigue el óxido nitroso (N2O): 333,2 ppmm, en 2021, un 123% más.
  • La parte superior de los océanos –sobre los 2.000 metros– alcanzó temperaturas nunca vistas, y lo peor es que se espera que siga aumentando en el futuro pues se trata de un cambio irreversible en escalas de tiempo de centenarias a milenarias. Este calentamiento ha sido especialmente fuerte en las dos últimas décadas. Gran parte del océano experimentó al menos una fuerte ola de calor marina en algún momento del año pasado.
  • Los océanos están siendo golpeados de múltiples maneras. No solo se calientan, también se acidifican. Esto se debe a que los océanos absorben alrededor del 23% de las emisiones anuales de CO2 antropogénico a la atmósfera. Este compuesto reacciona con el agua del mar y provoca su acidificación, lo que amenaza a los organismos y servicios de los ecosistemas y, por tanto, a la seguridad alimentaria, el turismo y la protección de las costas. Y no acaban aquí las repercusiones: al disminuir el pH del océano también disminuye su capacidad de absorber el CO2 de la atmósfera. En su último gran informe, el IPCC concluyó que “existe una confianza muy alta en que el pH de la superficie del océano abierto es ahora el más bajo que ha tenido por lo menos desde hace 26.000 años y las tasas actuales de cambio de pH no tienen precedentes desde al menos esa época”. 
  • Y seguimos con el agua: en 2021, el nivel medio global del mar alcanzó un nuevo récord tras aumentar a una media de 4,5 mm por año durante el período 2013-2021. Supone más del doble de la tasa registrada entre 1993 y 2002. La causa principal, explican los científicos, es la pérdida acelerada de masa de hielo. El ascenso del mar pone en riesgo a millones de habitantes que viven próxima a la costa y aumenta la vulnerabilidad a los ciclones tropicales y otros eventos extremos.

Los eventos extremos van a más

Más allá de los registros récord en esas cuatro señales, el informe sobre el estado del clima recoge muchos otros signos de alerta. Uno lo encontramos en la criosfera –zonas congeladas del planeta, como nieve, glaciares, permafrost o hielo marino–. Si bien en el año glaciológico 2020-2021 se produjo un menor deshielo que en los últimos años, la Organización Meteorológica Mundial reconoce que “existe una clara tendencia a la aceleración de la pérdida de masa en escalas de tiempo multidecadales”. 

En promedio, los glaciares de referencia del mundo han adelgazado 33,5 metros (equivalente en hielo) desde 1950, del cual un 76% ha sido desde 1980. El 2021 fue un año especialmente duro para los glaciares de Canadá y el noroeste de Estados Unidos, con una pérdida récord de masa de hielo como consecuencia de las olas de calor y los incendios de verano. En Groenlandia se produjo un deshielo excepcional a mediados de agosto y se registraron las primeras precipitaciones líquidas de la historia en la Estación de la Cumbre, el punto más alto de la capa de hielo, a 3.216 metros de altitud.  

El agujero de la capa de ozono sobre la Antártida fue inusualmente extenso y profundo, y alcanzó un máximo de 24,8 millones de km2 –superficie equivalente al tamaño de África– como resultado de un vórtice polar fuerte y estable y de unas condiciones más frías que la media en la estratosfera inferior.

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Las olas de calor también batieron récords en el oeste de Norteamérica y en el Mediterráneo. El año pasado dejó varios hitos de altas temperaturas, como los 54,4 °C en el Valle de la Muerte (California). En la provincia canadiense de la Columbia Británica se alcanzaron 49,6 °C, lo que contribuyó a que se registraran más de 500 muertes relacionadas con el calor y sirvió de combustible para devastadores incendios forestales que, a su vez, agravaron los efectos de las inundaciones de noviembre. Tanto las olas de calor como las inundaciones son hoy día más probables y dañinas como consecuencia del calentamiento global. La de Canadá, en concreto, fue 150 veces más probable por el cambio climático.

Además de los daños humanos y ecosistémicos, eventos extremos como inundaciones y sequías provocan pérdidas económicas millonarias. Dos ejemplos son los de la provincia china de Henan y el de Alemania, cuyas inundaciones por lluvias extremas dejaron daños por valor de 17.700 y 20.000 millones de dólares, respectivamente.

La sequía es otro síntoma que se intensificó el año pasado, sobre todo en el Cuerno de África. El este del continente se enfrenta a la posibilidad muy real de que este año las lluvias escaseen por cuarta temporada consecutiva, lo que llevará a Etiopía, Kenia y Somalia a una sequía de una duración no experimentada en los últimos 40 años. También se han visto seriamente afectadas por este fenómeno Canadá, el oeste de Estados Unidos, Irán, Afganistán, Pakistán y Turquía. En la América del Sur subtropical, la sequía ha causado grandes pérdidas agrícolas y perturbó la producción de energía y el transporte fluvial. 

Además, 2021 fue un año especialmente activo en cuanto a ciclones tropicales. El huracán Ida se convirtió en el más importante de la temporada del Atlántico Norte. Murió más de un centenar de personas y las pérdidas económicas en Estados Unidos se estiman en 75.000 millones de dólares. En base a la evidencia actual, se puede afirmar que los ciclones tropicales grandes (de categorías 3-5), en cualquier zona del planeta, son más frecuentes.

Los ecosistemas y los servicios que prestan se ven afectados por el cambio climático. Algunos de ellos, como los ecosistemas montañosos, se están degradando a un ritmo sin precedentes. Asimismo, la subida de las temperaturas exacerba el riesgo de pérdida irreversible de ecosistemas marinos y costeros, en especial las praderas submarinas y los bosques de algas. También están en serio peligro los arrecifes de coral. Según las previsiones, perderán entre el 70 y el 90% de su antigua superficie con un calentamiento de 1,5 °C y más del 99% si el incremento de las temperaturas llega a los 2 °C. 

Todos estos riesgos y eventos han propiciado millones de desplazamientos forzosos tanto dentro como fuera del país de residencia. Hasta octubre de 2021 los países con mayor número de personas desplazadas contabilizadas fueron China (más de 1,4 millones), Filipinas (más de 386.000) y Vietnam (más de 664.000).

Cinco acciones para acelerar la transición energética

El máximo representante de Naciones Unidas, António Guterres, es una persona que en los últimos años no se ha cortado a la hora de hablar sobre el peligro que supone el cambio climático. Tampoco ha dudado en apuntar en repetidas ocasiones a los que no hacen nada por mitigarlo. También son muchas las veces que ha señalado a quienes mantienen el negocio sobre el carbón, el petróleo y el gas, responsables principales del calentamiento del planeta. «Los combustibles fósiles son un callejón sin salida, tanto desde el punto de vista ambiental como económico», ha dicho tras conocer los resultados del informe. 

Considera que “el sistema energético mundial se ha roto, lo que nos pone al borde de la catástrofe climática” e insiste con que «la guerra en Ucrania y sus efectos inmediatos en el precio de la energía es otra llamada de atención». Por ello, propone cinco acciones «fundamentales» para impulsar la transición hacia las energías renovables:

  • Formar una coalición mundial –impulsada por gobiernos y con presencia de las empresas– para el almacenamiento en batería a fin de acelerar su innovación y despliegue. Considera que este tipo de tecnologías deben tratarse «como bienes públicos mundiales esenciales y de libre acceso».
  • «Asegurar, ampliar y diversificar» el suministro de componentes y materias primas fundamentales para las tecnologías de energía renovable. Denuncia que, actualmente, «las cadenas de suministro de tecnología y materias primas para las energías renovables se concentran en un puñado de países».
  • Insta a los gobiernos a crear marcos y reformar la burocracia para igualar las condiciones en favor de las energías renovables. Se queja de que se sigue mimando a los combustibles fósiles.
  • Poner fin a cualquier ayuda al carbón, el petróleo y el gas. Solo así, asegura, se podrá «proteger a los pobres y a las personas y comunidades más vulnerables». «Cada minuto de cada día, el carbón, el petróleo y el gas reciben aproximadamente 11 millones de dólares en subsidios», señala durante su intervención Guterres, quien lamenta que, mientras el precio de los carburantes sube para los consumidores, «la industria del petróleo y el gas se embolsa miles de millones gracias a un mercado distorsionado». 
  • Triplicar las inversiones privadas y públicas en energías renovables hasta alcanzar al menos los 4 billones de dólares al año.

La Organización Meteorológica Mundial ha creado una web interactiva con datos, gráficas y mapas. Se puede acceder a ella pinchando aquí.

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COMENTARIOS

  1. Posible celebración de los Juegos Olímpicos de Invierno 2030, en los Pirineos.
    El pasado 30 de abril se celebró en el barrio del Ensanche de Barcelona un debate sobre la posible celebración de los Juegos Olímpicos de Invierno 2030, en los Pirineos.
    José Luis Martínez, intervino en el debate, por Ecologistas en Acción y la Plataforma en Defensa de las Montañas.
    ” Aviso a marineros de que el territorio de los grandes eventos es terreno de caza para depredadores comisionistas y empresarios amiguetes. Descontando el impacto negativo de las obras correspondientes sobre el paisaje, el cambio climático y la biodiversidad”.
    A su entender los JJ.OO. de Invierno son una oportunidad estupenda para el negocio de oportunidad, pero de nulos resultados en la tarea de fijar población en el territorio vaciado.
    Los suculentos precios, pagados por ARAMON, para la compra de prados en Castanesa no han tenido ninguna consecuencia en cuanto a aumentar la población en el municipio. SÍ que lo han tenido en la cuenta corriente de la alcaldesa de Montanuy, embolsándose más de 2 millones de € por suelo rural vendido. Entre tanto, el Gobierno de Aragón sigue poniéndolas para construir estaciones nuevas sin nieve bajo la promesa de mantenerlas a puro cañón de innivación. Todo esto recurriendo a Fondos Europeos de Recuperación pese a que incumplen los protocolos de la Unión Europea para la adjudicación de dichos fondos. Curiosa forma de frenar el cambio climático cuando la nieve va subiendo por encima de los 2.000 metros.
    Sin embargo, la herencia sobre el paisaje promete ser –para mal- mucho más duradera. Sin digerir todavía la destrucción del valle virgen de Castanesa, para construir una estación de esquí que no ha tenido nieve en todo el invierno, regresa la amenaza de edificar una gran interconexión, entre las estaciones de Astún y Formigal, por el paraje de alta montaña de Canal Roya-Anayet. Todo este desatino en aras a “competir, en pie de igualdad, con las estaciones de esquí de Los Alpes” –ahí es nada- y acudir a los JJ.OO. de 2030 con la mayor superficie esquiable del sur de Europa, según proclama el presidente Lambán. La nieve de las pistas, ya la fabricarán los cañones, ahora que la energía está barata y parece remitir el cambio climático.
    Stop Juegos Olimpicos de Invierno también en Aragón.

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