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“El Estado, la Iglesia, el militarismo y el narcotráfico van de la mano”

Sebastiana Par Álvarez, alcaldesa maya en Guatemala e integrante del Consejo de Pueblos de K’iché, habla con Climática de la represión sobre indígenas en su país y cómo les afecta la crisis del clima.
Sebastiana Par. Foto: Aida Cuenca. Foto: Foto Sebastiana Par

El pasado mes de octubre tuvo lugar la XII edición del IndieFest de Barcelona, celebrada en el marco de la Semana de la Resistencia Indígena. Hasta allí acudió Sebastiana Par Álvarez, alcaldesa indígena maya de Guatemala e integrante del Consejo de Pueblos de K’iché.

Desde hace un tiempo, Par Álvarez ayuda a organizar la resistencia contra aquellas empresas transnacionales, entre ellas la hidroeléctrica RENACE de ACS, propiedad de Florentino Pérez. Estas compañías provocan con sus construcciones deforestación y contaminación de los ríos, dejando a su poblado y vecinos sin agua ni vegetación. También habla de cómo está afectando en las cosechas la crisis climática, así como la influencia de la Iglesia puede lastrar combatir sus efectos.

¿Cómo es la relación entre los pueblos indígenas y el Estado?

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El problema que tenemos es que, desde la institución del Estado de Guatemala, no somos visibilizados. De todos los artículos que tiene nuestra Constitución, solo dos o tres hablan de nosotros. No se invierte en una educación que promueva ni nuestro idioma ni nuestra cultura. La mayoría de los textos en la escuela están en español. No hay inversión en nuestros pueblos porque los intereses del Estado responden a proyectos neoliberales capitalistas y a sistemas patriarcales y machistas. Y no hay un sistema legal que garantice nuestros derechos.

Nuestros abuelos y nuestros padres derramaron sangre para que respeten nuestros derechos y no lo están haciendo. En el momento en que el Estado autoriza una licencia para las hidroeléctricas, para la tala de árboles, y recibe fondos como del Banco Mundial para comprometerse con ellos, está autorizando para que entren a nuestros territorios. Nuestro Estado, en vez de garantizar derechos, los violenta. Y la política internacional tampoco nos apoya. Si Trump dice hay que firmar un papel, el presidente lo firma para que no impongan aranceles o trabas en nuestro país. No tenemos independencia.

¿Cómo se organiza la resistencia entre líderes para luchar contra los intereses de las empresas transnacionales?

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Además de ser alcaldesa, yo también formo parte de la coordinación del Consejo de Pueblos del K’iché. Desde que este se instituyó en el 2009, se llevan a cabo asambleas con las autoridades de las diferentes comunidades donde planificamos y organizamos las actividades que realizamos.

¿Se discuten en las asambleas los diferentes intereses y puntos de vista entre poblados? 

Sí. Analizamos, resolvemos y llegamos a consensos, que es lo más importante que hay para resolver las diferencias. Todo a través del diálogo. Hay que poner las cosas sobre la mesa como son y buscar consenso en el marco de nuestros principios, que se rigen por la defensa de la Madre Tierra y del territorio.

¿Qué líderes están siendo criminalizados ahora por el Estado?

Cuando hay una criminalización, es una criminalización dirigida a todos los líderes; a todo el pueblo. Es una estrategia para ir intimidando e ir metiendo el miedo para que nos bloqueen y no actuemos. En la medida que nos ven participando y llevando la contraria a sus proyectos individualistas, ya nos están tachando. De hecho, hace unos días, sufrimos otra amenaza por buscar la transparencia en los órganos de nuestras comunidades.

¿Cómo les intimidan? ¿Cómo reciben la amenaza?

A través de amenazas verbales, de llamadas telefónicas, de que llamen a la puerta de casa a una hora determinada de la noche… Especialmente, a través de manipulación, que consideramos muy fuerte porque ponen un grupo en nuestra contra para que nos ataquen. El mismo Estado nos dice que somos responsables de lo que pueda suceder. Nos meten miedo, pero asumimos esos riesgos y les hacemos ver que también pueden cometer algún error en el trabajo que hacen.

¿Han llegado alguna vez a utilizar la violencia física contra ustedes?

Sí. Gracias a la vida, a mí no me ha pasado. Pero sí hay intentos de la policía, del mismo Estado cuando hacemos una manifestación. Si insistimos en algo, ya van con sus bombas lacrimógenas o con los antimotines. O, por ejemplo, vemos el caso de la compañera Lolita Chávez, quien ha sufrido atentados y disparos y se ha salvado de morir. Ya no solo es el intento de violencia física, sino que quitan la vida de los hermanos y las hermanas.

¿El Gobierno también utiliza al ejército para intimidar a los poblados? ¿Qué tipo de violencia se utiliza?

En nuestro territorio mandan soldados y policías. El estado de sitio implica que un soldado puede hacer lo que quiera, incluso entrar a cualquier casa a comer si le apetece. ¿Te imaginas todo el daño psicológico que implica eso en la niñez? Para los niños que están estudiando es una tortura horrible. Mi papá fue secuestrado por los militares. Mi mamá, después de 36 años, cuando ve un helicóptero o un soldado, le da un escalofrío. Solo la imagen de un soldado te violenta porque ha habido una historia de conflicto armado donde su papel nunca ha sido positivo.

Los militares sirven a los intereses. En zonas donde hay inseguridad no están, pero, en cambio, en las fincas o en manifestaciones pacíficas sí. En la ciudad de Guatemala, tú te subes a un bus y estás con un pie en el cementerio y otro en la calle porque no sabes cuándo habrá un tiroteo. Solo es seguro aquel transporte que está privatizado. No tenemos un referente de militar que nos apoye, que vele por nuestra seguridad a pesar de que el Gobierno le da más presupuesto al Ministerio de Defensa que al de Educación. El Estado, la Iglesia, el militarismo y el narcotráfico van de la mano.

¿El presidente no se ha pronunciado públicamente sobre nada de esto?

No. El presidente hace lo que dice el cacique, lo que dicen los círculos ricos, lo que dice el narco, lo que dice Trump, lo que dice el Banco Nacional. Ganó un presidente que en su plan de gobierno dijo que iba a trabajar para el desarrollo económico del país, que iba a traer más empleo, nuevas oportunidades, un lugar más urbanizado… Eso significa más extractivismo y más alianzas con empresas transnacionales.

Y él es el que también ha aplicado el estado de sitio. Sus mismos compañeros quedan para las próximas elecciones. Pero vamos a seguir resistiendo porque es preferible morir luchando que vivir de rodillas. Hay una esperanza a través de las organizaciones y de las alianzas que vamos haciendo para difundir la información porque allí tampoco se difunde. Los medios de comunicación son los que tienen dinero y no van a decir la verdad.

En su poblado, ¿qué ha cambiado con el cambio climático?

Este año, hubo mucha sequía y no va a haber cosecha ni de maíz ni de frijol, que es nuestro principal alimento y medio de subsistencia. Ya no podemos ni vivir dignamente; solo podemos sobrevivir… Y, a causa de esto, hay mucha emigración. La Iglesia dice que la sequía y la desaparición de ríos es por obra de Dios. Promulga que no se necesita luchar porque está pasando lo que Dios quiere y nade de esto se puede cambiar porque está escrito en la Biblia. Pero nosotros vamos en contra de esa corriente y vemos que las comunidades, afortunadamente, están despertando.

Y ¿qué futuro ve para los niños y niñas de su poblado? ¿Con qué ejemplo crecerán?

Si seguimos con esta lucha en la organización, seguramente va a haber un cambio. Conforme la gente se va formando e informando, se da a conocer nuestra verdadera historia y van tomando conciencia. Pero a la vez nos preocupan los índices de desnutrición infantil que hay. Están entre el 40 y el 60%. Si nuestra niñez está desnutrida, ¿cómo va a crecer? ¿Qué oportunidades y habilidades va a tener? Como alcaldes, mi pareja y yo, velamos por la educación. Reivindicamos la autoridad maya y la autoridad de nuestros pueblos. Estamos exigiendo que el profesorado cumpla la reforma educativa: que enseñe el idioma, la cultura, la alimentación, la música… Si logramos hacer cambios locales, se irá mejorando poco a poco.

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