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Entre el ‘greenwashing’ y la necesidad: ¿qué está pasando en la industria del automóvil?

Reducir las emisiones procedentes del transporte, sobre todo de carretera, es prioritario para mitigar el cambio climático y cumplir con el Acuerdo de París
Foto: vehículos en fábrica.

Con un rostro conocido, ante más de 100 millones de espectadores y en uno de los espacios publicitarios más cotizados en Estados Unidos como es la final de la Super Bowl. Así presentó uno de los gigantes del automóvil, General Motors, su nueva línea de coches eléctricos: nada menos que un Cadillac y un Hummer. El mismo lujo y la misma potencia, pero con baterías y cero emisiones.

El anuncio dio la vuelta al mundo y causó un pequeño terremoto en la industria. Sin embargo, el movimiento publicitario se produjo unos días después de una noticia de mucho mayor calado: General Motors dejaría de fabricar coches con motores de combustión en 2035. Este no fue el primer anuncio del estilo, ni será el último, en una industria en ebullición.

También en febrero, Ford anunciaba que todas las ventas de turismos en la Unión Europea serán de modelos eléctricos a partir de 2030. Volvo tampoco tiene intención de seguir vendiendo coches de combustión la próxima década. Y casi todas las marcas tienen turismos eléctricos a la venta y nuevos modelos en camino. Pero, ¿cuánto hay de publicitario, cuánto de compromiso real y cuánto de necesidad en estas decisiones?

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Radiografía (breve) del sector del automóvil

El transporte es responsables de algo más de una quinta parte de las emisiones de CO2 de origen humano que, cada año, se generan en el planeta. De esta parte, el 75% lo produce el transporte por carretera (un 45% la movilidad de personas y un 30% la de mercancías), según los datos de la Agencia Internacional de la Energía y el Consejo Internacional para el Transporte Limpio, publicados por la Universidad de Oxford.

Reducir las emisiones del transporte es prioritario para mitigar el cambio climático y cumplir los compromisos del Acuerdo de París. Para ello, tal como señala el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC), existen varios caminos, que pueden recorrerse a la vez: reducir el número de viajes, cambiar el modo en que nos movemos (más transporte colectivo, más bicicleta y más caminar) y reducir o eliminar los vehículos contaminantes mediante la electrificación y los combustibles alternativos.

“La automoción no es un sector en declive como pasa, por ejemplo, con el del carbón. Tiene la capacidad de transformarse en otra cosa”, explica Mikel González-Eguino, investigador del Basque Centre for Climate Change. “Esta es, además, una transición necesaria para la supervivencia de un sector importante del que dependen muchos trabajadores”. Y es que los cambios en la movilidad no pueden entenderse sin tener en cuenta los números de la industria.

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El sector de la automoción genera 13,8 millones de puestos de trabajo (directos e indirectos) en la Unión Europea, un 6,1% del total. Es, también, responsable del 7% del PIB de la UE, según datos de la Comisión Europea. En España (noveno fabricante a nivel mundial y segundo a nivel europeo), 1,8 millones de puestos de trabajo dependen del sector, según datos del Ministerio de Industria, Comercio y Turismo.

Movilidad eléctrica frente a movilidad sostenible

Persiguiendo los objetivos del Acuerdo de París, cada vez más países han puesto fecha de caducidad a los vehículos con motores de combustión. En España, la nueva Ley de Cambio Climático y Transición Energética contempla que a partir de 2040 solo se vendan coches que no generen emisiones. Francia ha fijado el mismo objetivo y otros países, como Reino Unido o Dinamarca, quieren que sea incluso antes, en 2030.

El Gobierno español también ha anunciado estos días que destinará 13.200 millones de euros de los fondos Next Generation EU a la movilidad sostenible, buena parte de los cuales irán a impulsar el coche eléctrico. La electrificación de los turismos ligeros es, por ahora, la principal salida escogida para reducir las emisiones de forma rápida y no dañar una industria central en el tejido económico europeo. Pero movilidad eléctrica no es necesariamente igual a movilidad sostenible, y a medio plazo la industria tendrá que afrontar otros cambios más allá de fabricar coches con baterías.

Descarbonizar el transporte pasa también por descarbonizar la producción de vehículos (la industria y la extracción de materiales dependen por completo de los combustibles fósiles), las infraestructuras y el transporte pesado, el marítimo y el aéreo que, hoy por hoy, no son factibles con baterías eléctricas.

Un estudio de la Universidad de Oxford publicado a principios de mes sostiene que, teniendo esto en cuenta, la transición de la movilidad de personas debe ser mucho más rápida y no podemos esperar a un futuro lejano en el que solo haya coches eléctricos (hoy suponen el 2,5% de las ventas anuales de vehículos). Para ello, sostiene el estudio, debemos apostar por el transporte colectivo y la movilidad activa a pie o en bicicleta, sobre todo, en nuestras ciudades.

“A largo plazo, habrá un trasvase de una movilidad basada fundamentalmente en transporte privado e individual a otra basada en transporte colectivo. Esto va a reducir la demanda de vehículos de forma gradual, pero la industria tendrá tiempo de adaptarse”, explica González-Eguino. “Tenemos que ir asimilando que va a haber cierto decrecimiento en muchos sectores. Esto no significa que no sea crítico lograr la transformación del sector de la automoción, no podemos perder de vista la importancia que tiene convertir nuestra industria en una industria sostenible”.

El greenwashing no es una opción

Desde 2015, la Unión Europea ha hecho de la reducción de las emisiones de los coches una de sus prioridades en materia medioambiental. Sin embargo, la mayoría de vehículos fabricados y vendidos no ha alcanzado nunca los objetivos de descarbonización. Las grandes marcas han buscado formas alternativas para maquillar sus números, como los llamados pooling agreements en los que se asocian con fabricantes de coches eléctricos para, en conjunto, cumplir los compromisos de reducción de emisiones.

Desde algunos sectores se ha señalado que la industria sigue siendo reticente a los cambios y que muchos de sus anuncios en materia de movilidad eléctrica tienen más que ver con el greenwashing o ecoblanqueamiento que con intenciones de cambio real. Un informe de 2019 de la organización ambiental Sierra Club señalaba, por ejemplo, que en Estados Unidos las grandes marcas del sector habían formado el principal grupo de presión para que el gobierno de Trump eliminase las regulaciones ambientales.

Sin embargo, de cara al futuro, no parece que el greenwashing sea una opción real. Cada vez más países legislan para prohibir los coches con motores de combustión y en muchas ciudades su uso está ya fuertemente regulado. Durante la próxima década, tal como señala la Agencia Internacional de la Energía, los cambios en el sector serán profundos y definitivos.

En España, el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima contempla medidas para reducir el tráfico de pasajeros en entornos urbanos en un 35% hasta 2030. Las recetas en este caso pasan por fomentar el transporte compartido (dejando atrás la cultura de la propiedad del vehículo), los medios colectivos y el transporte activo en bicicleta y a pie. De hecho, todas las ciudades de más de 50.000 habitantes deberán delimitar una zona de bajas emisiones, tal y como recoge la Ley de Cambio Climático y Transición Energética.

“No se trata de confiar o no en un sector. Se trata de confiar en que la legislación europea y la española, junto a la transformación que se está produciendo al hilo del Acuerdo de París, hagan que el cambio en la industria de la automoción sea obligatorio. La transición es la única manera de que el sector sobreviva en el futuro”, añade Mikel González-Eguino. Ante el cambio climático, el ecoblanqueamiento no es una alternativa.

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