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1 de cada 5 muertes se debe a contaminación causada por combustibles fósiles

En España, 44.603 personas mayores de 14 años mueren cada año como consecuencia de la contaminación atmosférica por PM2.5 causada por el uso de combustibles fósiles.
La boina de contaminación es una imagen frecuente en el cielo de Madrid. Foto: Fernando Sánchez

Más de 8 millones de personas murieron en 2018 por la contaminación del aire fruto de la quema de combustibles fósiles. Esta actividad, que es la que impulsa el calentamiento global de la atmósfera, fue responsable de aproximadamente 1 de cada 5 muertes en todo el mundo, según una nueva investigación de la Universidad de Harvard en colaboración con la Universidad de Birmingham, la Universidad de Leicester y el University College de Londres.

El estudio, publicado en la revista Environmental Research, señala que las regiones con las mayores concentraciones de contaminación atmosférica relacionada con los combustibles fósiles -entre las que se encuentran el este de Norteamérica, Europa y el sudeste asiático- registran los mayores índices de mortalidad. Los dos países con más muertes prematuras son China, con 3,91 millones, e India, con 2,46 millones.

En España, 44.603 personas mayores de 14 años mueren cada año como consecuencia de la contaminación atmosférica por PM2.5 causada por el uso de combustibles fósiles. Esto representa el 10,7% del total de 418.063 muertes anuales entre los mayores de 14 años.

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Una investigación anterior cifraba en 4,5 millones el número total de muertes en el mundo. La razón por la que difieren tanto ambos datos es porque los otros estudios se basaban en observaciones por satélite y de superficie para estimar las concentraciones medias anuales mundiales de partículas finas en el aire, conocidas como PM2.5.

El problema, explican los autores del estudio actual, es que este tipo de observaciones no pueden distinguir entre las partículas procedentes de las emisiones de los combustibles fósiles y las del polvo, el humo de los incendios forestales u otras fuentes. “Con los datos de los satélites, solo se ven piezas del rompecabezas”, asegura Loretta J. Mickley, investigadora principal de Interacciones Químico-Climáticas de la Escuela de Ingeniería y Ciencias Aplicadas John A. Paulson de Harvard (SEAS) y coautora del estudio.

“Nuestro estudio se suma a las crecientes pruebas de que la contaminación atmosférica derivada de la continua dependencia de los combustibles fósiles es perjudicial para la salud mundial“, sostiene Eloise Marais, una de las autoras del estudio. Para ella, “no podemos, en conciencia, seguir dependiendo de los combustibles fósiles cuando sabemos que hay efectos tan graves para la salud y alternativas viables y más limpias”.

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Para modelar las partículas contaminantes generadas por la combustión de combustibles fósiles, el equipo de Harvard introdujo en GEOS-Chem, un modelo tridimensional global de química atmosférica, las estimaciones de las emisiones procedentes de múltiples sectores, como la energía, la industria, los barcos, los aviones y el transporte terrestre.

Este nuevo modelo descubrió una mayor tasa de mortalidad por la exposición a largo plazo a las emisiones de combustibles fósiles, incluso en concentraciones más bajas. Asimismo, el estudio revela que, a nivel mundial, la exposición a las partículas procedentes de las emisiones de combustibles fósiles representaba el 21,5% del total de las muertes en 2012, y que se redujo al 18% en 2018 debido al endurecimiento de las medidas de calidad del aire en China.

“A menudo, cuando discutimos los peligros de la combustión de combustibles fósiles, lo hacemos en el contexto del CO2 y el cambio climático, pero pasamos por alto el impacto potencial en la salud de los contaminantes coemitidos con gases de efecto invernadero”, apunta Joel Schwartz, profesor de Epidemiología Ambiental de la Escuela de Salud Pública T.H. Chan de Harvard (HSPH) y coautor del estudio. “Esperamos que, al cuantificar las consecuencias para la salud de la combustión de combustibles fósiles, podamos enviar un mensaje claro a los responsables políticos y a las partes interesadas sobre los beneficios de una transición a fuentes de energía alternativas“, concluye.

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