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La ‘conservación de fortaleza’ nos está expulsando de nuestros hogares

Pranab Doley, activista indígena del pueblo mising, denuncia que el modelo de conservación de la naturaleza está cada vez más militarizado, y pone en valor la labor de "los verdaderos guardianes del mundo natural": las comunidades locales e indígenas.
Rinocerontes de un cuerno en el Parque Nacional de Kaziranga. Foto: REUTERS/Anuwar Hazarika

Vengo de Kaziranga, una exuberante zona de Asaam (India) en la que confluyen cuatro grandes ríos, entre ellos el Brahmaputra en su viaje a través del Tíbet, India y Bangladés. También alberga el Parque Nacional de Kaziranga. Establecido en 1905, el parque es famoso por cobijar la mayor población de rinoceronte indio de un solo cuerno. También se considera uno de los modelos más exitosos de conservación animal ya que el número de rinocerontes, que solía estar por debajo de 50 en tiempos de la colonización británica, hoy se sitúa en torno a los 2.000.

Kaziranga también es Patrimonio de la Humanidad reconocido por la UNESCO, y está incluido en la lista de puntos calientes de biodiversidad (biodiversity hotspot) de la Unión Internacional de la Conservación de la Naturaleza (UICN). Su rica biodiversidad existe gracias a las comunidades indígenas y locales que vivimos aquí desde hace siglos, por el modo de vida que tenemos, nuestro sistema de creencias y la relación que mantenemos con el bosque. Los conservacionistas ven la naturaleza como algo separado de los seres humanos, pero nosotros la vemos como un todo que nos sostiene a nosotros y a todo cuanto nos rodea. Veneramos la naturaleza, los animales del bosque, los arroyos y los árboles.

Sin embargo, todo ello está en peligro por un modelo de conservación de la naturaleza cada vez más militarizado. Lo promueve el departamento de Bosques de la India, desde una estructura colonial y feudal, que cuenta con el apoyo de grandes ONG internacionales y nacionales. Ha emergido una idea equivocada y perversa basada en la explotación: el plan de convertir el 30% de la superficie del planeta en Áreas Protegidas para 2030 (30×30). Esta idea, impulsada por la UICN, tras un proceso de blanqueamiento y márquetin verde, se ha vendido al mundo junto con las “Soluciones basadas en la Naturaleza” (SbN) como un modo de resolver el cambio climático.

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En septiembre participé en el congreso alternativo Nuestra tierra, nuestra naturaleza, organizado por Survival International y otras organizaciones en Marsella (Francia) como contracongreso a la conferencia de la UICN que se celebraba la misma semana, en la misma ciudad. Antes de intervenir, miré el listado de personas que asistían al congreso de la UICN y vi que no había nadie que realmente representara el sufrimiento y la desolación de quienes saldremos perdiendo con estas políticas. Solo había banqueros, poderosos burócratas y ONG como WWF que son cómplices de la militarización de la conservación de la naturaleza en la India.

Cada vez más, los proyectos de conservación de la naturaleza viran hacia la ‘conservación de fortaleza‘, un enfoque implacable y militarizado que separa a las personas de la naturaleza. 

Estos proyectos se llevan a cabo desde una base que concentra mucho poder y obstruyen la vida cotidiana de las comunidades que residen en los bosques alrededor de Kaziranga y otras áreas de gran riqueza natural en la India y en el continente africano. De hecho, Blaise Mudodosi Muhigwa, abogado y jurista medioambiental de la República Democrática del Congo que también intervino en el congreso alternativo, describió cómo en su país ‘la ‘conservación de fortaleza’ no ha logrado ningún resultado positivo: solo ha derivado en múltiples impactos negativos y violaciones de los derechos humanos.

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Volviendo a la India, en 2010 el Gobierno de Assam enmendó el código de procedimiento penal del estado y otorgó a las autoridades encargadas de la vida silvestre el poder de usar armas con inmunidad efectiva. A los guardaparques se les dio luz verde para disparar en el acto y, hasta 2015 o 2016 se produjeron varios encuentros violentos entre indígenas y guardias de los que nadie se responsabilizó. No se siguieron procedimientos legales ni se plantearon cuestiones de derechos humanos. En 2015, Akash Orang, un niño del pueblo indígena oraon de siete años, resultó gravemente herido cuando un guardaparques le disparó a plena luz del día. Este suceso desencadenó una oleada de indignación, que Survival International y la BBC apoyaron con igual intensidad. La cadena difundió un impactante documental que fue prohibido por el Gobierno indio. Quienes participamos en la lucha activa contra estos abusos sufrimos ataques desde todos los frentes. Nos enviaron a la cárcel por plantear preguntas y se presentaron casos con cargos falsos en nuestra contra.

Estos son los efectos de la militarización de la conservación, ya sea en Kaziranga, Nepal, Myanmar o en otras partes del continente africano. Birendra Mahato, investigador del pueblo indígena tharu de Nepal, ha relatado cómo esta militarización “ha provocado conflictos entre el parque y las personas” en el Parque Nacional de Chitwan. En 2020, Raj Kumar Chepang, un joven de 24 años del pueblo indígena chepang, fue asesinado a golpes por soldados por recolectar caracoles en el parque.

La ‘conservación de fortaleza’ arrebata los derechos humanos de las comunidades que residen alrededor de los parques nacionales. En Kaziranga hay toques de queda que nos impiden salir de nuestras casas después de las seis de la tarde y normas que nos prohíben recolectar alimentos básicos de los que hemos dependido y con los que hemos nutrido a nuestra gente durante cientos de años. Nos han expulsado por completo de nuestras tierras y nos han quitado nuestros derechos. No podemos pastorear nuestro ganado en el Parque Nacional. Esto está destruyendo los medios de vida de las comunidades indígenas y locales. Como resultado de estas medidas punitivas, cientos de jóvenes han emigrado de Kaziranga por temor a ser encarcelados bajo cargos falsos y por no poder mantenerse económicamente. En el congreso alternativo, Kipchumba Rotich, del pueblo sengwer de Kenia, también habló de cómo gente de su comunidad murió de hambre y los niños no pudieron ir a la escuela después de ser expulsados del bosque de Embobut. Sus aldeas fueron arrasadas por el Servicio Forestal de Kenia en nombre de la “conservación”.

¿Qué pretenden “garantizar” las autoridades al abordar la conservación de esta manera? Quieren consagrar un espacio prístino para que prospere el turismo. Al mismo tiempo, están modificando leyes y reglamentos para permitir la entrada a industrias extractivas como la exploración de petróleo y gas y la extracción de carbón y piedra en Kaziranga y otros parques nacionales.

Somos las personas que vivimos en Kaziranga (no las autoridades ni las ONG) quienes hemos sacrificado nuestras vidas y recursos para conservar este medio ambiente y cuidar la flora y fauna locales.

El Gobierno de la India afirma que si consigue reubicar a las comunidades lejos del bosque, la vida silvestre y la naturaleza prosperarán, pero lo que veo es que están usando la conservación para facilitar el proceso del capitalismo explotador, y evitar que la gente común se interese por una conservación real y efectiva de la naturaleza.

El bosque y la vida silvestre sobreviven gracias a la relación simbiótica que la mayoría de las comunidades locales e indígenas comparten con otras especies. Cuando plantamos cultivos lo hacemos sabiendo que compartiremos lo que crece con los animales; las comunidades locales sacrifican su ganado para alimentarlos. En Kaziranga, los ricos y poderosos también están robando tierras para consolidar su estilo de vida lujoso y sus negocios, que incluyen las agresivas plantaciones de aceite de palma, mientras que los lugareños son expulsados ​​en nombre de la conservación. ¡Todo vale por amor a la naturaleza!

En Kaziranga ha habido centenares de violaciones de derechos humanos, pero las organizaciones que trabajan en la zona, como WWF, UICN y Aaranyak, no se han pronunciado en contra de ellas. Siguen camuflándose como entidades opacas que facilitan estos abusos. Por eso condenamos la industria de la conservación de la naturaleza; no representa las preocupaciones, las necesidades y la voluntad política de las comunidades locales e indígenas, personas que somos los verdaderos guardianes del mundo natural y que debemos ser la voz principal en el desarrollo de cualquier política.

Es crucial transmitir nuestra fuerte resistencia a las falsas ideas que promueven estos poderes aliados para recolonizar los territorios que pertenecen a pueblos indígenas, a comunidades minoritarias y a los países más pobres del Sur Global. Nuestra lucha es contra el enfoque capitalista e intensivo de aquellos en el poder que lo quieren mercantilizar todo, no solo la naturaleza, sino también a los seres humanos que existimos dentro de ella.

Pranab Doley es activista indígena del pueblo mising. Este artículo fue originalmente publicado en inglés en New Internationalist en noviembre de 2021.

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COMENTARIOS

  1. Descolonicemos la conservación de la naturaleza.
    Los pueblos indígenas son los mejores conservacionistas.
    Está demostrado que los pueblos indígenas comprenden y gestionan su entorno natural mejor que nadie. El 80% de la biodiversidad de la Tierra se halla en territorios indígenas, y cuando se garantizan los derechos de los pueblos indígenas sobre sus tierras los resultados de protección de sus entornos naturales son iguales (¡si no mejores!) y a un coste mucho menor que los programas de conservación convencionales.
    Sin embargo, en África y Asia gobiernos y ONG roban grandes extensiones de terreno a tribus y comunidades locales con el falso pretexto de que es necesario para la conservación de la naturaleza.
    Después califican la tierra robada como “Área Protegida” o “Parque Nacional” y expulsan a sus habitantes indígenas, a menudo con una violencia extrema. Mientras se da la bienvenida a turistas y a otros foráneos, los guardaparques prenden fuego a los hogares de la población local, les arrebatan sus bienes, destruyen sus propiedades y les golpean, torturan, violan y asesinan con impunidad.
    Esto es colonialismo puro y duro: poderosos intereses globales roban sin escrúpulos las tierras y los recursos de personas vulnerables al tiempo que proclaman que lo hacen por el bien de la humanidad.
    Expulsan a los indígenas… ¡Pero turistas, cazadores de trofeos y madereros son bienvenidos!
    “El número de turistas es muy elevado, son una gran molestia para nosotros. Los residuos de plástico que dejan los turistas están matando a los animales.”
    Si te cuesta creerlo, por favor, mira estos vídeos con testimonios de indígenas que han sufrido estos abusos en carne propia.
    https://www.survival.es/articulos/voz-indigena-conservacion

  2. Desde 2017, más de 30.000 familias en el distrito de Kiryandongo, Uganda, fueron desalojadas de la tierra en la que habían estado viviendo y cultivando durante décadas. Los desalojos forzosos se llevaron a cabo en condiciones violentas, sometiendo a las víctimas a mucha presión física y fisiológica y violando sus derechos humanos básicos.
    Las condiciones han empeorado durante la pandemia de Covid-19, ya que las empresas han aprovechado el bloqueo y el toque de queda para obligar a las personas a abandonar sus tierras. Sus casas han sido demolidas, cientos de hectáreas de cultivos han sido destruidas, líderes comunitarios, activistas y abogados han sido arrestados y acusados por la policía, dejando a la comunidad sin ayuda para garantizar sus derechos.
    https://www.landrightsnow.org/get-involved/bring-kiryandongo-communities-back-home/

  3. El Chaco paraguayo, hogar de indígenas ayoreo no contactados, desaparece más rápido que cualquier otro bosque del planeta. Empresas agroganaderas han deforestado el territorio de los ayoreo hasta llevarlos a un punto crítico, y la situación empeora: acabamos de revelar cómo una nueva y extensa área del territorio ayoreo-totobiegosode ha sido loteada para su deforestación inminente y el Gobierno paraguayo continúa inmóvil.
    Los ayoreo de reciente contacto, organizaciones indígenas y Survival pedimos a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) que ordene al Estado devolverles la titularidad de su territorio: su supervivencia y la de sus parientes no contactados dependen de ello

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