El plástico en el sistema alimentario se encuentra en muchas formas diferentes. Por ejemplo, en agricultura se utiliza para invernaderos, túneles de cultivo, mantillas de cobertura y sistemas de riego. En el procesado, almacenamiento y distribución de alimentos, se utiliza en forma de cajas de embalaje, envoltorios y multitud de equipos industriales; el envasado es una parte crucial de las ventas, la comercialización y el consumo de alimentos. A esto hay que sumarle el plástico asociado a la alimentación en los hogares. Mucha de esta contaminación plástica y microplástica acaba en la tierra, en los campos de cultivo.
Tal y como denunciamos las organizaciones Justicia Alimentaria y Amigos de la Tierra en el informe Plastívoros, los microplásticos presentes en la tierra son mucho más numerosos que los acuáticos y, de hecho, la inmensa mayoría del plástico que encontramos en los sistemas acuáticos tiene su origen en una contaminación terrestre anterior. El informe señala que la contaminación microplástica en la tierra podría ser hasta 23 veces mayor que en el océano y apunta que, de hecho, aproximadamente el 80% de la contaminación por microplásticos en el océano proviene de la tierra. De esta enorme cantidad, una buena parte descansa en nuestros suelos agrarios, y todo parece indicar que la mayor puerta de entrada de microplásticos a los suelos agrarios —más allá de los propios residuos generados por la misma actividad agrícola- se encuentra en el uso de los lodos de depuradora como fertilizante.
Para entenderlo fácilmente, sabemos que todo el agua que consumimos de una manera u otra termina en las plantas de tratamiento de aguas residuales y que, una vez allí, las aguas sucias son tratadas física, química y/o biológicamente para poder devolver parte de ellas al sistema con ciertas garantías. Uno de los subproductos de este proceso son los fangos o lodos de depuradora. Pero en los tratamientos que se efectúan de filtrado no eliminan los microplásticos presentes en estos. De hecho, en el tratamiento de aguas residuales, más del 90 % de los microplásticos se retienen en el lodo.
Y la cosa se complica cuando observamos que los lodos o fangos de depuración, ya sean procedentes de estaciones de aguas residuales urbanas o industriales, se venden y utilizan para la fabricación de fertilizantes y que, obviamente, acaban en nuestros campos.