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El regreso de las gigantas

Tras años de silencio estadístico y apariciones esporádicas, la ballena azul ha regresado a las costas del noroeste peninsular. Los números son bajos, pero los más de 30 ejemplares registrados el año pasado invitan al optimismo. Ahora, el reto es llevar a cabo medidas esenciales para mantener la delicada recuperación de esta especie.
Se calcula que en la actualidad solo hay entre 5.000 y 15.000 ejemplares de ballena azul en todo el mundo. Foto: AWeith.

Cuando la industria ballenera moderna se asentó en la península Ibérica, en 1921, el rorcual azul ya estaba en peligro. Su población había caído en picado en todo el Atlántico, en donde desde mediados del siglo XIX se habían cazado más de 15 000 ejemplares. La ballena azul, el mayor animal que ha existido nunca en la Tierra, ya no era entonces un objetivo habitual de los balleneros. Pero eso no significa que se dejasen de capturar por completo. De hecho, la última ballena azul que se pescó en el mundo (oficialmente) fue capturada en 1979 en aguas de Galicia por una empresa española, Industria Ballenera.

Estos son algunos de los datos que recoge el último artículo de Àlex Aguilar y Assumpció Borrell, de la Facultad de Biología y el Instituto de Investigación de Biodiversidad (IRBio) de la Universidad de Barcelona, publicado en Scientific Reports. Ahora, tras años de silencio estadístico y apariciones esporádicas, esta giganta azul ha regresado a las costas del noroeste peninsular. Los números son bajos, pero los más de 30 ejemplares registrados el año pasado invitan al optimismo.

Los números olvidados de la industria ballenera

Con sus 30 metros de largo y cerca de 200 toneladas de peso, la ballena azul fue durante siglos un objetivo demasiado ambicioso para los balleneros. Preferían centrarse en especies de menor tamaño que podían perseguir y almacenar en sus barcos con mayor facilidad. Los grandes buques de vapor, sin embargo, lo cambiaron todo. De un día para otro, este inmenso cetáceo ya no era un ser inalcanzable. Antes de que empezase la caza industrial alrededor de 1850, se calcula que había unos 350.000 rorcuales azules en los mares. A mediados del siglo XX, quedaban apenas 3.500.

Tras muchas negociaciones, la Comisión Ballenera Internacional (CBI) reguló la protección de la especie en 1954. Sin embargo, no todos los países aceptaron la prohibición de forma inmediata. España, que tenía tres factorías balleneras en Galicia y una en Ceuta, estuvo entre ellos. El trabajo de Aguilar y Borrell calcula que entre 1921 y 1979 todavía se capturaron 61 ejemplares de una especie en riesgo elevado de extinción. La industria aún continuó a pleno rendimiento unos años más, hasta la entrada en vigor de la moratoria en la captura comercial de cualquier tipo de ballena, en 1986.

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“Si uno analiza los datos de los años previos al fin de la caza de ballenas en España, se observa cómo la industria sabía que se le iba a cerrar el grifo y se dispuso a cazar el máximo posible de ballenas, incluso ejemplares juveniles que en otro contexto no se habrían capturado”, explica Bruno Díaz, biólogo jefe y director del Bottlenose Dolphin Research Institute (BDRI) con sede en O Grove (Pontevedra). “Hubo hasta protestas internacionales, con la intervención del Rainbow Warrior de Greenpeace”. En aquella recta final, llegaron a capturarse cerca de 1000 ejemplares al año para las balleneras gallegas.

El 21 de octubre de 1985, a bordo del barco IBSA Tres, de Industrial Ballenera, llegaba a la planta de Caneliñas (en Cee, cerca de Fisterra) la última ballena que se cazó en España. Era una hembra de rorcual común de cerca de 18 metros de longitud. Pocos meses después, España firmaría su adhesión a la prohibición internacional de la caza comercial de ballenas de la CBI. En unos años, el pasado ballenero de la costa atlántica de la península acabaría casi por esfumarse.

“Después de la última captura, la transición de la industria ballenera a otros sectores fue particular, casi podemos decir que se ocultó el pasado ballenero de Galicia”, señala Bruno Díaz. “Durante esos años, no se hicieron observaciones ni muestreos como los que se hacen hoy, por lo que es difícil saber cómo era entonces la situación de la ballena azul. Pero, si tenemos en cuenta que esta especie necesita unos 15 años para alcanzar la madurez sexual y que la población estaba muy diezmada, es probable que la ballena azul hubiese desaparecido casi por completo”.

El regreso a la factoría de krill

Nada menos que 32 ballenas azules, 116 rorcuales comunes y 21 rorcuales aliblancos. En 2021, los datos del Informe Técnico del Proyecto Científico Baleanatur, coordinado por el BDRI, señalaron la presencia estable de grandes cetáceos en las costas gallegas por quinto año consecutivo. Desde que las campañas de muestreo sistemático se pusieron en marcha en 2017, los números no han dejado de mejorar. La ballena azul ha vuelto a las aguas del noroeste peninsular y lo ha hecho con el mismo objetivo que siempre ha tenido: comer.

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Hay lugares en el planeta donde la interacción entre océano, tierra y atmósfera da lugar a auténticas factorías alimentarias. Son puntos donde emergen las aguas frías profundas, cargadas de nutrientes, provocando un aumento explosivo en las poblaciones de los seres microscópicos que están en la base de la cadena alimentaria marina: el plancton. El llamado afloramiento costero es particularmente intenso en zonas como la costa pacífica de Chile o California y también en el oeste de Galicia y Portugal.

Cuando en la costa gallega sopla el viento del nordeste, las aguas superficiales, más calientes, son desplazadas mar adentro y sustituidas por aguas profundas. “Cuando se da este afloramiento costero se enriquece la presencia de plancton y zooplancton, y en particular del krill del norte, un pequeño crustáceo que forma parte de la dieta de la ballena azul y del rorcual común en el Atlántico oeste”, explica Díaz. “Aquí vienen a comer. No están de paso, eso está más que confirmado”.

Así, las ballenas azules se acercan a la costa gallega en los meses en los que la productividad causada por el afloramiento es mayor, algo que suele coincidir con los meses de primavera y verano, en los que la presencia del viento del nordeste es más habitual en la zona (al menos, por ahora). “No entendemos bien cómo lo saben, pero lo cierto es que unos 15 días después del inicio del afloramiento, cuando la productividad del plancton está en máximos, las ballenas se acercan a comer. A veces llegan a quedarse intervalos largos de tiempo, de hasta mes y medio. Pero otras veces están apenas unos pocos días, hasta que se acaba la comida”, añade el biólogo.

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Durante los últimos años no solo se ha podido constatar el aumento de la presencia de rorcuales azules en aguas de la Península, sino también su importancia en el equilibrio de los ecosistemas marinos. Una sola ballena azul puede llegar a ingerir 15 toneladas de krill en un día. Después, sus propios excrementos vuelven a abonar la superficie marina y aumentan la productividad de las aguas. “La presencia de estos grandes predadores es una señal de que el ecosistema marino mantiene su engranaje natural”, subraya Bruno Díaz.

Un futuro en riesgo

La treintena de ballenas azules avistadas –la mayor parte ejemplares recurrentes y que ya habían estado otros años– es, sin duda, una buena noticia. Pero que las tendencias sean positivas no quiere decir que la especie esté fuera de peligro. Según la Unión Internacional para la Conservación del Naturaleza, el rorcual azul sigue amenazado, aunque su población va en aumento. Se calcula que en la actualidad hay entre 5.000 y 15.000 ejemplares en todo el mundo.

Los datos son esperanzadores, pero el futuro de estas gigantas marinas, como el de la mayoría de especies del planeta, está plagado de riesgos. Según recoge el último informe de Baleanatur, el cambio climático, la contaminación, la destrucción del hábitat y la sobreexplotación de los recursos marinos tienen un impacto particularmente severo en especies de carácter migratorio, como la ballena azul, y en los ecosistemas de mayor biodiversidad y gran presión humana, como la costa de Galicia.

El cambio climático afecta a todo. No es cuestión de temperatura del agua o de la atmósfera, es algo mucho más complejo. Por ejemplo, puede afectar a todo el sistema de afloramiento costero, aunque todavía no se sabe con certeza qué va a pasar”, añade el biólogo. Además, existen amenazas concretas derivadas del uso que los seres humanos hacemos de las aguas costeras. El tráfico marítimo y el choque con embarcaciones comerciales y de recreo sigue siendo la principal amenaza de los cetáceos. En el futuro cercano, además, la construcción de parques eólicos offshore también multiplica los riesgos.

“Tenemos una veintena de ejemplares identificados. Estamos hablando de números muy pequeños, aunque sean datos optimistas para una especie en peligro de extinción”, concluye Bruno Díaz. “La muerte de una sola ballena azul por un golpe con una embarcación que navega a alta velocidad sería una catástrofe, significaría la desaparición de un 5% de la población de golpe”.

La creación de Zonas Especiales de Conservación (ZEC) de ámbito marino, el desarrollo de normativa para reducir los riesgos de colisiones con embarcaciones y el estudio continuo para comprender en profundidad el impacto de otras actividades humanas (como la pesca y el turismo) en la población de ballenas azules son medidas esenciales para mantener la delicada recuperación de esta especie y asegurar que las gigantas del mar puedan seguir volviendo a comer a las factorías de krill de la costa.

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COMENTARIOS

  1. GUERRA Y CAOS CLIMÁTICO: EL MUNDO DEBE REACCIONAR.
    “La guerra puede ser el mayor enemigo de la acción climática en los años venideros”
    La semana pasada se presentó, en la Feria Internacional de Energía y Medio Ambiente (Genera), celebrada en Madrid, el Informe sobre la Situación Global de las Energías Renovables 2022, redactado por REN 21. Una red internacional de expertos, ONGs, agencias de las Naciones Unidas y patronales de las empresas de energía renovable.
    La situación es endiablada, si se quiere realmente cumplir con los objetivos de descarbonización comprometidos para 2050. La expansión de las energías renovables se está topando con todo tipo de límites tecnológicos y sociales, como la dificultad para implantar la movilidad eléctrica, que no sólo se basa, con la tecnología actual, en toda suerte de materias primas escasas, sino que apenas se ha proyectado en subsectores decisivos como el del transporte aéreo, o la maquinaria pesada. Además, la demanda no ha parado de acelerarse, con la incipiente recuperación tras la pandemia y la evidente falta de proyectos de masas para limitar el consumo sin provocar agudas contradicciones de clase. Y el contexto global empuja a un aumento adicional de la demanda y a una urgencia en el suministro que favorecen el sostenimiento de los modelos de negocio de las empresas energéticas basadas en los combustibles fósiles y dificultan y ralentizan su conversión en empresas multienergía, centradas tendencialmente en las renovables.
    Caos climático, guerra por la hegemonía, mercantilización de la vida. Tres epifenómenos del mismo proceso sustancial. Tres frentes necesarios para el combate por la ternura, la justicia y la libertad….
    https://canarias-semanal.org/art/32899/guerra-y-caos-climatico-el-mundo-debe-reaccionar

  2. Horizonte más sombrío para las marsopas del Báltico que están a punto de extinguirse debido a la crueldad de los métodos de la industria pesquera.
    Coalition Clean Baltic (CCB):
    Explotamos los recursos naturales sin miramientos y llevamos a otras especies al borde de la extinción. En esta ocasión, le ha tocado el turno a la marsopa común del Báltico: el cetáceo más amenazado de Europa podría desaparecer por culpa de las técnicas brutales del sector pesquero.
    Es necesario prohibir que los grandes pesqueros industriales faenen con redes que ahogan a las marsopas porque no las dejan salir a la superficie para respirar. Y el daño que provocan esas actividades no acaba ahí. El estruendo de los barcos deja sordos a estos animales, lo que a la larga les cuesta la vida: si no pueden oír, tampoco pueden comunicarse con los demás ni encontrar comida.
    Quedan menos de 500 marsopas en el Báltico. Al contrario que los delfines, no saltan casi nunca fuera del agua y por eso es difícil avistarlas en el mar.
    https://you.wemove.eu/campaigns/salvemos-a-la-marsopa-comun-del-baltico?utm_campaign=20220622_ES&utm_mediu

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