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Así se maquillan los datos de contaminación

La ubicación de los medidores acaba distorsionando la información sobre la calidad del aire. Es lo que denuncia Ecologistas en Acción en Castilla y León. Y no es el único caso.
Imagen de la Plaza Mayor de Valladolid, una de las ciudades analizadas. Foto: SAMUEL REGUEIRA

El dióxido de carbono (NO2) es un gas tóxico que produce efectos adversos en los sistemas respiratorios y cardíacos y que afectan a grupos notablemente vulnerables como personas mayores, niños y niñas o gente con enfermedades crónicas. Además, disminuye indiscriminadamente la capacidad de respuesta del organismo frente a infecciones de todo tipo, incluyendo, claro está, la COVID-19.

Precisamente con datos de medición del NO2 se ha presentado el último informe de calidad del aire en Castilla y León por parte de Ecologistas en Acción, que ya realizó una medición de la contaminación en esta comunidad en noviembre de 2020. Su conclusión fundamental puede resumirse en dos líneas: pese al descenso de circulación de automóviles motivado por la pandemia, el territorio se encuentra «lejos de la excelencia»; y las instituciones deben tomar medidas o el asunto acabará «en los tribunales».

«El tráfico sigue siendo el principal contaminante en dióxido de nitrógeno», manifiesta Miguel Ángel Ceballos, coordinador de la campaña junto a Sara López y portavoz de calidad del aire de la entidad. Una conclusión a la que se suma Carmen Duce, portavoz de transporte: «El objetivo debe ser reducir al máximo la utilización del vehículo privado», y sustituirlo por alternativas como la bicicleta o el transporte público eléctrico.

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A partir de los mapas de ruido de cada ciudad de Castilla y León, la organización instaló 150 medidores distribuidos por siete de sus provincias (salvo Ávila y Soria), y realizó dos sesiones quincenales de mediciones en noviembre de 2020 y febrero de 2021, en las que se recogieron las concentraciones de microgramos de NO2 por horas. De esta manera, Ecologistas en Acción ha buscado hacer un seguimiento de los niveles de este gas tóxico contaminante, que «en el cambio de siglo registraba en las ciudades de Castilla y León niveles muy elevados, por encima de los límites legales entonces vigentes», de acuerdo a una nota emitida por la organización. Sin embargo, a partir de 2010, tanto la Junta de Castilla y León como el Ayuntamiento de Valladolid «reubicaron todas las estaciones con incumplimientos legales, por lo que estos desaparecieron mágicamente».

El (sospechoso) aire de Madrid

Este procedimiento para maquillar los datos de contaminación (y otros similares) se repite en varias ciudades españolas. Madrid, por ejemplo, es la ciudad europea con más mortalidad asociada a la contaminación por vehículos de combustión. Sus boletines mensuales y anuales, sin embargo, contradicen este punto y todo parece estar dentro de los niveles de contaminación previstos por la UE y la OMS. A pesar de sus avances en materia de reducción de contaminación, sobre todo gracias a Madrid Central, la calidad del aire sigue sin ser apta para la vida en la capital de España.

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Según el informe de calidad del aire elaborado por CC.OO. en 2019, el último antes de la pandemia, el criterio para recabar los datos en Madrid es, como poco, discutible. «Parece evidente que se pretende recoger indicadores y muestras allí donde los valores son más bajos y no donde existe mayor riesgo», indicaba el estudio. Hay, en efecto, medidores en lugares especialmente sensibles (como la Plaza Elíptica), pero otros están ubicados en zonas verdes irrelevantes por la poca concentración de habitantes.

Un ejemplo más concreto: en 2019, la concentración anual permitida de NO2 (40 microgramos por metro cúbico) se superó en las estaciones de Plaza Elíptica (53 μg/m³) y Escuelas Aguirre (51 μg/m³). ¿Cómo logró Madrid colocar el nivel medio de su red de medición en 35 μg/m³, por debajo del límite anual? Distorsionando la media gracias a estaciones como la de El Pardo (16μg/m³) o la de la Casa de Campo (20 μg/m³).

Castilla y León parece haberse sumado a este ardid contable: en todas las ciudades analizadas las estaciones oficiales se encuentran ubicadas «entre la mitad de los emplazamientos con menos NO2», algo contrario al criterio legal de instalarlas en las proximidades de las zonas con las concentraciones más altas, tal y como indica el RD 102/2011, del 28 de enero, relativo a la mejora de la calidad del aire.

Por ello, Ecologistas en Acción instará tanto a la Junta de Castilla y León como al Ayuntamiento de Valladolid a que revisen su política de medidores y reubiquen los dispositivos ya instalados, a fin de arrojar datos más fiables y acordes a la normativa legal vigente: «Han sido muy colaborativos en la instalación de nuestras mediciones e incluso han mostrado interés», conceden, «pero pedimos que emprendan acciones concretas y dentro de unos plazos razonables».

La entidad advierte que, en caso de verse desoída, invocará frente a los jueces la sentencia del Tribunal Europeo de Justicia de 29 de junio de 2019 sobre la obligación de ubicar puntos de muestreo en los lugares más contaminados. Además de solicitar el cambio de ubicación de las estaciones oficiales, Ecologistas en Acción solicitará que se adopten medidas más resolutivas en torno a la circulación motorizada en las ciudades y que se apueste por un reparto más favorable para ciclistas, peatones y transportes públicos.

Por su parte, el Ayuntamiento de Valladolid ya se ha manifestado al conocer el informe de Ecologistas en Acción. La concejala de Medio Ambiente, María Sánchez (Valladolid Toma La Palabra) ha declarado que «las estaciones de medición de la calidad del aire no se utilizan para medir emisiones concretas», y cree que la comparativa adecuada con valores límites debe darse «a lo largo del año». Ciñéndose a los datos de las mediciones oficiales, Sánchez considera que el consistorio sí cumple con la normativa. Y, si bien no esconde que los registros anuales de 2020 son más bajos dada la inusual situación de la pandemia y «la reducción del tráfico rodado», resalta que Valladolid se sirve de más cabinas de medición que otras ciudades europeas de su envergadura, como Alicante, Florencia o Bolonia.

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Un descenso cautelar

Los estragos de la COVID-19 han disminuido notablemente los excesos de contaminación, pese a que el fin de la pandemia amenace a su vez con una vuelta a la normalidad también en los niveles de gases tóxicos emitidos por los vehículos a combustión. Sin embargo, uno de cada cinco medidores instalados por Ecologistas en Acción han superado el valor límite anual de 40 μg/m³, con zonas de tránsito clave como el Paseo de Canalejas de Salamanca o la calle Nicolás Salmerón de Valladolid.

Ecologistas en Acción recuerda que en parte de las zonas con más contaminación se ubican «centros sensibles como colegios, institutos, centros de salud u hospitales, colindantes con vías de alta circulación de vehículos, lo que abunda en la necesidad de medir mejor la calidad del aire que respiramos».

El hecho de que otras zonas como los cascos históricos o las calles peatonalizadas registren niveles más bajos de NO2 demuestra, a su juicio, «que el tráfico es el principal responsable de la polución urbana».

* Actualizado con declaraciones el 15 de abril a las 17:10.

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