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Paneles solares, agua de lluvia y cabras: así huyó Dar-Lon Chang de la mayor petrolera de EE. UU.

La de Dar-Lon Chang es una historia de desencanto con la industria petrolera. Tras 16 años trabajando en Exxon Mobil, lo dejó todo, se mudó a Colorado y hoy reside en una localidad donde es posible vivir sin combustibles fósiles.
Foto: Dar-Lon Chang trabajaba como ingeniero mecánico en el campus de Exxon Mobil en Houston.

“Hubo un momento en el que pensaba que la transición energética era una parte importante de mi trabajo. Formaba parte de un equipo de Exxon Mobil que estaba estudiando otras fuentes de energía. Al final resultó que la empresa solo lo hacía porque los precios del petróleo y del gas eran tan bajos entonces que no había apenas beneficios”.

La historia de Dar-Lon Chang es una historia de desencanto con la industria petrolera, para la que empezó a trabajar recién salido de la universidad. Una historia que se desarrolla en su mayoría en el corazón fósil de Estados Unidos: Texas. Una historia que en un momento toma un camino inesperado para terminar en una comunidad llena de paneles solares, en la que los parques son huertos y la maleza la mantiene a raya un rebaño de cabras.

Los últimos 20 años de Dar-Lon Chang pueden servir para ilustrar perfectamente el despertar de la población mundial ante la emergencia del cambio climático. También nos hablan del papel de algunas de las grandes empresas energéticas a la hora de minimizar y silenciar los riesgos a los que nos enfrentamos. Tras 16 años trabajando como ingeniero mecánico en el campus de Exxon Mobil en Houston, Chang lo dejó todo porque no podía seguir siendo parte del problema.

La historia de silencio de Exxon

Cuando en 2003 Dar-Lon Chang se doctoró en la Universidad de Illinois y entró a trabajar en Exxon Mobil, el cambio climático no era una realidad desconocida. La compañía, una de las mayores petroleras del mundo y la tercera empresa de Estados Unidos en volumen de negocio, era consciente del problema y estaba poniendo muchos esfuerzos en acallarlo. Claro que, por aquel entonces, eso no se sabía.

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La publicación en 2011 del ensayo Mercaderes de la duda (Capitán Swing) fue el primer gran golpe contra la imagen pública de la industria y de Exxon Mobil en particular. El trabajo de Naomi Oreskes, historiadora de la ciencia de la Universidad de Harvard, y Erik M. Conway, historiador del Jet Propulsory Lab de la NASA, señalaba sin tapujos al sector de los combustibles fósiles por haber intentado ocultar durante décadas la problemática del cambio climático.

Mediante informes sesgados y debates públicos que eran inexistentes en el seno de la comunidad científica, algunas de las compañías más contaminantes del planeta habían buscado generar confusión alrededor de la realidad climática. Otros estudios posteriores [como este publicado en 2017] profundizaron en el tema: consciente de que las emisiones de gases de efecto invernadero estaban cambiando el clima, Exxon Mobil había intentado sembrar dudas sobre el origen y la gravedad del problema, al menos, desde 1975.

“Cuando empecé a trabajar, no se conocía nada sobre las presiones de la compañía para frenar la acción climática. En aquellos años, los ingenieros teníamos muy claro que debíamos ser neutrales, racionales. No podíamos hacer política. No veíamos Exxon Mobil como una compañía con intereses políticos, sino como una compañía potente de ingeniería en la que las cosas se hacían de forma objetiva”, explica Dar-Lon Chang.

Sin embargo, en aquellos inicios del siglo XXI, la presión de la industria petrolera estaba en su máximo apogeo. En marzo de 2001, un grupo de compañías entre las que se encontraba Exxon Mobil lograron influir en el Gobierno de George W. Bush para que Estados Unidos abandonase el Protocolo de Kioto. Después llegaron los ataques del 11 de septiembre, y en 2006 la Administración intentó que el país dejase de ser adicto al petróleo.

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El lobby de los combustibles fósiles volvió a sacar su poder de persuasión, publicando incluso estudios en los que se aseguraba que la tecnología de las energías renovables tardaría aún muchas décadas en ser competitiva. Exxon Mobil no era la única, aunque sí una de las más insistentes. En un informe de Greenpeace se repasan todos los movimientos de la industria desde que en los años 50 del siglo pasado se comprobó la relación entre CO2 y cambio climático.

“A finales de la primera década de este siglo, empezaron a publicarse las primeras investigaciones sobre las presiones de las compañías de combustibles fósiles y el cambio climático ganó relevancia mediática. Empezó a ser un tema que hablábamos entre los compañeros. Muchos estábamos molestos con la actitud poco científica de la compañía”, recuerda Chang.

“Pero después de 2010 todo cambió, los precios del petróleo estaban altos, había muchos beneficios y el fracking entró en escena. Había que trabajar duro para que aquello funcionase”, añade. “En 2015 nos trasladamos al nuevo campus de la compañía. Existía la promesa de que iba a haber un cambio en la cultura corporativa, que iba a haber más espacio para la innovación. Pero este nunca llegó. Con el tiempo, muchos compañeros dejaron de expresar sus puntos de vista en público por miedo a que afectase a sus puestos de trabajo”.

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Prohibido hablar del cambio climático

Dar-Lon Chang no vive en Texas desde hace dos años. Atiende a Climática desde una pequeña localidad a las afueras de Denver, en el estado de Colorado. Su casa solo consume energía solar y geotérmica, y la mayor parte del agua proviene de sistemas de almacenamiento y gestión del agua de lluvia. Entre su vivienda y las de sus vecinos apenas circulan coches y los que lo hacen son eléctricos. Los cargan en garajes cubiertos de paneles solares.

Los parques y jardines son, en realidad, huertos urbanos y la vegetación se mantiene a raya gracias a un pequeño rebaño de cabras del que todos se hacen cargo. Chang y su familia viven en un vecindario bautizado como Geos. Se trata de una experiencia pionera en Estados Unidos, desarrollada con el apoyo del Laboratorio Nacional de Energías Renovables, que lleva desde 2008 intentando probar que es posible vivir sin combustibles fósiles, al menos, de forma directa.

“Un día mi hija llegó de la escuela en Houston y me dijo que la profesora de quinto les había dicho que quería hablarles del cambio climático, pero la dirección del colegio se lo había prohibido. Poco después tomamos la decisión de abandonar la ciudad y Exxon Mobil”, recuerda Chang. Tras una breve búsqueda, optaron por probar suerte en Denver, aunque no conocían a nadie ni tenían trabajo.

“Mi hija se estaba haciendo mayor y no quería que creciese con la sensación de que el cambio no era posible. En Houston, hasta los vecinos te criticaban si ponías paneles solares en el tejado de casa. Hay mucha gente en la ciudad ligada a la industria del petróleo y del gas, y me parece que muchos piensan que su bienestar depende de esta industria. Todas las energías alternativas parecían una mala noticia”, añade.

Tras mudarse a Denver en 2019, la mujer de Dar-Lon Chang encontró trabajo rápidamente y su hija se adaptó enseguida al colegio. Él sigue buscando empleo. “Pero lo más importantes es que nos sentimos parte de algo, todos colaboramos para conseguir que la comunidad sea sostenible”. En estos dos años, Chang ha adoptado también un papel más activista y se ha involucrado políticamente en su localidad.

Los grandes partidos de Estados Unidos no se han tomado la ciencia en serio, en particular, los conservadores. Una mayoría del partido republicano ha negado los datos científicos y ha negado la existencia del cambio climático. Tenemos que cambiar la forma en que vivimos y abandonar lo antes posible nuestra dependencia de los combustibles fósiles. No solo porque es mejor para el planeta, sino porque supone un ahorro. Nuestra comunidad ahorra cientos de miles de dólares en gas natural y en electricidad cada año”, señala Chang.

En Houston, sin embargo, las cosas no han cambiado mucho. Mientras algunas compañías del sector del petróleo y el gas han empezado a explorar las opciones de un futuro sin combustibles fósiles, Exxon Mobil es inamovible. Hace pocos días anunciaron el inicio de la extracción de petróleo en un nuevo yacimiento en las costas de Guyana. Confían en que, tras la caída de precios provocada por la pandemia, el petróleo y el gas se disparen a corto plazo.

Incluso publicaciones especializadas como Financial Times han calificado esta estrategia de arriesgada, teniendo en cuenta la competitividad cada vez mayor de las energías alternativas y las regulaciones estatales para acelerar la descarbonización de nuestras sociedades en los próximos 20 años. Y eso desde el punto de vista exclusivamente empresarial, dejando de lado todos los riesgos que supone un clima cambiante en un planeta cada vez más recalentado.

“Tenemos que comprometernos con un estilo de vida que nos permita abandonar los combustibles fósiles, pero no todo puede hacerse a nivel individual. Las autoridades tienen que favorecer este cambio”, concluye Dar-Lon Chang. Irse a vivir a una casa con tejado solar o cambiar el cortacésped por rumiantes ha sido un paso. Pero a 1.500 kilómetros de distancia su antiguo empleador sigue emitiendo más de 120 millones de toneladas de CO2 cada año (la mitad que España y más que muchos países en vías de desarrollo). Y no parece que tenga muchas intenciones de dejar de hacerlo.

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COMENTARIOS

  1. OTROS QUE TAMBIÉN TUVIERON QUE HUIR DE LA “CIVILIZACIÓN”:
    Los ayoreo-totobiegosodes, el último pueblo indígena no contactado de América del Sur fuera de la Amazonia, siguen resistiendo en una isla de bosque cada vez más reducida, mientras las topadoras (excavadoras) que deforestan la tierra para los ganaderos avanzan rápidamente hacia ellos.
    La Comisión Interamericana de Derechos Humanos ha ordenado a Paraguay que proteja la tierra de los ayoreos, pero empresas ganaderas, bien financiadas, están talando el bosque de nuevo, abriendo carreteras, colocando vallas e incluso construyendo enormes embalses para el ganado.
    La mayoría de los ayoreo-totobiegosodes (“gente del lugar de los pecaríes o jabalíes salvajes”), fueron contactados por misioneros en una serie de infames cacerías humanas hace décadas. Numerosos ayoreos fueron asesinados. Los supervivientes se vieron obligados a abandonar su bosque, pero algunos de sus parientes han conseguido permanecer sin contacto y quieren seguir viviendo en su hogar en el Chaco paraguayo.
    Salva el último bosque de los ayoreos:
    https://www.survival.es/email/ayoreo-cidh?utm_source=emailupdates&utm_medium=email&utm_campaign=210521ESurgentactionemailAyoreoinParaguay

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