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¿Están sabiendo adaptarse las ciudades españolas al cambio climático?

Al igual que es fundamental mitigar los efectos del cambio climático, también lo es adaptarse eficazmente a sus impactos.
Tormenta Gloria a su paso por Tarragona. Foto: Flickr calafellvalo

El próximo 12 de diciembre se cumplen cinco años del Acuerdo de París. Uno de los objetivos principales de este pacto por el clima, el mayor hasta la fecha, es «mantener el aumento de la temperatura media mundial muy por debajo de 2 °C con respecto a los niveles preindustriales, y proseguir los esfuerzos para limitar ese aumento de la temperatura a 1,5 °C». No obstante, esta no es la única meta que persigue el documento. Al igual que es fundamental mitigar el cambio climático, también lo es adaptarse eficazmente a sus impactos.

Así lo se estipula en el Acuerdo de París; concretamente en el apartado b de su artículo 2. En él, se señala que es necesario «aumentar la capacidad de adaptación a los efectos adversos del cambio climático y promover la resiliencia al clima y un desarrollo con bajas emisiones de gases de efecto invernadero, de un modo que no comprometa la producción de alimentos». Un lustro después, ¿se están preparando las ciudades para ello?

Una de las personas que más ha investigado sobre este tema es Marta Olazábal, del Centro Vasco para el Cambio Climático (BC3). En un estudio que acaba de publicar junto a su compañera María Ruiz de Gopegu concluye que, tal y como están planteados ahora los planes de adaptación al cambio climático de las ciudades más grandes a nivel mundial ninguna conseguirá resultados efectivos a medio y largo plazo. Esto se debe, explica la propia Olazábal, a que «los procesos de financiación no están bien definidos, no se asignan responsabilidades suficientes, la naturaleza regulatoria de dichas políticas y planes es bastante escasa, no se genera ni utiliza adecuadamente el conocimiento sobre impactos y riesgos del cambio climático, y, por último, los temas de equidad y justicia social no están aún bien integrados».

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El artículo, publicado en la revista Landscape and Urban Planning, identifica los planes de adaptación de 59 ciudades costeras, entre ellas Barcelona, y analiza sus fortalezas y sus debilidades. A su vez, se basa en otro estudio publicado el año pasado por las dos investigadoras. En él, se examinaron las 136 ciudades costeras más grandes del mundo por encima de 1 millón de habitantes: solo 59 tenían planes de adaptación a en el ámbito local, aunque muchos de esos planes todavía no estaban implantados. 

El caso de las ciudades españolas

La planificación para la adaptación al cambio climático en las ciudades españolas se encuentra aún en sus primeras etapas. Así lo asegura otro artículo publicado este año por Marta Olazábal y su compañera del BC3 Elisa Sainz De Murieta. Según las investigadoras, solo el 20% de las principales ciudades analizadas en el estudio, que representan el 17% de la población española, cuenta con políticas de adaptación incluidas en un plan climático

Una política de adaptación, además, que es reciente en España: ocho de los once planes analizados por las autoras han sido aprobados en los últimos dos años. En ese sentido, el estudio pone en evidencia que aún queda mucho camino por recorrer, en particular, «con respecto al establecimiento de los procesos necesarios de legitimación que incluyan la participación e implicación de agentes interesados y comunidades, el establecimiento de sistemas de monitorización adecuados, la definición de un presupuesto sostenible para la implementación y la incorporación en la propia planificación de una evaluación técnica de los riesgos e incertidumbres del cambio climático». Un conjunto de medidas a implementar a la que se sumaría, añaden, garantizar la transparencia y el diálogo en el proceso de planificación para así aumentar entre la sociedad la aceptación de las acciones de adaptación.

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Áreas urbanas amenazadas

En la línea de investigación acerca de la preparación de las ciudades para hacer frente a los efectos derivados del calentamiento global, Marta Olazabal ha publicado este año otro estudio junto a la investigadora María Ruiz de Gopegui en el cual se analizan los impactos climáticos para los que se preparan las ciudades españolas: aumento del nivel del mar, oleaje extremo, precipitación intensa, descenso de las precipitaciones, aumento de las temperaturas, olas de calor y vendavales. Para ello, estudiaron 11 planes de adaptación local al cambio climático actualmente en vigor en las mayores ciudades españolas.

En total, destacan ocho áreas en riesgo. La primera es el urbanismo, gravemente amenazada por el aumento de las temperaturas y las precipitaciones intensas. Ambos fenómenos provocan «una reducción del confort y la habitabilidad de los edificios y el espacio público; el deterioro y debilitamiento de mobiliario urbano y estructuras; o el incremento en los gastos de mantenimiento de las redes de infraestructura», señalan las autoras. 

Otro sector amenazado es el de los ecosistemas. La disminución de las precipitaciones combinada con el aumento de temperaturas podría afectar a la biodiversidad local, «debilitando la masa forestal y aumentando el peligro de plagas, enfermedades o incendios, pudiendo incluso llegar a la desaparición de determinados paisajes». 

En cuanto a los efectos sobre la salud, el estudio apunta a que es una de las variables más afectadas por las amenazas climáticas. Aquí destaca el aumento de la mortalidad y la morbilidad por estrés térmico en la ciudadanía más vulnerable, hecho que se vería agravado durante episodios de olas de calor. Un estrés térmico, además, que provocará la pérdida de 80 millones de empleos en 2030, según la Organización Mundial del Trabajo (OIT). Asimismo, fruto de un aumento de precipitaciones intensas, el estudio identifica daños personales por desbordamientos e inundaciones, el incremento de enfermedades diarreicas por la contaminación de fuentes de agua, y el aumento de las desigualdades en el acceso a la salud.

Las amenazas climáticas, tales como aumento de temperaturas, episodios de olas de calor y precipitaciones extremas, implicarán también problemas en la agricultura, ganadería y piscicultura, así como en el sector energético o el turismo. Finalmente, las autoras tienen en cuenta los impactos que afectan a la sociedad en su conjunto, es decir, aquellos que llevan a una alteración del bienestar. Un ejemplo son los cortes del suministro de servicios debido a inundaciones, «picos» en la demanda o incendios.

Ausencia de una metodología concreta y acordada

«Reconocer estas amenazas es el primer paso para un buen diagnóstico, pero la mayor debilidad actual radica en la falta de capacidad a nivel local para identificar y evaluar los impactos de estas amenazas», asegura a Climática Marta Olazabal. Tanto ella como Maria Ruiz de Gopegui creen que, si bien es importante identificar los impactos del cambio climático en áreas urbanas, lo es también determinar su severidad, magnitud y proyección a corto, medio y largo plazo. Asimismo, recuerdan que «el cambio climático exacerba muchos de los problemas actuales en las ciudades, ya que determinados grupos sociales se verán especialmente afectados debido a su menor capacidad de preparación, afrontamiento y recuperación ante los impactos».

En este sentido, las autoras ponen en evidencia que no existe entre las ciudades una metodología concreta y acordada para la identificación, evaluación y proyección de impactos derivados del cambio climático: «Nosotras hemos observado que los planes de adaptación que se están desarrollando actualmente (en ciudades españolas y a lo largo del mundo) no llegan a desarrollar evaluaciones de impactos. Generalmente se quedan en la identificación de amenazas y la identificación de grupos o sectores vulnerables, pero no generan información concreta sobre las consecuencias de esas amenazas climáticas. Esto es esencial para priorizar sectores, grupos de población o barrios, distribuir fondos y recursos, tanto en el ámbito local como regional o estatal», apunta la investigadora Olazábal.

En septiembre, el Gobierno de España aprobó el II Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático (PNACC) 2021-2030, que ya se encuentra listo para su tramitación parlamentaria. En él, se apunta a la importancia de integrar la adaptación al cambio climático en la planificación territorial y urbana, con el objetivo de desarrollar una gobernanza para la gestión del riesgo que sea democrática y en la cual estén implicadas todas las partes interesadas en la planificación y la gestión. Para Marta Olazábal, este plan «recoge muy exhaustivamente los criterios básicos para una buena planificación, nos cuenta los ingredientes, pero se queda corto en la receta».

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